Hezbolá, Israel y el frágil alto al fuego: ¿Un polvorín en pausa?
Las tensiones entre Israel y Hezbolá siguen escalando pese a un acuerdo de cese al fuego. ¿Está Líbano al borde de otro conflicto total?
Un alto al fuego frágil e inestable
Desde finales de noviembre de 2023, un tenue alto al fuego se mantiene entre Israel y el grupo Hezbolá en Líbano. Sin embargo, los acontecimientos recientes indican que la tregua podría tener los días contados. Israel ha intensificado sus ataques aéreos en territorio libanés, particularmente en los suburbios del sur de Beirut, y Hezbolá ha denunciado que ha cumplido “al 100%” con el acuerdo alcanzado.
Estas tensiones emergen tras más de un año de enfrentamientos graves que dejaron más de 4.000 personas muertas, con cientos de ataques aéreos y escaramuzas a lo largo de la frontera entre ambos países. Según el gobierno libanés, al menos 190 personas han muerto y otras 485 han resultado heridas en Líbano desde el inicio del alto al fuego.
El rol de Naim Kassem y el pedido de protección
El líder adjunto de Hezbolá, Naim Kassem, hizo un fuerte llamado al gobierno libanés esta semana para que intensifique sus esfuerzos diplomáticos y presione a los garantes internacionales del cese al fuego, especialmente a Estados Unidos, para que intervenga y detenga los ataques israelíes.
“La resistencia cumplió al 100% con el acuerdo, y les digo a los funcionarios del Estado que es su deber garantizar protección”, dijo Kassem en una transmisión televisada.
Además, recalcó que la estabilidad en Líbano es también un interés geopolítico de Estados Unidos, al que pidió que actúe como garante de la tregua.
El contexto del conflicto: más allá de Gaza
El conflicto no puede analizarse como un hecho aislado. La guerra entre Israel y Hamás, iniciada tras los ataques del 7 de octubre de 2023 por parte del grupo palestino, ha encendido una mecha que afecta directamente a otros actores regionales como Hezbolá.
Recordemos que aquel ataque provocó la muerte de unas 1.200 personas en Israel y la abducción de 251 personas. A partir de allí, Hezbolá lanzó una serie de ataques de represalia hacia el norte de Israel, dando inicio a una escalada que aún no se detiene.
¿Qué busca Hezbolá ahora?
Hezbolá ha reiterado que su prioridad es conseguir:
- La retirada completa de fuerzas israelíes del sur de Líbano.
- El fin total de los ataques aéreos en territorio libanés.
- La liberación de los prisioneros libaneses retenidos por Israel.
El grupo chií ha dejado claro que mientras Israel mantenga presencia militar en el sur del Líbano, no habrá desarme. Un claro mensaje a quienes han insistido en que Hezbolá se desmilitarice como parte de un eventual acuerdo de paz duradero.
Israel responde: defensa o provocación
En contraste, las Fuerzas de Defensa de Israel justifican sus acciones alegando que han realizado más de 50 ataques solo en abril debido a supuestas violaciones del alto al fuego por parte de Hezbolá. Argumentan que estos ataques son preventivos y forman parte de su doctrina de "defensa activa".
Uno de los ataques más significativos tuvo lugar el domingo pasado, cuando aviones israelíes bombardearon otra vez los suburbios del sur de Beirut, una zona conocida como un bastión de Hezbolá. Según el ejército israelí, allí operaba una instalación de misiles guiados de precisión perteneciente al grupo libanés.
Este fue el tercer ataque aéreo sobre esa área desde la implementación del alto al fuego. La aparente contradicción entre el acuerdo y la actividad militar ha generado confusión tanto en la población como en la comunidad internacional.
El papel de Estados Unidos: árbitro o cómplice pasivo
Uno de los puntos más sensibles en este rompecabezas geopolítico es el papel de Estados Unidos. Nominalmente, Washington ha actuado como mediador de los esfuerzos por un cese de hostilidades. Pero el reclamo de Kassem apunta directo al corazón de esa ambigüedad diplomática:
“Presionen a Estados Unidos. Háganles entender que el Líbano no puede levantarse si la agresión no se detiene”.
Estados Unidos mantiene una histórica relación con Israel, no sólo en términos diplomáticos, sino también mediante asistencia militar anual que supera los 3.800 millones de dólares. En este contexto, no es difícil entender por qué algunos sectores en Líbano y el mundo árabe ven con escepticismo su rol como árbitro neutral.
Los civiles: las verdaderas víctimas
Mientras los discursos de resistencia, defensa y geopolítica llenan las pantallas de televisión, la realidad en el terreno es más trágica. Cientos de personas han muerto y miles han tenido que desplazarse en Líbano debido a los bombardeos. Comunidades enteras en el sur del país se han visto atrapadas entre las líneas de fuego.
En resumen, los civiles siguen siendo quienes más sufren esta guerra prolongada e intermitente. Las escuelas cerradas, los hospitales con recursos limitados y el trauma psicológico de vivir bajo amenaza constante configuran una imagen ya demasiado familiar para los libaneses.
¿Qué tan cerca está una nueva guerra abierta?
Algunos analistas aseguran que Líbano e Israel pueden volver al conflicto total en cualquier momento. La acumulación de ataques, la falta de cumplimiento de acuerdos, y la inestabilidad política general en Medio Oriente son factores explosivos.
Históricamente, los conflictos entre Israel y Líbano han sido cíclicos. Recordemos la guerra del 2006, que dejó más de 1.200 muertos en Líbano y más de 150 en Israel. Desde entonces, las treguas han sido precarias, muchas veces respetadas solo de manera temporal.
La comunidad internacional en alerta
Las Naciones Unidas han advertido sobre el peligro de escalada no sólo en la frontera entre Líbano e Israel, sino también en toda la región. Además de Siria y Gaza, otros actores como Irán, Estados Unidos y Arabia Saudita observan de cerca la situación.
Si el fuego se reenciende por completo, una nueva guerra no solo devastaría Líbano nuevamente, sino que también podría involucrar a múltiples potencias regionales y generar otro frente de guerra en un delicado equilibrio post-Gaza.
Líbano entre la guerra y la parálisis política
La situación política interna también afecta el tablero. Después de años de inestabilidad, crisis económica y protestas, el gobierno libanés está limitadamente capacitado para maniobrar entre la presión de Hezbolá, la opinión pública, y las dinámicas diplomáticas externas.
Hezbolá, como actor político y militar, tiene una presencia fuerte en el Parlamento libanés. Esta dualidad entre partido político y milicia armada complica la posibilidad de que el propio Estado lo frene o lo obligue a cesar sus operaciones.
¿Solución o círculo vicioso?
La paz permanente se ve lejana. La desconfianza mutua, los actores externos con intereses enfrentados y la incapacidad de implementar acuerdos estables hacen que la situación actual sea un círculo vicioso de violencia.
Mientras tanto, los ciudadanos libaneses, como en tantas otras ocasiones, son arrastrados por las corrientes de una geopolítica que parece nunca tenerles en cuenta realmente. El llamado de Naim Kassem no sólo es a la protección, sino a romper ese ciclo que ya dura décadas.
Y así, la pregunta sigue vigente: ¿Alto al fuego o simple pausa antes de la tormenta?