Turismo, deportistas y tensiones migratorias: ¿Puede EE.UU. manejar la llegada del Mundial 2026?

Con un descenso del 11.6% en las visitas internacionales y polémicas políticas migratorias en aumento, Estados Unidos enfrenta un gran reto logístico y diplomático en la antesala de importantes eventos deportivos globales

Estados Unidos se prepara para ser el epicentro del deporte mundial: albergará el Club World Cup 2025, la Copa Mundial de la FIFA 2026 (junto con México y Canadá) y los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028. Pero mientras los ojos del mundo se posan sobre los estadios, pistas y arenas del país norteamericano, una ola creciente de preocupaciones migratorias podría empañar la fiesta.

Un clima poco acogedor en la frontera

En los últimos meses, se han documentado múltiples casos de viajeros internacionales detenidos o deportados en circunstancias controversiales. Desde turistas hasta atletas, diversos grupos han expresado su reticencia a viajar a Estados Unidos, alegando políticas migratorias confusas o discriminatorias.

Un caso que llamó la atención fue el de Becky Burke, una mochilera británica que fue detenida en la frontera entre Canadá y EE.UU. durante casi tres semanas. Por otro lado, un ciudadano alemán que viajaba con su prometida estadounidense pasó 16 días en custodia después de reingresar al país tras una excursión por México.

Estas situaciones, lejos de ser casos aislados, dibujan un panorama donde el afán por reforzar la seguridad fronteriza se enfrenta con las expectativas internacionales de apertura y hospitalidad, particularmente cuando se trata de eventos deportivos de escala global.

Estadísticas que preocupan

Según la Oficina Nacional de Viajes y Turismo de EE.UU., en marzo de 2024 las visitas desde el extranjero cayeron 11.6% respecto al mismo mes del año anterior. Además, el gasto turístico de visitantes internacionales podría caer hasta 9 mil millones de dólares este año, según proyecciones de Tourism Economics.

Este declive coincide con el endurecimiento de las políticas migratorias implementadas por la administración Trump, particularmente en ciudades santuario como Rochester, Nueva York. En dicho lugar, el gobierno federal inició acciones legales para impugnar políticas locales que limitan la colaboración con agentes de inmigración.

Las ciudades santuario en el punto de mira

Rochester, situada a menos de 10 millas del lago Ontario, ha sido santuario desde 1986. Su declaración fue reafirmada en 2017 con una resolución del Concejo Municipal que prohíbe a la policía local participar en asuntos exclusivamente migratorios. Sin embargo, un incidente reciente durante una parada de tráfico —en el que policías locales colaboraron con la Patrulla Fronteriza— desató un conflicto legal con Washington.

El gobierno federal sostiene que estas políticas municipales "violan la Constitución", mientras que los líderes de Rochester responden que es un intento de "teatro político". El alcalde Malik Evans denunció públicamente el accionar de los agentes involucrados y aseguró que se están tomando medidas disciplinarias internas, además de reforzar la formación en políticas migratorias.

El deporte internacional, atrapado en medio del debate

Ron Wyden, senador demócrata de Oregón, se sumó al coro de preocupaciones al enviar una carta a los secretarios de Estado y de Seguridad Nacional. En el documento alertó sobre los efectos adversos de estas prácticas migratorias justamente cuando se aproximan tres de los eventos deportivos más grandes del mundo. "Esto ha convertido el viaje ordinario en una experiencia agotadora e innecesariamente hostil para turistas, atletas y periodistas", escribió Wyden.

La carta también menciona la preocupación de que atletas extranjeros, formados durante años para participar en citas como el Mundial o los Juegos Olímpicos, no puedan ingresar a EE.UU. por cuestiones burocráticas, políticas o incluso discriminación.

Un ejemplo es el de Deyna Castellanos, estrella de la selección venezolana y figura de la NWSL, quien decidió no reunirse con su equipo nacional por temor a dificultades migratorias. También la selección femenina de Zambia optó por no convocar a cuatro futbolistas que juegan en EE.UU., preocupados por los mismos motivos.

La FIFA entra en escena

Durante una reunión en marzo con el presidente de FIFA, Gianni Infantino, el expresidente Donald Trump anunció la creación de una task force federal para coordinar temas de seguridad y logística rumbo al Mundial 2026. La medida busca apaciguar los temores en torno a la recepción de cientos de miles de viajeros que se esperan para el evento.

Sin embargo, las declaraciones de Infantino contrastan con la realidad en las terminales de entrada al país. Países como Alemania, Francia y Reino Unido han actualizado sus guías de viaje advirtiendo sobre un "ambiente migratorio hostil" en EE.UU., lo que podría tener implicaciones diplomáticas más amplias.

Eventos deportivos en riesgo

  • Copa Mundial de la FIFA 2026: A disputarse en una colaboración sin precedentes entre México, Canadá y Estados Unidos. Se jugarán partidos en 11 ciudades estadounidenses.
  • Copa Mundial de Clubes 2025: El torneo debutará en su nuevo formato expandido con 32 clubes y será organizado íntegramente por EE.UU.
  • Juegos Olímpicos de Los Ángeles 2028: Estados Unidos recibirá esta competición por tercera vez en su historia.

Una gran parte del éxito de estos tres eventos descansará no solo sobre su infraestructura deportiva, sino también sobre la buena voluntad internacional. Si las políticas migratorias persisten en su rigidez, la narrativa del país anfitrión podría verse opacada por los titulares de deportistas varados, hinchas deportados y tensiones en las fronteras.

¿Es momento de repensar el rol de la migración en el deporte?

Más allá de la logística y la seguridad, el deporte internacional siempre ha sido un homenaje al encuentro cultural y la fraternidad global. La posibilidad de que atletas o entrenadores no puedan participar por trabas administrativas atenta contra los principios fundacionales del olimpismo y del fútbol como deporte universal.

Con el balón a punto de rodar y las antorchas olímpicas en preparación, Estados Unidos tiene una oportunidad única —y una responsabilidad mayúscula— de demostrar que puede ser no solo un anfitrión eficiente, sino también un actor global comprometido con la apertura, la equidad y la hospitalidad. La gran pregunta es: ¿aprovechará esta oportunidad o dejará que la política migre hacia el centro del terreno de juego?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press