Francisco, el Papa de los márgenes: su cruzada por los migrantes y el planeta
Una mirada a la firme defensa de Francisco por los desplazados del mundo y su lucha en favor de la justicia social y ecológica
El papa que puso a los olvidados en el centro del Evangelio
Desde su elección al trono de San Pedro en marzo de 2013, el Papa Francisco dejó en claro que su pontificado sería diferente. No solo por ser el primero latinoamericano y jesuita que asumía el papado, sino por redefinir las prioridades de la Iglesia Católica con una visión profundamente humana, social y ecológica.
La defensa de los migrantes y la preocupación por el medio ambiente se convirtieron en piedras angulares de su mensaje pastoral. Francisco —también conocido como Jorge Mario Bergoglio— fue incansable en denunciar las injusticias estructurales que desplazaban a millones y hacía visibles a poblaciones históricamente ignoradas.
El drama de los migrantes: lágrimas en Lampedusa y esperanza en Lesbos
Uno de los gestos más poderosos del pontificado ocurrió el 8 de julio de 2013, cuando Francisco eligió como su primer viaje pastoral fuera de Roma la isla italiana de Lampedusa, epicentro del drama migratorio en el Mediterráneo. Allí, lamentó la “globalización de la indiferencia” y denunció la falta de compasión de un mundo que asiste con frialdad a miles de muertes en el mar.
“¿Dónde está tu hermano?”, preguntó durante la homilía, citando el pasaje de Caín y Abel para enfatizar que todos somos responsables de los más vulnerables.
En abril de 2016, repitió el gesto en Lesbos, Grecia, al visitar un campo de refugiados en medio de una crisis sin precedentes provocada por la guerra en Siria. Sin previo aviso, regresó al Vaticano con tres familias musulmanas a bordo del avión papal. “Una gota de agua en el mar —dijo—, pero tras esta gota, el mar ya no será el mismo”.
Un mensaje firme: no se puede ser cristiano y construir muros
Durante una Misa en Ciudad Juárez, México, en febrero de 2016, Francisco reflexionó sobre el “drama humano de la migración forzada” y pidió corazones abiertos. Sus palabras resonaron más aún cuando, de regreso al Vaticano, respondió a una pregunta sobre el entonces candidato Donald Trump y su promesa de construir un muro en la frontera: “Una persona que solamente piensa en hacer muros, y no en hacer puentes, no es cristiana”.
Trump calificó esa opinión de “vergonzosa”, comenzando una larga historia de diferencias entre ambos líderes.
Contra las devoluciones en caliente y los “campos de concentración” en Libia
En octubre de 2021, Francisco volvió a alzar la voz. Esta vez, declaró que devolver migrantes a países inseguros, como Libia, donde enfrentan condiciones inhumanas, es una “violación grave de los derechos humanos”. Describió los centros de detención en ese país como “verdaderos campos de concentración”.
La Organización Internacional para las Migraciones estima que más de 30,000 personas han muerto en el Mediterráneo desde 2014.
Un choque de visiones con el regreso de Trump
Luego de que Donald Trump volviera a la Casa Blanca en 2024, impulsado por un discurso antinmigrante, Francisco criticó duramente sus políticas. En febrero de 2025, calificó los planes de deportación masiva de EE.UU. como “una desgracia”. Dirigiéndose a los obispos estadounidenses, advirtió que esa estrategia “daña la dignidad de hombres y mujeres” que solo buscan escapar de la miseria o persecución.
El entonces ‘zar de fronteras’ estadounidense respondió señalando que el Vaticano está rodeado de muros. Francisco, sin ceder terreno, mantuvo su llamado a una acogida humanitaria y digna.
El “Laudato Si’”: ecología, fe y justicia social
Pero no solo colocó a los migrantes en el centro de su acción. En 2015, meses después de consolar a víctimas del tifón Haiyan en Filipinas, lanzó su revolucionaria encíclica Laudato Si’: un llamado urgente a salvar el planeta que denunciaba un modelo económico “estructuralmente perverso” por destruir la Tierra.
Fue el primer documento pontificio completamente dedicado al medio ambiente. En él, Francisco promovió el concepto de “ecología integral”, donde el cuidado de la tierra está profundamente conectado con la justicia social, la pobreza, la exclusión y los derechos humanos.
En palabras del biógrafo Austen Ivereigh: “Desde el principio, entendió que había tres relaciones que regenerar: con Dios, con la creación y entre nosotros”.
De escéptico a referente en la causa ecológica
Francisco admitió que no siempre tuvo esta conciencia ambiental. En el libro Let Us Dream (2020), confesó que durante la conferencia de obispos latinoamericanos en Aparecida (2007), le molestaba la insistencia de los prelados brasileños en hablar del Amazonas. Sin embargo, al redactar el documento final, quedó “convertido” ante las denuncias de depredación ambiental y la defensa de los pueblos originarios.
Ese cambio marcó el inicio de una agenda papal incluyente: en 2019 convocó el Sínodo de la Amazonía y exigió una Iglesia más comprometida con los pueblos nativos, la biodiversidad y la lucha contra las industrias extractivas destructivas.
Una visión global: todo está conectado
Francisco veía la degradación ambiental como síntoma de una enfermedad más profunda: la cultura del descarte. “Todo está conectado”, afirmaba, al mostrar cómo la deforestación, el cambio climático, la migración forzada y la injusticia social eran manifestaciones de un mismo sistema desequilibrado.
El papa actualizó Laudato Si’ en 2023 con la exhortación Laudate Deum, en la que fue aún más tajante: culpó directamente a las naciones del norte global, como EE.UU., por ser responsables mayores del calentamiento. También lamentó la negación en algunos sectores de la Iglesia.
La herida abierta con su tierra natal
A pesar de haber nacido en Buenos Aires en 1936 y haber sido una figura clave del catolicismo argentino, Francisco nunca volvió a pisar su país como papa. Durante doce años recorrió el mundo pero evitó ir a Argentina, lo que generó malestar en algunos sectores.
“Es triste. Deberíamos estar orgullosos de tener un papa argentino”, dijo Ardina Aragón, una vieja amiga del barrio de Flores. Las tensiones con el peronismo kirchnerista y el gobierno libertario de Javier Milei alimentaron especulaciones.
En 2023, Milei llamó a Francisco “imbécil” y “representante del maligno”, aunque moderó su discurso tras asumir la presidencia. La reunión entre ambos en 2024 en el Vaticano fue “cordial”, pero aún distante.
El “papa de los pobres” y el legado imborrable
Francisco fue, sobre todo, un papa de la periferia. Desde su infancia en un barrio de clase media, hasta sus servicios como “obispo de las villas” en Buenos Aires, siempre tendió la mano a los marginados. Durante su pontificado, reforzó ese compromiso con palabras, gestos y políticas que rompieron el silencio cómodo de las cúpulas eclesiales.
“Nos ayudó a encontrar a Dios”, dijo Angela Cano, una vecina de Villa 21-24, al recordar sus misas cuando era cardenal. Su estilo pastoral transformó no solo la Iglesia, sino también múltiples conciencias alrededor del mundo.
Aunque criticado por sectores conservadores, su visión de una Iglesia cercana a los excluidos marcó una huella en el siglo XXI. Como resumió el periodista Sergio Rubin: “Cultivó una doctrina social que generó oposición, pero también esperanza”.
Francisco murió a los 88 años, dejando como herencia un mensaje claro: los rostros sufrientes del migrante y del planeta no pueden quedar fuera de la historia de la salvación.