Estados Unidos vs. China: el frente estatal en la nueva Guerra Fría comercial

Cómo legislaturas estatales lideradas por republicanos están reforzando una ola de leyes para limitar la presencia china en ámbitos vitales como la tecnología, los bienes públicos e incluso los lazos culturales

En el último año, al menos 41 estados de EE.UU., liderados principalmente por legislaturas republicanas, han presentado e impulsado más de 240 propuestas legislativas para limitar la influencia de China en territorios estadounidenses. Lo que comenzó como una cuestión federal de política exterior bajo el mandato de Donald Trump, se ha convertido en una cruzada descentralizada que involucra desde drones hasta camisetas promocionales, apps chinas, relaciones culturales hermanadas y hasta trasplantes médicos.

De aliados económicos a adversarios políticos

Durante las últimas décadas, las relaciones entre Estados Unidos y China se caracterizaban por un pragmatismo económico: apertura comercial, inversiones bilaterales y acuerdos de cooperación en diversas industrias. Sin embargo, esta era de globalización aperturista comenzó a resquebrajarse con la llegada al poder de Donald Trump en 2016. Su gobierno impuso aranceles históricos —hasta del 145% en algunos casos— a productos chinos argumentando prácticas desleales de comercio y robo de propiedad intelectual.

Hoy, ese giro de paradigma no ha hecho más que intensificarse. Lo que fue una guerra comercial federal ahora se ha descentralizado a nivel estatal.

El “paquete de defensa contra la China comunista”

La gobernadora de Arkansas, Sarah Huckabee Sanders, se convirtió en una de las voces más firmes del movimiento. En 2024, su administración impulsó un paquete legislativo bajo el nombre simbólico de “Defensa contra la China Comunista” que restringe desde inversiones chinas en tierras agrícolas hasta la compra de camisetas o tazas hechas en China con fondos públicos. Incluso prohíbe relaciones de ciudades hermanas entre municipios del estado y regiones chinas.

“O lidera EE.UU. o lo hace China. Yo quiero que sean los Estados Unidos”, sentenció Sanders al promulgar las medidas.

De Kansas a Tennessee: la cruzada se expande

Otros estados han seguido la misma línea, incluido Kansas, donde una nueva ley prohíbe el uso de inteligencia artificial y equipos médicos provenientes de China en dependencias del estado. El líder de la Cámara de Representantes, Chris Croft, un coronel retirado del ejército, promovió otra legislación que limita la propiedad de terrenos a menos de 160 km de instalaciones militares por parte de extranjeros de “naciones adversarias” como China, Irán, Cuba o Corea del Norte.

En Tennessee, se vetó que los seguros de salud estatales cubran trasplantes de órganos provenientes de China o realizados en su territorio, alimentando preocupaciones éticas sobre el origen de esos órganos (una cuestión recurrente por denuncias de extracción forzada en ese país).

El factor geopolítico: una lucha multisectorial

Las motivaciones varían. Algunos políticos apuntan al espionaje cibernético, la defensa de infraestructura crítica, el proteccionismo económico o el control de la tierra agrícola. Otro factor clave fue el sobrevuelo de un globo de vigilancia chino en 2023 sobre espacio aéreo estadounidense, lo que catalizó un enfoque más agresivo incluso a nivel local.

“Existe la percepción de que cualquier inversión china puede implicar ciberespionaje o amenazas alimentarias locales”, explica la profesora Sara Newland del Smith College.

Impacto limitado, pero visceral

No todos están convencidos de la eficacia de estas leyes. Según el Departamento de Agricultura de EE.UU., las tierras agrícolas poseídas por intereses chinos, norcoreanos, iraníes o cubanos representan menos del 1% del total nacional (alrededor de 277,000 acres en el caso de China). Aun así, la retórica poderosa domina el discurso.

David Adkins, del Council of State Governments, destaca que para los políticos esta línea dura ofrece réditos sin costos: “No hay consecuencias electorales por vilipendiar a China”.

Símbolos versus soluciones

En Dakota del Norte, el debate estalló cuando una empresa china intentó adquirir tierras cercanas a una base aérea. Aunque algunos legisladores presionaron para eliminar inversiones estatales en empresas chinas, los votantes observaron contradicciones: “Probablemente todos usamos corbatas hechas en China”, dijo el senador republicano Dale Patten durante una audiencia.

Este señalamiento pone bajo la lupa cuán dependiente es aún EE.UU. de productos chinos, incluso tras discursos incendiarios o intentos de ‘desacoplamiento’ económico.

Tecnología, IA y TikTok en la mira

Uno de los frentes más persistentes es el tecnológico. Muchos estados han comenzado a prohibir el uso de la app TikTok en dispositivos oficiales, al calor de temores por filtración de datos. Además, se están auditando programas escolares de tecnología para eliminar piezas de hardware o software de origen chino.

En Kansas, por ejemplo, se prohíbe usar IA china en hospitales y unidades estatales. Y en universidades como la North Dakota State College of Science se usan drones de origen chino en clases de ingeniería... bajo creciente escrutinio.

¿Disuasión real o solo simbolismo político?

Para John David Minnich, profesor de China moderna en la London School of Economics, estas leyes responden más al lobby estratégico que a presiones sociales genuinas. “No es movimiento popular, sino político”, afirmó.

Y en términos de impacto real, algunos expertos argumentan que solo una política federal integrada, como la impuesta por los aranceles de Trump, puede modificar de fondo la relación económica con China. De lo contrario, estas medidas estatales son en gran medida simbólicas y con muy poca repercusión en Pekín.

Una nueva Guerra Fría cultural y legal

Más allá del comercio o la tecnología, esta cruzada estatal también ha tocado aspectos culturales. Las cancelaciones de acuerdos de ciudades hermanadas, como en Little Rock, Arkansas, impactan el pansinismo diplomático. Estos lazos —impulsados desde los años 70 tras el ping-pong diplomacy— fomentaban intercambios escolares, expositivos y artísticos.

Romper estos vínculos refleja un clima más amplio de desconfianza sistémica hacia cualquier contacto con entidades del Partido Comunista Chino, por inocuo que parezca.

El futuro del desacoplamiento local

La pregunta sigue abierta: si algún futuro acuerdo federal volviese a distender relaciones con China, ¿estas leyes estatales quedarían como fósiles de una era paranoica o como herramientas permanentes de una política exterior localizada?

Kyle Jaros, investigador sobre China y política estatal en EE.UU., lo resume así: “Los estados tienen preocupaciones legítimas sobre ataques cibernéticos, pero muchas de estas medidas, como limitar hermanamientos o prohibir souvenirs chinos, difícilmente fortalezcan la seguridad nacional”.

Y mientras tanto, el avance sigue. La marea legislativa contra China, impulsada además por el fervor electoral de cara a 2025, parece apenas haber empezado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press