Baltimore, diez años después de Freddie Gray: ¿reforma o repetición?

La lucha por la equidad racial y la reforma policial continúa en una ciudad marcada por la desconfianza, la pobreza estructural y un pasado doloroso

Por: Redacción

Un punto de quiebre que no se ha cerrado

Ray Kelly recuerda abril de 2015 como un mes que cambió su vida para siempre. Activista comunitario en el barrio de Sandtown-Winchester de Baltimore, escuchó que un grupo de estudiantes se enfrentaba con la policía tras la muerte de Freddie Gray, un joven afroamericano de 25 años que sufrió heridas de columna mientras era transportado en una furgoneta policial. Gray moriría varios días después en el hospital, y con ello, Baltimore entró en una espiral de protestas, disturbios y una conversación nacional sobre la brutalidad policial y la violencia sistémica contra los afroamericanos.

Diez años después, las cicatrices siguen ahí. Algunas visibles, otras profundas, incrustadas en la cultura institucional y el tejido urbano de una ciudad históricamente golpeada por el racismo estructural.

La historia de Freddie Gray es la historia de Baltimore

Freddie Gray fue arrestado el 12 de abril de 2015 en un área marginalizada de la ciudad bajo cargos nunca aclarados. Fue esposado, encadenado de pies y transportado sin cinturón de seguridad en una furgoneta policial. Durante el trayecto sufrió una grave lesión de columna. Murió el 19 de abril.

La autopsia reveló que la causa fue un "trauma contundente". Ningún oficial fue condenado. Sin embargo, el caso resonó fuertemente a nivel nacional y provocó que el Departamento de Justicia de EE. UU. iniciara una investigación sistemática de la Policía de Baltimore.

El despertar de una ciudad herida

Los residentes de Sandtown-Winchester no estaban sorprendidos por lo ocurrido. Para muchos, fue el resultado inevitable de décadas de políticas racistas: viviendas segregadas, pobreza generacional, escuelas en ruinas, desempleo crónico y vigilancia policial agresiva.

En 1910, Baltimore fue la primera ciudad en EE. UU. que implementó una ordenanza de segregación residencial, prohibiendo a los afroamericanos comprar casas fuera de ciertas zonas. A ello se sumó la epidemia del crack en los años 80 y las redadas masivas bajo el pretexto de la “guerra contra las drogas”. Ray Kelly lo vivió en carne propia: se vio obligado a vender drogas en la secundaria para sobrevivir, cayó en adicción, fue arrestado y, finalmente, logró rehabilitarse para convertirse en activista.

¿Qué ha cambiado realmente?

En 2017, el resultado de la investigación del DOJ fue contundente: la Policía de Baltimore practicaba arrestos arbitrarios, uso excesivo de la fuerza y discriminación racial sistemática. Como consecuencia, se firmó un "consent decree" o decreto de consentimiento, un acuerdo legal para implementar reformas estructurales obligatorias.

  • Capacitación en desescalada y regulación emocional
  • Reducción de arrestos por delitos menores
  • Aumento de las patrullas a pie
  • Programas de conexión entre la policía y los servicios sociales

En abril de 2025, un juez federal desactivó dos de los 17 apartados del acuerdo tras considerar que la Policía de Baltimore había alcanzado un “cumplimiento sostenido”. Entre ellos, los nuevos protocolos para transportar detenidos en furgonetas, la misma situación que provocó la muerte de Gray.

Pero la desconfianza sigue. “Va a tomar años redefinir lo que significa la policía para esta comunidad”, dijo el juez James Bredar en audiencia pública. La cultura organizacional no cambia de la noche a la mañana.

Sandtown-Winchester: una promesa incumplida

En los años 40 y 50, Pennsylvania Avenue era el corazón cultural de la Baltimore afroamericana: clubes de jazz, tiendas elegantes y vida nocturna vibrante. Por sus calles caminaron Billie Holiday y Thurgood Marshall. Hoy, ese esplendor ha desaparecido.

Tras los disturbios por el asesinato de Martin Luther King Jr. en 1968, el barrio cayó en una espiral descendente. El gobierno prometió inversiones: se prometieron millones para viviendas públicas, centros juveniles, programas educativos... pero la mayoría de esos fondos nunca llegaron.

“Diez años después, esto sigue siendo el mismo maldito lugar con los mismos malditos problemas”, afirma Kelly, sentado en su oficina en un antiguo convento, ahora sede del Citizens Policing Project. Su organización busca empoderar a los residentes para participar en la reforma del sistema policial.

En 2021, el cierre del centro recreativo del vecindario eliminó uno de los pocos espacios seguros para los jóvenes. Ryeheen Watson, de 17 años, lo resume así: “Cuando eres de Sandtown, sientes que nada bueno viene para ti. Pero, como estamos en el fondo, solo queda subir”.

¿Y la política?

Freddie Gray fue un catalizador para que nuevas voces afroamericanas se hicieran escuchar en la política local. Dayvon Love, del think tank Leaders of a Beautiful Struggle, afirma: “Antes del levantamiento, nuestras propuestas eran ignoradas. Ahora podemos abogar sin disculpas y con fuerza”.

El alcalde Brandon Scott, primer alcalde joven y progresista en décadas, ha lanzado un plan de $15 millones para renovar el centro recreativo y mejorar las viviendas públicas de Sandtown. Pero reconoce que aún no es momento de celebrar. “El trabajo apenas comienza”, dijo en entrevista reciente.

La amenaza latente de la política nacional

Mientras Baltimore avanza lentamente hacia la justicia racial, enfrenta obstáculos desde el gobierno central. La administración de Donald Trump ha recortado programas federales centrados en la equidad racial y derechos civiles. Con un segundo mandato en desarrollo, los temores se acentúan.

“Estamos retrocediendo. El supremacismo blanco está impregnando la política nacional”, advirtió Billy Murphy, abogado de la familia Gray.

Los manifestantes en todo el país han reaccionado: protestas frente a la Casa Blanca, en Manhattan, en actos conmemorativos de la Guerra de Independencia. La consigna es clara: “No queremos tiranos. No queremos reyes”.

Padres, abuelos y activistas como Ray Kelly insisten en que la historia se repite si no aprendemos de ella. Para él, la muerte de Gray es una herida nacional, no solo local. “Tal vez no deberíamos conmemorar su muerte, sino su cumpleaños”, reflexiona. “El 16 de agosto debería ser recordado como el día en que celebramos la vida de alguien que, sin quererlo, cambió esta ciudad”.

Una década, muchas preguntas

  • ¿Qué significa justicia cuando ningún policía fue condenado?
  • ¿Es suficiente una reforma policial sin compromisos económicos sostenidos en la comunidad?
  • ¿Puede una ciudad avanzar mientras el país retrocede?

La historia de Baltimore tras la muerte de Freddie Gray está lejos de terminar. Pero por primera vez en mucho tiempo, hay una sensación —frágil, sí, pero real— de que las voces negras tienen más poder del que nunca tuvieron. Y eso, por sí solo, ya marca la diferencia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press