Tragedia en Jet Set: un emblema de la noche dominicana bajo los escombros de la negligencia
El colapso del techo en una discoteca legendaria de Santo Domingo revela décadas de abandono, omisiones de seguridad y una gestión sin control
Una noche de fiesta convertida en pesadilla
El 8 de abril de 2024, la alegría característica de los lunes de merengue en Jet Set, una icónica discoteca de Santo Domingo, se convirtió en tragedia cuando el techo del establecimiento se desplomó durante un concierto del legendario cantante Rubby Pérez. El colapso dejó un saldo devastador de 232 personas fallecidas y más de 180 heridos, en una de las peores catástrofes ocurridas en un centro nocturno en Latinoamérica en las últimas décadas.
Antonio Espaillat, dueño y gerente del local, rompió el silencio días después del siniestro en una entrevista televisiva, donde mostró remordimiento pero también reveló décadas de negligencia estructural y falta de controles de inspección adecuados. Este artículo es una análisis sobre las causas, consecuencias y omisiones relacionadas con esta tragedia evitable.
Una historia de filtraciones ignoradas
Jet Set no era simplemente una discoteca: era un ícono cultural. Fundada hace más de 50 años por la familia Espaillat, el local se convirtió en un punto de encuentro para amantes del merengue, celebridades y figuras políticas. Sin embargo, detrás de las luces y la algarabía, se ocultaba una amenaza silenciosa: filtraciones continuas en el techo que, durante décadas, eran 'resueltas' con paneles de yeso (pladur).
“Siempre comprábamos yeso. Siempre”, declaró Espaillat durante la entrevista, en la que admitió que los empleados colocaron nuevos paneles pocas horas antes del colapso. Estos arreglos superficiales estaban motivados por piezas de yeso que caían debido a filtraciones causadas por unidades de aire acondicionado mal instaladas y posiblemente por los tanques de agua que se encontraban en el techo.
Según reportó Espaillat, el techo había sido impermeabilizado aproximadamente un mes antes del derrumbe. Sin embargo, el informe revela que en tres décadas nunca se había realizado una inspección estructural profesional por parte del Estado o alguna agencia privada.
Una catástrofe anunciada
“¿Cómo puede colapsar un techo?”, se preguntaba el empresario tras recibir la llamada de su hermana —quien se encontraba atrapada bajo los escombros— mientras viajaba de regreso al país. Esa pregunta ha rondado la mente de millones de dominicanos desde que ocurrió el fatídico evento.
Expertos como el ingeniero estructural Yamil Castillo, vicepresidente de la Sociedad de Ingenieros de Puerto Rico, señalaron que las filtraciones de agua socavan poco a poco la integridad de un inmueble. El agua actúa como enemigo invisible, filtrándose entre materiales y debilitándolos con el tiempo. “Esas filtraciones debieron haberse atendido de manera técnica hace años. Cambiar yeso no resuelve el problema”, advirtió Castillo.
¿Dónde estaba el Estado?
Una de las interrogantes más inquietantes tras el desastre es: ¿por qué no hubo vigilancia estatal en la infraestructura de un lugar que reunía a cientos de personas cada semana?
De acuerdo con información oficial divulgada tras el incidente, el Estado dominicano carece actualmente de una entidad con facultades para inspeccionar la infraestructura de comercios y locales privados. Si bien los edificios públicos deben cumplir con regulaciones establecidas, los espacios privados escapan a supervisiones periódicas, dejando a su suerte la seguridad de miles de usuarios.
Ante estos vacíos, el presidente Luis Abinader anunció la creación de una nueva ley para fiscalizar edificios privados, una medida que llega tarde y como respuesta a una tragedia que ya dejó cientos de víctimas mortales.
Un saldo humano irreemplazable
Dentro de las 232 víctimas fatales se encuentran siete médicos, un exfuncionario de la ONU, los exjugadores de béisbol Octavio Dotel y Tony Enrique Blanco Cabrera, y Nelsy Cruz, la gobernadora de Montecristi y hermana del beisbolista Nelson Cruz. La tragedia golpeó a diversas capas sociales del país, intensificando el clamor por justicia y responsabilidades claras.
Espaillat afirma estar devastado y dispuesto a “enfrentar todo”, mientras al menos tres demandas judiciales ya han sido interpuestas. “Estoy completamente destruido”, confesó. Sin embargo, muchos familiares de las víctimas consideran que la tragedia fue un resultado directo de décadas de negligencia sistémica, que va más allá de un solo individuo.
¿Cómo evitar otra tragedia así?
A raíz de la catástrofe, se han levantado muchas voces expertas exigiendo reformas estructurales. Algunas propuestas clave incluyen:
- La creación de un organismo autónomo de inspección y certificación de estructuras privadas.
- La realización de auditorías técnicas obligatorias cada cinco años en todos los locales con capacidad para más de 100 personas.
- Imposición de sanciones severas por omitir mantenimientos preventivos o reparaciones estructurales necesarias.
- Formación y certificación obligatoria de encargados de mantenimiento en negocios nocturnos y centros de evento.
Muchos expertos en derecho comparado señalan que países como Chile, México y España cuentan con protocolos de control de infraestructura que podrían servir de modelo a seguir y evitar que estos hechos tengan repetición.
Corrupción e informalidad: ingredientes mortales
El caso de Jet Set también pone en evidencia la cultura de informalidad y permisividad que impera en muchos sectores del Caribe. Desde permisos provisionales hasta construcciones improvisadas, son comunes los procesos donde los atajos priman sobre la normativa. En un país donde el turismo y el ocio son frentes clave para la economía, la seguridad estructural no puede seguir siendo un lujo.
El colapso ha puesto en duda las condiciones de otros clubes similares en todo el país. Vecinos de Santo Domingo han comenzado a denunciar problemas similares en lugares que albergan a cientos de personas durante fiestas, eventos religiosos o actividades infantiles. ¿Se tratará de la punta del iceberg?
Una herida que aún sangra
A un mes del colapso, Santo Domingo aún lidia con el trauma colectivo. Las familias continúan velando a sus seres queridos, mientras los tribunales procesan las primeras denuncias y el congreso analiza a paso lento reformas estructurales.
Lo ocurrido en Jet Set es un clamor de alerta sobre la urgencia de regular el uso y funcionamiento de lugares de alta concentración de personas. En palabras de un superviviente entrevistado por la televisión local: “No debe morir más gente por ignorar una gotera”.
El dolor de hoy debe convertirse en la determinación de mañana. Una sociedad que bailaba con alegría todos los lunes, ahora danza en silencio con la memoria de más de 200 vidas que merecían regresar a casa después de una fiesta. Que esta tragedia no caiga, como el techo de Jet Set, en el olvido.