Trump, Canadá y el nacionalismo inesperado: Cómo una elección extranjera expuso la influencia global del expresidente
De amenazas de anexión a boicots en cafés: el curioso impacto de Donald Trump en la política canadiense y el surgimiento de una identidad nacional inesperadamente combativa
Trump vuelve al poder, pero pierde en Canadá
Donald Trump regresó a la presidencia de Estados Unidos hace 100 días, pero su influencia en el extranjero ha generado tanto poder como rechazo. La primera gran prueba fue la reciente elección federal en Canadá, y los resultados no pintaron un buen panorama para él.
El nuevo primer ministro, Mark Carney, líder del Partido Liberal —que parecía destinado al colapso político—, emergió como una figura fortalecida por la resistencia a las amenazas y presiones de Trump, aprovechando una ola de nacionalismo en un país que usualmente evita el conflicto. Los conservadores canadienses, dominados por el carismático Pierre Poilievre, veían el poder al alcance de la mano, pero terminaron derrotados y humillados. Incluso Poilievre perdió su escaño en el Parlamento.
En el corazón del conflicto: amenazas a la soberanía canadiense
Todo comenzó con una serie de declaraciones provocadoras por parte de Trump, entre ellas la idea de convertir a Canadá en “el querido 51° estado de Estados Unidos”. Durante una entrevista en la cadena Fox News, expresó:
“Miren ese hermoso territorio. ¿Por qué tener una línea divisoria artificial que lleva tantos años? Hacer de Canadá nuestro 51° estado es simplemente lógico.”
Estas ideas, más cercanas a la retórica de imposición que a la diplomacia, encendieron alarmas en el norte. Los canadienses percibieron una amenaza real a su identidad nacional y respondieron como nunca antes. Se cancelaron viajes a EE.UU., se boicotearon productos estadounidenses y bares y cafeterías reemplazaron el clásico “americano” por el nuevo “canadiano”.
Según un estudio de Global Affairs Canada, las búsquedas de productos "hechos en Canadá" aumentaron en un 43% tras los comentarios de Trump. Y uno de los cambios más simbólicos: las tiendas de licores provinciales eliminaron vinos y cervezas estadounidenses de sus estantes.
De villano a héroe inesperado: la redención política de Justin Trudeau
Justin Trudeau, antes primer ministro y entonces líder caído en desgracia, encontró en la confrontación con Trump una plataforma para reafirmar su legado. Hacia el final de su mandato, tras ver su popularidad desplomarse, aprovechó la crisis con su vecino al sur para posicionarse como defensor de la soberanía canadiense.
Tras una victoria del equipo canadiense sobre el estadounidense en hockey, Trudeau publicó en redes:
“No pueden llevarse nuestro país... y tampoco nuestro juego.”
La frase se viralizó en cuestión de horas y provocó un repunte en los índices de aprobación hacia su partido, que pasaba rezagado por más de 25 puntos hasta entonces.
Poilievre y su dilema con Trump
En el caso del líder conservador Pierre Poilievre, su relación con Trump fue un lastre. Inicialmente buscó alejarse del expresidente, consciente de su reputación negativa entre los canadienses. Sin embargo, lo hizo demasiado tarde. Trump ya estaba respaldando "a su manera" al Partido Liberal —irónicamente, al intensificar su retórica expansiva.
Cuando finalmente respondió, Poilievre escribió:
“Presidente Trump, manténgase fuera de nuestra elección. Canadá siempre será orgulloso, soberano e independiente. NUNCA seremos el 51° estado.”
Una campaña inesperada, una victoria liberal y un nuevo nacionalismo
La campaña liberal se reinventó bajo una única bandera: defender Canadá. Y funcionó. Mark Carney supo capitalizar el sentimiento nacional, posicionándose como el escudo contra la influencia extranjera.
El “nacionalismo canadiense con los codos arriba” —como lo llamó el presidente francés Emmanuel Macron— se volvió una nueva arma política y cultural. Canadienses comunes comenzaron a exhibir banderas con orgullo inusual, los estadios abucheaban el himno estadounidense, y hasta Wayne Gretzky, considerado un héroe nacional, fue blanco de críticas por su cercanía a Trump.
Según una encuesta de Ipsos, el 68% de los canadienses expresó que la elección era, en gran parte, un referéndum sobre cómo enfrentar la amenaza de Trump. Un fenómeno sin precedentes.
¿Efecto dominó internacional?
Canadá no ha sido el único país donde el nombre de Trump ha agitado las urnas.
- Alemania: en febrero, el partido de ultraderecha Alternativa para Alemania (AfD), apoyado por Elon Musk y el vicepresidente estadounidense JD Vance, duplicó su porcentaje de votos.
- Groenlandia: tras amenazas de anexión por parte de Trump, el partido Demokraatit ganó sorpresivamente, rechazando cualquier ingerencia estadounidense.
- Hungría, Italia y Argentina: líderes de derecha como Viktor Orbán, Giorgia Meloni y Javier Milei han buscado abiertamente el respaldo simbólico de Trump, considerándole una figura aliada.
¿El precio político de Trump en el extranjero?
Jean Charest, ex primer ministro de Quebec, planteó la pregunta del millón en una entrevista reciente:
“Debe llegar un momento en que la administración Trump se siente y se cuestione: ¿estamos logrando lo que realmente queremos con estas acciones?”
Hasta ahora, parece que no. En su propio análisis, Trump pareció aceptar haber influido negativamente en la elección canadiense:
“Hasta que llegué, los conservadores llevaban ventaja de 25 puntos. He sido tan impopular en Canadá que hice de esa elección una contienda cerrada, ¿verdad?”
Más allá de su impacto dentro de Estados Unidos, la figura de Trump está provocando reacciones definitorias en democracias extranjeras. Convirtiéndose en un factor electoral sin postularse en ningún país. Al menos oficialmente.
La nueva cara del patriotismo canadiense
En un país que solía enarbolar el orgullo silencioso y la diplomacia, Trump provocó el surgimiento de una identidad nacional propensa a la confrontación. Desde el boicot de productos hasta reacciones políticas más audaces, Canadá ha dejado claro que no tolerará ser tratado como subordinado.
El caso canadiense deja una enseñanza para el resto del mundo: el poder de Trump no reside en su cargo, sino en su capacidad de provocar y polarizar. Pero también evidencia algo más poderoso: que, frente a la amenaza, incluso las democracias más suaves pueden afilar sus codos.