China toma el volante del futuro automotriz: La revolución de los vehículos eléctricos y su impacto global

Del dominio nacional al protagonismo internacional, así está cambiando el juego la industria automotriz china

Un momento decisivo en Shanghái

La exposición automotriz de Shanghái no es solo una vitrina para los últimos modelos de autos: se ha convertido en el escenario global donde se pelea la supremacía tecnológica, medioambiental y comercial de una industria que vive una acelerada transición. Mientras fabricantes históricos luchan por mantenerse relevantes, China, con titanes como BYD, Geely y Great Wall Motors, no solo domina su mercado interno, sino que invade con fuerza el terreno internacional. Este cambio de paradigma está reconfigurando el poder de la movilidad mundial.

La era del coche eléctrico: de respaldo a protagonista

Los vehículos eléctricos (EVs) son la piedra angular de la estrategia china para reinventar su sector automotor. En 2023, las ventas de vehículos de nueva energía (eléctricos y híbridos) aumentaron un 40%. China vendió más de 31 millones de vehículos en total, con los EVs ganando cada vez más terreno, ya superando a las ventas de autos con motores de combustión en varias regiones.

BYD, que comenzó fabricando baterías, destronó a Tesla como el mayor fabricante de autos eléctricos en volumen. No es una exageración. En 2023 reportó ingresos por encima de los 100.000 millones de dólares, lanzó un sistema de carga ultrarrápida que recarga en 5 a 8 minutos, y planea instalar más de 4.000 estaciones de carga de este tipo en todo el territorio chino.

Del ensamblaje compartido a la hegemonía tecnológica

El crecimiento de los fabricantes chinos no se dio por generación espontánea. Desde la década de 1980, el gobierno chino exigió a los fabricantes extranjeros como Volkswagen, General Motors, Toyota y Ford crear alianzas con firmas locales para tener acceso al mercado. Esto permitió a las automotrices chinas interiorizar tecnología y generar cadenas de suministro sofisticadas.

Hoy, esas empresas locales son competidoras, no aprendices. Marcas como Geely, que compró Volvo y parte de Daimler, o el caso de Denza, una alianza entre BYD y Mercedes-Benz, ejemplifican cómo los chinos ahora exportan innovación y lujo en vez de absorberlo.

La jungla automotriz: tarifas, rivalidad y adaptación global

La expansión china no ha estado exenta de conflictos. La guerra comercial entre EE.UU. y China reactivada por el expresidente Donald Trump, con tarifas que alcanzan hasta el 145% a productos chinos, incluidos automóviles, ha complicado las exportaciones. Pero el gigante asiático encuentra formas de sortear los obstáculos: localizando fábricas en Europa, Sudamérica y el Sudeste Asiático, replicando el movimiento que hicieron marcas japonesas hace décadas ante la presión comercial estadounidense.

Zhou Lijun, del Instituto Yiche Research, define a la feria de Shanghái como una lucha por la supervivencia del más adaptado. Y ese “más adaptado” cada vez más se traduce en fabricantes versátiles, eléctricos, rápidos y con ambición global.

Ventaja disruptiva sin lastre del pasado

Las automotrices chinas tienen un as bajo la manga: no tienen fábricas repletas de autos a gasolina o estructuras anticuadas de décadas por modernizar. Su nacimiento en esta nueva era permite adaptar modelos rápidamente al gusto local e integrar la tecnología de manera orgánica desde su concepción.

Geely, a través de su marca de EVs Zeekr, ha mostrado esta agilidad. El vicepresidente de diseño global, Stefan Sielaff, lo explica así: “Podemos reaccionar inmediatamente a la demanda del mercado, a las necesidades del consumidor… hemos hecho la mayoría de estos vehículos en dos años”.

Occidente reacciona (aunque lentamente)

El avance chino ha encendido las alarmas en Europa y América. Diversos países han impuesto restricciones a la importación de vehículos chinos, alegando preocupaciones de seguridad nacional. Un informe del Rhodium Group indica que casi la mitad de los mercados globales tienen algún tipo de barrera o desconfianza hacia la tecnología china, especialmente en lo que se refiere a software y conectividad integrada en automóviles.

“Aproximadamente un 12% del mercado global sigue siendo accesible para China, incluyendo lugares como Australia, Sudáfrica y Rusia”, señala el informe. Aunque Rusia es un gran cliente, su mercado muestra signos de estar cerca de la saturación.

¿Una revolución verde o una estrategia geopolítica?

El impulso hacia los EVs no es meramente ecosostenible. Aunque las políticas de subsidios para chatarrizar vehículos viejos y los incentivos fiscales han funcionado, varios expertos señalan que el viraje responde a una búsqueda deliberada de dominación tecnológica e industrial.

La analista Yanmei Xie lo expresó con claridad en Nikkei Asia: “Los fabricantes chinos están electrificando sus líneas no solo por la transición ecológica, sino como ruta directa hacia el dominio tecnológico mundial”.

¿Qué significa esto? Que el “coche verde” no es un fin en sí mismo, sino un vehículo hacia la independencia digital, el liderazgo global en inteligencia artificial, manejo de datos, baterías de litio, automatización y más.

China pisa el acelerador: innovación, diseño y estrategia

La innovación es transversal. No solo hablamos de motores eléctricos. Los modelos chinos traen pantallas más grandes, interfaces más intuitivas, pilotaje asistido y diseños estilizados a precios notablemente menores que un Tesla o un Volkswagen similar. Esta es una de las razones por las que marcas como NIO, XPeng o Zeekr venden ya en Europa —donde el consumidor es más sensible al diseño e innovación— con buena recepción.

China también se ha convertido en la principal productora mundial de baterías, expandiendo su influencia a otro eslabón crítico en la cadena del futuro vehicular.

¿Qué sigue en la carretera global?

  • Adaptación acelerada: Las marcas tradicionales deben reconvertirse más rápido si quieren mantener relevancia. Empresas como Toyota o Volkswagen ya han anunciado proyectos para autos eléctricos “asequibles” de aquí a 2026.
  • Producción localizada: Para evitar tarifas, los fabricantes chinos incrementarán plantas en México, Brasil y Europa. El juego es global.
  • Más competencia, mejor oferta: Si algo ha demostrado esta revolución es que cuando hay más jugadores en la cancha, el consumidor gana. Autos más equipados, bonitos y baratos están dejando obsoletos muchos mitos de “lo chino”.

El tablero se ha girado

Más allá del conflicto geoeconómico y las batallas por tarifas, la mayor pregunta que surge es si Occidente aprende —como lo hizo alguna vez con Japón— a competir creativa, tecnológica y comercialmente con un país que ha hecho de su industria automotriz un caballo de Troya del siglo XXI.

En palabras simples, China no solo produce autos eléctricos: lidera una revolución industrial silenciosa, con el acelerador a fondo, visión a largo plazo y capacidad de respuesta sin igual. Y mientras los reflectores del mundo apuntan a Shanghái, el motor del futuro arranca con acento mandarín.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press