Corrupción, justicia e integridad: La polémica renuncia de fiscales federales en el caso contra el alcalde de Nueva York

Tres fiscales renuncian en protesta tras el cierre forzado del caso contra Eric Adams, desatando cuestionamientos éticos sobre la independencia del Departamento de Justicia

Una tormenta de principios en la política neoyorquina

En un giro alarmante dentro del sistema judicial de Estados Unidos, tres fiscales federales del Distrito Sur de Nueva York —Celia Cohen, Andrew Rohrbach y Derek Wikstrom— decidieron renunciar el pasado martes. Esta decisión no fue espontánea ni ordinaria: fue una respuesta directa e indignada a las supuestas presiones del Departamento de Justicia para que admitieran irregularidades como condición para ser reintegrados a sus cargos, tras el súbito cierre del caso de corrupción contra el alcalde Eric Adams.

Una carta que sacude al sistema

"No confesaremos haber hecho algo mal cuando no lo hicimos", escribieron contundentemente en una carta enviada al vicefiscal general Todd Blanche. La misiva fue revelada públicamente por varios medios y su veracidad fue confirmada. En ella, los fiscales recalcan su compromiso con los principios fundamentales de la justicia: "No abandonaremos este principio por conservar nuestros empleos. Renunciamos".

Este gesto de dignidad profesional ha puesto bajo escrutinio no solo la integridad del sistema judicial en Nueva York, sino también la posible politización de decisiones jurídicas desde Washington.

El caso Adams: mucho más que una simple acusación

Eric Adams, alcalde demócrata de Nueva York, había sido acusado en 2023 de aceptar contribuciones ilegales y beneficios de viaje por parte de un funcionario turco, cuando aún era presidente del distrito de Brooklyn. El caso parecía tener fundamentos sólidos hasta febrero, cuando inesperadamente, y tras la llegada de nuevos liderazgos en el Departamento de Justicia, se ordenó su cierre.

Pero la decisión no se basó en los méritos del caso. Según diversos reportes, el cierre obedeció a objetivos políticos: Adams, anteriormente crítico de las políticas migratorias del expresidente Joe Biden, podía ser una figura útil para la agenda migratoria de Donald Trump. Emil Bove, entonces vicefiscal general en funciones, sugirió que la persecución de Adams había sido selectiva y politizada.

El silencio ruidoso del Departamento de Justicia

Hasta el momento, el Departamento de Justicia no ha emitido comentarios sobre las graves acusaciones vertidas por los fiscales renunciantes ni ha respondido a las críticas por haber buscado condicionar el retorno de los fiscales a una supuesta "admisión de culpa institucional".

Lo cierto es que estos acontecimientos forman parte de una creciente preocupación nacional en torno a la independencia de las entidades judiciales frente al poder ejecutivo, fenómeno que, si se sigue profundizando, puede minar peligrosamente la confianza pública en el Estado de derecho.

Un juez también alza la voz

El juez Dale E. Ho, quien revisó el caso, escribió en su resolución de cierre que "no hay evidencia —cero— de que los fiscales tuvieran motivaciones impropias". Esta frase actúa como un escudo ante el intento del departamento de vincular la decisión de los fiscales con errores procesales o falta de ética profesional.

Reacciones dentro y fuera del sistema judicial

Danielle Sassoon, fiscal interina en su momento al frente del caso, renunció anteriormente acusando un "quid pro quo" por parte de la administración. Su renuncia fue el primer indicio público de una lucha de principios dentro del sistema legal federal. Luego la siguieron otros fiscales y finalmente, estos tres que han roto su silencio con una declaración pública sin precedentes.

“Cuando los principios fundamentales son aplastados por la conveniencia política, uno tiene que decidir si quiere seguir en una institución por costumbre o retirarse por convicción”, escribió un exfiscal federal en una columna de opinión en el New York Times.

Una crisis de confianza institucional

Este evento no puede analizarse como un acontecimiento aislado. Se suma a una secuencia de decisiones polémicas y denuncias de interferencia política en procesos judiciales desde distintas administraciones. El sistema de justicia estadounidense está diseñado para ser apolítico, pero la práctica reciente sugiere algo muy distinto.

Cabe recordar que uno de los pilares del sistema judicial de EE. UU. es la figura del fiscal independiente, un mecanismo históricamente utilizado para garantizar que las investigaciones sensibles no se vean contaminadas por intereses políticos. La forma en la que fue manejado el caso Adams parece apartarse de esa tradición.

Los nuevos liderazgos amplían la brecha

Jay Clayton, nuevo fiscal jefe del distrito sur de Nueva York y expresidente de la SEC designado originalmente por Trump, asumió el mismo día que se hizo pública la carta de los fiscales. Su llegada ha sido interpretada por muchos como una señal del endurecimiento del control político sobre instancias generalmente independientes.

El hecho de que su nombramiento coincida con las exigencias condicionadas hacia Cohen, Rohrbach y Wikstrom no pasó desapercibido. La pregunta ahora es si Clayton continuará por el camino de presionar la lealtad institucional por encima de la autonomía profesional de los fiscales federales.

Fiscales como guardianes éticos

La decisión de los tres fiscales renunciantes también lanza un mensaje claro a las nuevas generaciones del sistema judicial: la integridad no tiene precio. Frente a una creciente ola de desconfianza hacia las figuras públicas, principalmente tras años de polarización política extrema, estas renuncias reafirman que aún existen figuras dispuestas a anteponer sus principios a su carrera.

"Lo único que mantiene vivo al sistema judicial es la confianza pública. Si eso se erosiona, no somos más que burócratas con toga", dijo una vez Robert Jackson, fiscal general bajo Franklin D. Roosevelt. Y lo que estamos presenciando hoy en Nueva York debería preocuparnos a todos.

¿Independencia judicial, una ilusión rota?

La presión a los fiscales por parte del gobierno federal para retractarse de sus decisiones jurídicas y pedir disculpas está tan alejada de la práctica aceptable como lo está la manipulación abierta del sistema legal. Más aún si esos fiscales actuaron conforme a las reglas del oficio y sin motivaciones políticas evidentes, como confirmó el juez Ho.

Si estos casos continúan acumulándose sin consecuencias, podríamos estar normalizando un sistema donde la justicia esté al servicio del poder y no de los ciudadanos.

Un precedente inquietante para futuras investigaciones

Este episodio crea un precedente inquietante para futuros fiscales, especialmente aquellos enfrentando casos que podrían incomodar a la clase política. Deja en el aire una amenaza velada: si incomodas a la administración, tendrás que pagar el precio incluso si estás haciendo tu trabajo correctamente.

Desde Watergate pasando por Iran-Contra hasta llegar al Russiagate, Estados Unidos ha recurrido siempre a la integridad de sus fiscales para atravesar algunas de sus crisis políticas más oscuras. Que hoy se vea comprometida esa integridad por presiones jerárquicas nos recuerda que ninguna democracia es inmune al deterioro institucional.

¿Dónde está el punto de inflexión?

La batalla por la ética en el sistema judicial está más viva que nunca. Los fiscales Cohen, Rohrbach y Wikstrom quizás ya no tengan sus oficinas en el emblemático edificio del Distrito Sur, pero su carta se ha convertido en un símbolo potente de resistencia y de advertencia.

Mientras tanto, Eric Adams sigue en su cargo como alcalde de Nueva York, sin enfrentar proceso alguno. Pero la sombra del caso abandonado —y de la forma en que fue abandonado— seguirá pesando sobre su administración. Y sobre el Departamento de Justicia.

La pregunta que queda es simple: ¿Quién vigila a los vigilantes?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press