Tragedia y resistencia: La masacre en Vancouver que golpeó al corazón de la comunidad filipina
Un acto devastador durante el festival Lapu Lapu expone la fragilidad de la seguridad pública y la necesidad urgente de atención a la salud mental
Una noche de celebración que terminó en tragedia
El sábado por la noche, Vancouver vivió una de las jornadas más trágicas de su historia reciente. Durante el festival Lapu Lapu, un evento cultural que celebra las raíces y la historia de la comunidad filipina, un SUV negro irrumpió súbitamente en la calle cerrada al tránsito vehicular, arrollando a docenas de personas. El saldo: 11 muertos y al menos 32 heridos, algunos de ellos en estado crítico.
Testigos oculares describieron escenas caóticas: cuerpos volando como "bolos humanos" y gritos desesperados pidiendo ayuda. El acto, llevado a cabo con una violencia estremecedora, sembró miedo y conmoción tanto entre los asistentes como en el resto de la ciudad.
El autor del horror: Kai-Ji Adam Lo
La Policía de Vancouver identificó al sospechoso como Kai-Ji Adam Lo, un residente local de 30 años con un historial documentado de problemas de salud mental. Lo fue detenido por testigos inmediatamente después del incidente y posteriormente arrestado por las autoridades.
En una comparecencia por video ante el juez, fue acusado formalmente de ocho cargos de asesinato en segundo grado, aunque aún no ha presentado una declaración de culpabilidad. El jefe de la Policía Interina, Steve Rai, confirmó que Lo había tenido múltiples interacciones previas con la policía y personal médico por motivos de salud mental, lo que ha abierto un nuevo debate público sobre la prevención de este tipo de tragedias en Canadá.
Víctimas inocentes: una comunidad devastada
Entre los fallecidos se encuentran niños, padres, un maestro y miembros activos de la comunidad filipina. La víctima más joven fue Katie Le, de tan solo cinco años, quien murió junto a sus padres, Richard Le y Linh Hoang. Su hermano de 16 años, que no asistió al festival, ahora enfrenta la inimaginable realidad de haber perdido a toda su familia en un instante.
Otra de las víctimas fue Kira Salim, una querida maestra y consejera escolar en el Distrito Escolar de New Westminster. La comunidad educativa se encuentra de luto profundo. El superintendente del distrito emitió un comunicado destacando el trabajo de Salim: “Su sabiduría y cuidado por nuestros estudiantes fue de un impacto poderoso y duradero”.
La herencia cultural filipina: de celebración a duelo
El festival Lapu Lapu es una conmemoración profundamente significativa para la comunidad filipina. El evento honra a Datu Lapu-Lapu, un cacique indígena que se enfrentó con valentía a la expedición colonial liderada por Fernando de Magallanes en 1521. La celebración se organiza anualmente con bailes tradicionales, gastronomía, música y actividades culturales. Irónicamente, la noche estaba destinada a celebrar la resistencia y el espíritu filipino y terminó convirtiéndose en un símbolo de dolor colectivo.
Vancouver cuenta con una comunidad filipina de más de 38,600 habitantes, el 5,9% de la población total de la ciudad, según el censo de Statistics Canada de 2021. Para muchos de ellos, el festival era una oportunidad invaluable para reconectar con sus raíces y compartirlas con amigos y vecinos. Esa oportunidad fue transformada en tragedia.
Testimonios del horror: voces desde el caos
Carayn Nulada, una abuela que asistía al evento con sus nietos, relató cómo usó su cuerpo como escudo para protegerlos. Su hija fue golpeada por el SUV pero sobrevivió. Otro testigo dijo que los cuerpos levantados por el impacto eran como "pinos de boliche".
James Cruzat, dueño de un negocio local, dijo: “Al principio pensé que se trataba de un disparo, pero luego vi la conmoción, los cuerpos en la calle, gritos, y entendí que era otra cosa”.
Vincent Reynon, de 17 años, describió el ambiente como una película de terror: “Vi a la policía correr, gente llorando y cuerpos dispersos. Fue como una pesadilla”.
¿Por qué no se evitó esta tragedia?
Los cuestionamientos no se hicieron esperar. ¿Cómo pudo una persona con antecedentes conocidos de salud mental acceder a un vehículo sin restricciones y cometer un crimen de esta magnitud? ¿Hubo fallos en el monitoreo institucional de individuos con riesgo potencial?
La Policía de Vancouver declaró que no se trató de un acto terrorista, pero tampoco se ha determinado el motivo exacto. Esta falta de respuesta ha intensificado el dolor colectivo, mientras muchos piden que se reevalúe el protocolo de seguimiento de individuos con historial psiquiátrico y posibles episodios violentos.
Expertos en criminología coinciden en que hay una creciente necesidad en Canadá de reforzar la atención psiquiátrica y establecer conexiones más efectivas entre los servicios sociales, médicos y policiales. “No es solo un problema legal, es un problema de salud pública”, comentó la doctora en psicología clínica, Andrea Lemoine.
Solidaridad y duelo: un país unido
El primer ministro canadiense, Mark Carney, expresó en una emotiva declaración: “Las familias perdieron a hijos, hijas, madres y padres. Hoy, todas las familias canadienses sienten ese dolor. Están viviendo la peor pesadilla”.
En las vigilias que se realizaron el domingo y lunes por la noche, más de 5.000 personas acudieron a prender velas, dejar flores y expresar su dolor. El Ayuntamiento de Vancouver dispuso asesoramiento psicológico gratuito y traductores en tagalo e inglés para asistir a la comunidad filipina durante el proceso de duelo.
Kenneth Sim, alcalde de la ciudad, reconoció el dolor colectivo: “Estamos con el corazón roto, tristes, asustados, y también, sí, un poco enfadados”.
¿Qué sigue ahora?
Mientras la investigación sigue su curso, autoridades aseguran que lo prioritario es atender a los sobrevivientes y reconstruir la confianza de la comunidad. Se espera que en los próximos días se esclarezcan más detalles sobre el historial mental de Kai-Ji Adam Lo y si hubo negligencia en su seguimiento.
La tragedia también será un detonador para revisar cómo se organizan los eventos públicos, y si existen o no protocolos claros para prevenir accesos vehiculares en zonas peatonales durante celebraciones comunitarias.
Pero, sobre todo, la ciudad de Vancouver y la comunidad filipina claman por una sola cosa: justicia y memoria. Honrar a las once personas fallecidas no será suficiente con velas y palabras; será necesario transformar esta tragedia en políticas públicas sólidas, inclusivas y preventivas.
Una comunidad resistente
En medio del dolor, la comunidad filipina de Vancouver está demostrando que no será silenciada. Con muestras de unidad, resiliencia y compromiso colectivo, han dicho: “No nos vamos a quebrar. Vamos a recordar, sanar y seguir adelante”.
Hoy, más que nunca, la historia de Datu Lapu-Lapu cobra vida en estas calles llenas de luto pero también de determinación. Frente al dolor, la resistencia. Frente al silencio, la voz comunitaria. La tragedia del festival Lapu Lapu quedará grabada en la memoria canadiense como una herida abierta, pero también como el punto de partida hacia una ciudad más segura, empática y comprometida con el bienestar mental y social.