El cónclave secreto: ritos, votos y la mística elección del nuevo Papa

De humo blanco y silencios sagrados: el ancestral proceso que define el futuro del Vaticano

¿Qué ocurre cuando muere un Papa? Para los más de 1.300 millones de católicos repartidos por todo el planeta, el fallecimiento de un Sumo Pontífice no solo representa el fin de una etapa espiritual, sino también el inicio de un ritual milenario que fusiona liturgia solemne, políticas vaticanas e intrigas silenciosas. A continuación, te llevamos tras los muros del Vaticano para descubrir el proceso del cónclave, esa profunda e histórica maquinaria que activa la elección del nuevo líder de la Iglesia Católica.

El inicio del "Sede Vacante"

El término "sede vacante" (del latín sede vacía) designa el periodo que comienza tras la muerte o renuncia de un Papa y que finaliza con la elección de su sucesor. Todo empieza con un acto solemne: el camerlengo, el cardenal designado para este rol, debe verificar formalmente la muerte del pontífice—sí, incluso hoy, eso significa una confirmación médica acompañada de una tradición simbólica que en el pasado incluía golpear suavemente la frente del Papa con un martillo de plata y llamarle por su nombre bautismal.

Actualmente el camerlengo es el cardenal Kevin Farrell, de origen irlandés y nacionalizado estadounidense. Su cargo consiste en administrar temporalmente los asuntos del Vaticano, sellar el apartamento papal y preparar el aparato eclesiástico para lo que viene: el funeral y, posteriormente, la elección del nuevo Papa.

El funeral del Papa y la novena de duelo

Entre el cuarto y sexto día después del fallecimiento, se celebra el funeral papal. Desde 2024, el Papa Francisco ha introducido reformas en los ritos funerarios, queriendo resaltar su papel de "obispo de Roma" más que de cabeza del Estado Vaticano. Él mismo ha solicitado ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, donde se encuentra la icónica imagen de la Virgen Salus Populi Romani.

Después del funeral, comienzan los "novendiali", nueve días de misas y luto oficial. Durante este tiempo, todos los cardenales del mundo tienen tiempo para trasladarse a Roma. Son los únicos encargados de elegir al nuevo Papa, aunque solo los menores de 80 años tienen derecho al voto.

¿Quiénes pueden votar?

Según las normativas actuales (establecidas por San Juan Pablo II en 1996 y enmendadas dos veces por Benedicto XVI), solo 120 cardenales electores pueden votar, y deben ser menores de 80 años. En 2024, según cifras del Vaticano, hay 136 cardenales que cumplen con ese requisito, aunque el número puede variar si se producen nuevas designaciones o defunciones.

Los mayores de 80 pueden participar en las congregaciones generales, reuniones que anticipan el cónclave y que sirven para debatir los principales desafíos de la Iglesia. Uno de estos encuentros, en 2013, fue lo que catapultó a Jorge Mario Bergoglio como candidato, tras un discurso espontáneo sobre la importancia de llevar la Iglesia hacia las "periferias existenciales".

Los grandes favoritos

Aunque técnicamente cualquier varón católico bautizado puede ser elegido Papa, desde 1378 todos los papas han sido cardenales. Hoy, observadores eclesiásticos señalan a varios 'papabili' como potenciales sucesores del trono de Pedro:

  • Cardenal Pietro Parolin (Italia, 70 años): actual Secretario de Estado del Vaticano, con larga carrera diplomática.
  • Cardenal Luis Antonio Tagle (Filipinas, 67 años): responsable de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, muy cercano a Francisco.
  • Cardenal Matteo Zuppi (Italia, 69 años): presidente de los obispos italianos y destacado por su rol en iniciativas de paz internacionales.
  • Cardenal Christoph Schönborn (Austria, 80 años): teólogo y discípulo de Ratzinger; popular entre los sectores conservadores.
  • Cardenal Marc Ouellet (Canadá, 80 años): dirigió el Dicasterio para los Obispos durante más de una década.

Francisco ha hecho del Colegio Cardenalicio un cuerpo diverso y menos eurocentrista: de los 136 electores actuales, alrededor del 60% han sido nombrados por él, lo que indica que su legado ideológico puede prevalecer en la elección.

Dentro del cónclave: votos, oaths y secreto

El cónclave se celebra en la Capilla Sixtina, entre los frescos de Miguel Ángel. Los cardenales son encerrados y aislados del mundo exterior, sin acceso a teléfonos, internet ni comunicación alguna con el exterior. Se juramentan bajo amenaza de excomunión automática si violan este secreto.

La primera votación tiene lugar la tarde después de la misa que abre el cónclave. De no resultar un elegido, se celebran cuatro votaciones diarias (dos por la mañana y dos por la tarde). Cada voto está inscrito en una papeleta con la frase “Eligo in Summum Pontificem” (Elijo como Sumo Pontífice), y se deposita con juramento solemne.

Si ninguno de los candidatos logra los dos tercios necesarios (adscritos desde Benedicto XVI como condición estricta), los votos se ensartan con hilo y aguja, se anudan y se queman, generando el famoso humo de la Capilla Sixtina.

El ritual del humo: blanco o negro

Una de las imágenes más icónicas del mundo religioso es la fumata desde el Vaticano. Si la votación no logra elegir nuevo Papa, las papeletas se combinan con químicos (perclorato de potasio, antraceno y azufre) para producir humo negro. Si hay Papa, se quema con clorato de potasio, lactosa y resina cloroformada para producir humo blanco.

Además, para despejar confusiones (recordemos que en 2005 hubo dudas sobre el color), hoy se utiliza un sistema de cartuchos electrónicos y campanas de San Pedro que suenan con júbilo cuando finalmente se ha elegido al nuevo Papa.

Habemus Papam

Una vez elegido, el Papa debe aceptar —puede rehusarse, aunque raramente ocurre— y elegir su nombre pontificio. Luego, se viste con la sotana blanca y es presentado al mundo desde el balcón de la Basílica de San Pedro, donde el cardenal protodiácono pronuncia las palabras:
“Annuntio vobis gaudium magnum; habemus Papam!”

El nuevo Papa aparece para ofrecer su primera bendición urbi et orbi (a la ciudad y al mundo). Así concluye uno de los procesos más enigmáticos e intensos de la Iglesia Católica.

Una tradición que perdura

Desde el año 1059, con la reforma de Nicolás II para que solo los cardenales eligieran al Papa, el cónclave permanece prácticamente inalterado en su esencia. Es un momento de alta espiritualidad, pero también un ejercicio político y humano profundo: los cardenales no solo eligen a un líder religioso, sino a un jefe de Estado y a una figura influyente en el mundo actual.

Mientras millones miran a una chimenea para descifrar el futuro de su fe, en el interior del Vaticano se perpetúa una tradición milenaria de introspección, discernimiento y esperanza.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press