¿Crítica legítima o antisemitismo encubierto? Una mirada a la nueva ola de tensiones en universidades estadounidenses

La compleja frontera entre activismo pro-palestino, antisemitismo y derechos civiles en el campus universitario

Estados Unidos está viviendo uno de los momentos más tensos en materia de antisemitismo desde que la Liga Antidifamación (ADL, por sus siglas en inglés) comenzó a registrar estos incidentes hace 46 años. El reciente informe de la organización revela un dato alarmante: más de la mitad de los 9,354 episodios reportados en 2024 están relacionados con Israel, alimentando una controversia que va mucho más allá de lo religioso o lo político: se trata del corazón mismo de la libertad de expresión, el concepto de seguridad para las minorías y el papel de las instituciones democráticas frente a la polarización.

El salto histórico en cifras

Según el informe publicado por la ADL, ocurrieron 5,422 incidentes relacionados con el conflicto israelí-palestino durante 2024. Esta es la primera vez que eventos ligados a Israel representan más del 50% del total de casos antisemitas en el país.

El aumento es impactante cuando se pone en perspectiva: un incremento del 344% respecto a hace cinco años. Y si bien este fenómeno se da en múltiples niveles y formas —desde vandalismo con esvásticas, hasta amenazas de bomba y agresiones físicas—, el epicentro parece estar situado en los campus universitarios.

La universidad como campo de batalla ideológico

La ADL señala a las universidades como espacios recurrentes de incidentes antisemitas. Muchos estudiantes judíos reportan sentirse inseguros, marginados o directamente atacados en espacios que deberían proteger la libre expresión y el derecho a la identidad.

Rabí Rick Jacobs, presidente de la Unión para el Judaísmo Reformista, lamenta esta situación: “¿Pueden nuestros estudiantes asistir a un Séder con tranquilidad? ¿Pueden sentirse seguros al usar una kipá?” pregunta retóricamente para subrayar el nivel de vulnerabilidad de los jóvenes judíos.

Para muchos líderes judíos, este auge del antisemitismo representa también una oportunidad peligrosa para quienes desde el poder buscan capitalizar el miedo y restringir derechos fundamentales. “Los temores hacia el antisemitismo son reales y legítimos. No queremos ver esos temores utilizados para socavar la democracia” afirmó Amy Spitalnick, directora del Consejo Judío para Asuntos Públicos.

¿Hasta dónde llega la crítica legítima?

Uno de los temas más áridos en este debate tiene que ver con la definición misma de antisemitismo en relación al rechazo de las políticas israelíes o incluso del sionismo. Aunque la ADL se cuida de no considerar toda crítica a Israel como antisemita, sostiene que la vilificación del sionismo se traduce a menudo en antisemitismo.

Esta postura ha generado muchas fricciones, incluso dentro del propio mundo judío. Críticos del sionismo y de las políticas israelíes, entre ellos académicos y defensores de derechos humanos judíos, denuncian que se está difuminando intencionadamente la línea entre crítica política y odio étnico.

“La crítica a un Estado, a sus políticas o a un movimiento ideológico no puede ni debe recaer automáticamente en la categoría de odio religioso”, afirma Peter Beinart, prominente intelectual judío y crítico del actual rumbo de la ADL. Para él, la organización está sacrificando su historial como defensora de las libertades civiles al alinearse con una narrativa cada vez más autoritaria.

El caso Mahmoud Khalil: libertad de expresión en juego

El arresto y posible deportación de Mahmoud Khalil, un estudiante y portavoz de activistas pro-palestinos en la Universidad de Columbia, ejemplifica la tensión entre los derechos individuales y la supuesta lucha contra el antisemitismo.

Khalil lleva detenido desde el 8 de marzo de 2024, sin cargos criminales formales, por expresar posturas contrarias al gobierno de Israel. Su situación ha provocado un profundo malestar no solo entre activistas pro-palestinos, sino también entre líderes judíos que consideran que la legalidad se está utilizando como arma contra la disidencia.

Lo que ha mantenido seguros a los judíos es el respeto por la ley. Si se mina ese principio para los palestinos, se quebrará para todos”, advirtió el rabí Jacobs.

La postura ambigua de la ADL

La ADL ha sido objeto de críticas no solo por su interpretación del antisemitismo, sino también por su proximidad a políticas impulsadas por la administración de Donald Trump. La organización fue acusada de celebrar la decisión de Columbia de ceder a presiones oficiales para disciplinar a activistas antiisraelíes.

El profesor James Schamus, académico judío en Columbia, lidera una carta firmada por varios docentes en contra de la complicidad de la universidad con dichas políticas. “El silencio o la complicidad en tiempos de injusticia es una traición al legado democrático que tanto decimos defender”, afirmó Schamus.

Incluso el columnista del Washington Post, Matt Bai, escribió de forma mordaz sobre este giro de la ADL: “No puedes denominarte una organización de derechos civiles mientras apruebas la deportación de quienes simplemente piensan diferente”.

Jonathan Greenblatt busca rectificar el rumbo

Ante el aluvión de críticas, Jonathan Greenblatt, CEO de la ADL, escribió un artículo para eJewishPhilanthropy donde intentó distanciarse de algunos aspectos de la cruzada anti-activista del gobierno.

Debemos juzgar a las personas por crímenes reales, no por ‘crímenes de pensamiento’”, afirmó. Y añadió: “Podemos proteger los derechos de los estudiantes judíos sin sacrificar los derechos de quienes protestan pacíficamente”.

Más allá de Israel: el mapa del antisemitismo en EE.UU.

Aunque los incidentes relacionados con Israel representaron el 58% del total, el resto de los datos también son alarmantes:

  • 196 agresiones físicas, aunque ninguna con resultado fatal.
  • 2,606 actos de vandalismo, el 37% marcados con símbolos nazis.
  • 647 amenazas de bomba, principalmente a sinagogas.
  • Incidentes en los 50 estados y en Washington D.C.
  • Más del 10% de los ataques sucedieron en la ciudad de Nueva York.
  • 962 eventos de propaganda antisemita vinculados a grupos supremacistas blancos —el 94% procedentes de tres organizaciones: Patriot Front, Goyim Defense League y White Lives Matter.

¿Qué dice esto sobre el futuro de la tolerancia?

Lo cierto es que estamos ante un momento crítico en la historia reciente de la convivencia en Estados Unidos. Las cifras hablan de un incremento real en manifestaciones de odio antisemita, pero también estamos frente a un uso estratégico de ese temor para justificar excesos legales y restricciones a la protesta legítima.

Como señala Greenblatt, la solución no está en tachar a todos los críticos de antisemitas, ni en criminalizar la oposición política. Tampoco está en permitir agresiones a los estudiantes judíos o ignorar el crecimiento de la ultraderecha. Está en garantizar que la legalidad, la libertad de expresión y el respeto mutuo sean pilares innegociables.

En palabras de Amy Spitalnick: “La mayoría de los judíos estadounidenses pueden creer que dos cosas son ciertas al mismo tiempo”.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press