Fin de semana sangriento en Estados Unidos: tiroteos en Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia sacuden a las comunidades
Las tragedias en una universidad, un destino turístico y un control de tránsito reavivan el debate sobre la violencia armada
Un fin de semana que debía estar lleno de celebraciones, descanso y actividades comunitarias terminó teñido por la violencia en distintos puntos del sureste de Estados Unidos. Tres incidentes graves —en Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia— dejaron varias personas muertas y decenas de heridos, poniendo nuevamente en el centro del debate la epidemia de violencia armada en el país.
Tiroteo tras festival universitario en Carolina del Norte
En Elizabeth City State University (ECSU), una universidad históricamente afroamericana en el este de Carolina del Norte, un tiroteo irrumpió en el corazón del campus tras el "Yard Fest", evento de clausura de su tradicional Viking Fest.
Según informó la universidad, un hombre de 24 años —que no era estudiante— perdió la vida en el acto. Además, cuatro personas resultaron heridas por arma de fuego, entre ellas tres estudiantes, mientras que otras dos sufrieron lesiones durante la estampida causada por el pánico. Afortunadamente, se confirmó que ninguna de las heridas era potencialmente mortal.
El campus fue puesto bajo un estricto confinamiento durante varias horas y aunque posteriormente se levantó la medida, las patrullas de seguridad se incrementaron y el acceso al centro del campus quedó restringido.
"La universidad está profundamente entristecida por este acto sin sentido", señaló la institución en un comunicado, reflejando el sentimiento generalizado de conmoción en una comunidad estudiantil de alrededor de 2.300 integrantes. Elizabeth City, la localidad donde se encuentra ECSU, está ubicada a unos 80 kilómetros al sur de Norfolk, Virginia.
Corrupción de la calma en Myrtle Beach
Un destino popular entre turistas, Myrtle Beach, en Carolina del Sur, fue otro escenario de violencia. Allí, 11 personas resultaron heridas en un tiroteo ocurrido durante una disputa entre varios individuos durante la noche del sábado.
La policía local respondió rápidamente y, según el reporte oficial, ante "una amenaza inmediata", un agente disparó fatalmente contra una persona. Hasta ahora, las autoridades no han confirmado si el fallecido era parte del conflicto o un simple transeúnte alcanzado por la violencia.
La División de Cumplimiento de la Ley de Carolina del Sur (SLED, por sus siglas en inglés) asumió la investigación. El suceso dejó a residentes y visitantes conmocionados, ya que la ciudad es conocida más por sus playas familiares que por su violencia armada.
Fatal encuentro en Georgia: un agente muerto
En Evans, Georgia, la tragedia golpeó a las fuerzas del orden. Durante una parada de tráfico rutinaria el sábado por la tarde, dos agentes de la Oficina del Sheriff del Condado de Columbia fueron baleados. Uno de ellos perdió la vida, mientras que su compañero fue trasladado a un hospital.
El sospechoso, identificado como James Blake Montgomery, se atrincheró en un remolque en la comunidad móvil de Arrowood. Operativos aéreos mediante helicópteros y drones se desplegaron para dar con su paradero.
El gobernador de Georgia, Brian Kemp, expresó a través de redes sociales su pesar por el suceso: "Marty, las niñas y yo estamos orando por los seres queridos y colegas del agente caído, así como por su compañero herido esta noche mientras protegían a sus conciudadanos".
Una sombra persistente: la violencia armada
Estos tres acontecimientos, aunque separados geográficamente, dibujan un inquietante patrón nacional: la facilidad de acceso a las armas de fuego, combinada con tensiones sociales, genera escenarios en los que la violencia puede estallar en cualquier momento y lugar.
Los datos no mienten: en 2023, más de 44.000 personas murieron en Estados Unidos debido a incidentes relacionados con armas de fuego, ya sean homicidios, suicidios o tiroteos accidentales, según Gun Violence Archive.
El hecho de que los escenarios afectados este fin de semana fueran tan diversos —un campus universitario, un sitio turístico y una carretera en un suburbio residencial— revela que la violencia armada no discrimina.
Impacto psicológico y social
Más allá de las víctimas fatales y los heridos, estos tiroteos dejan a cientos de personas traumatizadas. Estudios como el realizado por la Universidad Johns Hopkins han encontrado que los sobrevivientes de tiroteos masivos tienen tasas significativamente más altas de trastorno por estrés postraumático (TEPT), depresión y ansiedad.
En el plano social, cada incidente alimenta un clima de inseguridad donde actividades cotidianas —asistir a un festival, pasear por una playa turística o conducir por una carretera— están impregnadas de un nuevo nivel de riesgo.
¿Hasta cuándo?
Políticos, activistas y ciudadanos de a pie llevan años pidiendo una reforma significativa a las leyes de armas en Estados Unidos. Sin embargo, los esfuerzos suelen quedar atrapados en un mar de intereses enfrentados donde el poderoso lobby de las armas, encabezado por organizaciones como la National Rifle Association (NRA), sigue teniendo una influencia desmesurada.
Un informe del Pew Research Center reveló que el 53% de los estadounidenses apoya leyes de armas más estrictas, mientras que un 32% considera que las regulaciones actuales son adecuadas y apenas un 14% piensa que deberían ser más flexibles. Sin embargo, la acción legislativa concreta a nivel federal sigue siendo limitada.
Caminos posibles
Entre las propuestas más discutidas están:
- La obligatoriedad de verificaciones de antecedentes universales.
- La prohibición de armas de asalto y cargadores de alta capacidad.
- El fortalecimiento de leyes de "bandera roja" para retirar armas a personas en situación de riesgo.
Algunos estados ya han implementado medidas en esa dirección con resultados alentadores. Por ejemplo, Connecticut y Indiana vieron reducciones significativas en suicidios por armas de fuego después de aprobar leyes de prevención de riesgos extremos.
Un desafío comunitario
Más allá de los cambios legislativos, diversos líderes comunitarios subrayan la importancia de crear espacios seguros, ofrecer intervenciones tempranas para jóvenes en riesgo y fomentar el sentido de pertenencia y propósito, factores que pueden actuar como amortiguadores contra los ciclos de violencia.
Iniciativas de base, como "Cure Violence" en Chicago o "Advance Peace" en California, han mostrado que abordajes basados en la salud pública, más que en la criminalización pura, pueden ser efectivos para disminuir los tiroteos.
El desafío es enorme y complejo, pero cada balazo, cada víctima, recuerda que el costo de la inacción es demasiado alto.