La sombra de Trump en Canadá: ¿Un catalizador para el cambio político?
Cómo la política estadounidense y el regreso de Trump al poder influenciaron las elecciones canadienses y despertaron un debate nacional sobre identidad, soberanía y rumbo económico
Un escenario electoral marcado por la política exterior
Las recientes elecciones federales en Canadá fueron cualquier cosa menos convencionales. En lugar de centrarse exclusivamente en temas domésticos como la economía local, servicios de salud o vivienda, el regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos generó un inmenso efecto de arrastre en el discurso canadiense, reconfigurando alianzas políticas e influyendo notablemente en el sentir de los votantes.
El resultado: una sorpresiva victoria del Partido Liberal liderado por Mark Carney sobre el opositor conservador Pierre Poilievre, una inversión de tendencias que fue, para muchos analistas, un efecto directo de la percepción de Trump en la psique canadiense.
Trump y su injerencia simbólica sobre Canadá
Durante sus primeros 100 días en su segundo mandato, Donald Trump volvió a apuntar sus críticas —y políticas arancelarias— hacia el norte. Desde imponer medidas tarifarias a productos canadienses hasta bromear sobre convertir a Canadá en el "Estado 51", su tono ha sido visto como una repetición de los tensos tiempos vividos durante su primera presidencia.
Estos comentarios no pasaron desapercibidos. En ciudades como Toronto y Mississauga, muchos votantes acudieron a las urnas con un nombre en mente: Trump. Pero, sorprendentemente, no necesariamente para apoyar a políticos similares, sino como rechazo a su influencia. Reid Warren, residente en Toronto, explicó su voto a favor de los liberales argumentando que Poilievre le parecía un "mini-Trump", un líder con eslóganes superficiales en vez de propuestas reales.
Polarización y fragmentación electoral
Sin embargo, el contexto no fue blanco y negro. En el otro extremo del espectro ideológico, otras voces manifestaron lo contrario. Laiqa y Mahira Shoaib, hermanas residentes en Mississauga e inmigrantes provenientes de Pakistán, expresaron su desencanto con los liberales afirmando que bajo su gestión la economía se había deteriorado y que Trump “tenía algo de razón” al alertar sobre la debilidad económica canadiense.
Una de ellas votó por el Nuevo Partido Democrático, mientras la otra optó por los conservadores, reflejando una creciente fragmentación del electorado canadiense. La idea de que “nos convertiríamos en el Estado 51 si gana Carney” —en palabras de Mahira— ilustra cómo la retórica trumpista ha logrado, incluso desde el extranjero, proyectar su sombra sobre la soberanía simbólica de Canadá.
El fantasma de la dependencia histórica
Para muchos votantes, el conflicto canadiense no es tanto con Trump en sí mismo, sino con la excesiva dependencia histórica hacia los Estados Unidos. Duncan Garrow, también votando en Toronto, apuntó que quizás esta crisis de identidad es una oportunidad: "Tal vez hemos tenido demasiada relación con EE.UU. Ya es tiempo de fortalecer nuestras conexiones internas como país y mirar hacia otras regiones del mundo".
División cultural y económica bajo la lente Trump
El resultado de las elecciones canadienses debe leerse con una mirada crítica sobre cómo los votantes interpretan la política exterior como un asunto doméstico. Con el resurgir de un Trump beligerante en la Casa Blanca, muchas voces dentro de Canadá comienzan a preguntar quiénes somos y hacia dónde queremos ir.
Canadá, a lo largo de su historia, ha lidiado con su identidad adyacente al gigante estadounidense. Desde el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), ahora renovado como USMCA, hasta la participación conjunta en alianzas multilaterales como la OTAN o el G7, la vinculación es profunda y multipolar. No obstante, la falta de una política exterior sólida propia y autosuficiente ha dejado espacios para el resentimiento y la sobrerreacción ante comentarios como los de Trump.
¿Una oportunidad progresista o un despertar nacionalista?
El triunfo de los liberales podría interpretarse como un rechazo al populismo a lo Trump, pero también debe ser leído como una reafirmación de ciertos valores progresistas. Según Politico, el 62% de los votantes en zonas urbanas estaban preocupados por la influencia de la política estadounidense en Canadá, y más del 70% exigían un enfoque más internacionalista de cara a futuros tratados y alianzas comerciales.
En palabras del sociólogo canadiense Michael Adams: “Canadá siempre ha oscilado entre la integración y la resistencia frente a EE.UU. Trump, con su extravagancia, nos recuerda que no podemos ser Estados Unidos, ni deberíamos quererlo”.
El modelo de Poilievre bajo escrutinio
En cuanto a Pierre Poilievre, líder del Partido Conservador, si bien logró consolidar voto en áreas rurales y entre los sectores empresariales, su estilo directo y su enfoque pro-mercado fueron vistos por críticos como una emulación light de Trump. Aunque no llega a los extremos del expresidente estadounidense, el etiquetamiento de "mini-Trump" le pesó entre votantes indecisos.
Su propuesta de recortes fiscales, desregulación y énfasis en "libertad económica" fue interpretada por algunos como beneficiosa para las élites, pero poco empática hacia los desafíos sociales actuales como la vivienda, la salud mental o el desarrollo postpandemia.
¿La era Carney o el inicio de la autonomía canadiense?
Mark Carney, quien hasta hace poco servía como presidente del Banco de Inglaterra y del Banco de Canadá, ha sido tildado como un tecnócrata globalista más que un político tradicional. Su irrupción al frente del Partido Liberal se consideró una jugada arriesgada, pero eficaz ante el clima de incertidumbre.
Analistas políticos, como Chantal Hébert de Toronto Star, aseguran que Carney representa un nuevo tipo de liderazgo: “Frente al sonoro y agresivo espectáculo del sur, Canadá eligió la templanza, la competencia técnica y la reservada ambición global".
Retos del futuro: ¿más allá de Trump?
Más allá del nombre Trump, la reflexión que queda tras las elecciones canadienses es profunda. ¿Debería Canadá repensar su vínculo con Estados Unidos? ¿Qué papel quieren los canadienses en una escena global polarizada entre nacionalismos y cooperación multilateral?
Si algo quedó claro es que Trump sigue siendo más que un líder norteamericano. Es un fenómeno con eco, capaz de alterar la narrativa incluso en otros países, y Canadá —más consciente que nunca— parece decidido a no seguirle el juego, o al menos, no sin cuestionarse primero hacia dónde va.