¿Una Pascua Unida?: El Anhelo de Unidad y las Fracturas Históricas de la Cristiandad
Por primera vez en años, católicos y ortodoxos celebran la Pascua el mismo día. ¿Es este el primer paso hacia una fecha común o solo una coincidencia cósmica?
Una fecha que une, pero también divide
Luego de más de 400 años de celebrar la resurrección de Cristo en fechas distintas, este año las Iglesias Católica y Ortodoxa celebran la Pascua el mismo día. Aunque podría parecer un evento anecdótico para algunos, para millones de cristianos es un símbolo de esperanza —y, al mismo tiempo, una herida histórica.
¿Por qué no coincidían antes?
El conflicto tiene raíces profundas en la historia eclesiástica. En 1582, el Papa Gregorio XIII implementó el calendario gregoriano, más preciso astronómicamente, sustituyendo el juliano usado hasta entonces. La Iglesia Ortodoxa rechazó el nuevo calendario, conservando el anterior. Desde entonces, las fechas de Pascua han divergido, puesto que ambas confesiones además utilizan sus propios algoritmos eclesiásticos para calcular el equinoccio de primavera y la luna llena, esenciales para determinar la Pascua.
Mientras que el Concilio de Nicea en el 325 estableció que la Pascua debía celebrarse el primer domingo después de la primera luna llena tras el equinoccio de primavera, la diferencia en calendarios ha ocasionado que, en algunos años, las festividades se celebren con hasta cinco semanas de diferencia.
Un llamamiento desde Roma
El Papa Francisco no dejó pasar la oportunidad. En la Basílica de San Pablo, días antes de ser hospitalizado durante cinco semanas, hizo una súplica emocionada ante líderes ortodoxos presentes:
“Una vez más, renuevo mi llamado: que esta coincidencia sirva como señal —un llamado a todos los cristianos para dar un paso decisivo hacia la unidad con una fecha común para la Pascua.”
Esta no es la primera vez que el papa argentino aboga por una fecha única. En 2014, durante su vuelo de regreso desde Turquía, dijo con ironía a periodistas: “Es un poco ridículo: ‘Dime, ¿tu Cristo cuándo resucitó? ¿La semana que viene? Pues el mío fue la semana pasada.’”
Un mensaje de unidad… ¿realizable?
Francisco encuentra un aliado indiscutible en el Patriarca Ecuménico Bartolomé, jefe espiritual de los cristianos ortodoxos. A sus ochenta años, ambos líderes comparten una visión común de unidad. Bartolomé ha calificado la iniciativa como “un verdadero paso para reparar conflictos antiguos.”
Desde la década de 1960, las conversaciones para unificar la fecha han sido recurrentes, aunque sin éxito. El principal obstáculo radica en lo simbólico: aceptar una nueva fecha podría interpretarse como una concesión humillante por parte de alguna de las iglesias.
El arzobispo luterano Heinrich Bedford-Strohm, del Consejo Mundial de Iglesias (WCC), opinó desde Berlín:
“Vivimos en un mundo polarizado y las personas anhelan más unidad. Todas las demás cuestiones —sobre calendarios, tiempos, lunas y estrellas— son secundarias.”
¿Un camino con espinas?
Las diferencias teológicas, políticas y culturales que han separado a católicos y ortodoxos durante siglos no desaparecen con una coincidencia astronómica. La autoridad del Papa sigue siendo vista con recelo por muchas iglesias ortodoxas, especialmente las que han experimentado imposiciones por parte de Roma en siglos pasados.
El contexto actual tampoco ayuda. Rusia, país con la mayor población ortodoxa del mundo, mantiene tensiones severas con el resto del cristianismo debido a su invasión a Ucrania. Incluso las relaciones entre las iglesias ortodoxas autónomas se han deteriorado, como es el caso del cisma entre la Iglesia Ortodoxa Rusa y la Iglesia Ortodoxa de Ucrania, tras el reconocimiento de esta última por parte de Constantinopla en 2019.
El padre Anastasios, en la iglesia de San Dimitrios Loumbardiaris en Atenas, expresó una opinión compartida por muchos fieles:
“Podemos intentar construir puentes, pero no debemos distorsionar nuestra fe ni las tradiciones de nuestros antepasados, ni los dogmas que Cristo mismo nos entregó.”
Desde su punto de vista, muchos ortodoxos perciben los esfuerzos ecuménicos de Roma como cargados de intenciones hegemónicas.
Ejemplos de esperanza: Finlandia y Grecia
Aunque no son la mayoría, existen precedentes concretos de adaptación y unidad. En Finlandia, la Iglesia Ortodoxa decidió desde la década de 1920 adoptar el calendario gregoriano para las festividades pascuales, alineándose con la Iglesia Luterana nacional.
En Grecia, donde viven comunidades católicas minoritarias como en la isla de Syros, los fieles han optado, desde 1970, por celebrar la Pascua junto a la mayoría ortodoxa. Joseph Roussos, católico de Syros de 67 años, lo resume así:
“No era bueno estar divididos. Cuando celebramos juntos, hay gran armonía.”
La armonía a la que se refiere Joseph es palpable. Las iglesias repican sus campanas al unísono, las escuelas y negocios cierran en las mismas fechas, y los vecinos —sin importar su confesión cristiana— comparten festividades en paz.
El símbolo del Concilio de Nicea
La elección de Francisco de mencionar el 1.700 aniversario del Concilio de Nicea no es casual. Aquel concilio, convocado por el emperador Constantino en el año 325, no solo definió la naturaleza divina de Cristo frente a las herejías, sino que buscó homogeneizar muchas prácticas cristianas. La fecha común de Pascua fue precisamente uno de sus frutos.
Que ambas iglesias estén considerando ahora, 17 siglos después, retornar a la intención inicial de Nicea —unidad doctrinal y litúrgica básica— tiene un eco histórico poderoso, y quizás sea una forma de redención teológica.
Tecnología, astronomía y Jerusalén
Un punto donde podría existir consenso es en la propuesta respaldada por el WCC: utilizar cálculos astronómicos modernos basados en tiempo de Jerusalén, para que las diferencias de calendario no afecten a la determinación de la fecha.
La ciudad santa, reconocida tanto por Oriente como por Occidente como el epicentro del cristianismo, proporcionaría un terreno común simbólicamente fuerte. Y la ciencia eliminaría debates administrativos innecesarios.
Hasta el momento, esta idea no ha generado el consenso esperado, pero gana fuerza con cada coincidencia pascual.
¿Qué impide avanzar?
Más allá del desacuerdo técnico y teológico, subyace el peso de la historia. Desde el Gran Cisma de 1054, cuando Roma y Constantinopla rompieron la comunión, la desconfianza ha sido casi constante. Las Cruzadas, los intentos de latinización en territorios ortodoxos y la competencia por la influencia espiritual en comunidades cristianas de los Balcanes y del Mediterráneo han dejado cicatrices profundas.
También juega un papel la autonomía organizativa. Mientras el papa tiene un poder centralizado y jerárquico, el Patriarca Bartolomé no puede imponer decisiones a las iglesias ortodoxas autocéfalas; solo puede sugerir.
¿Qué se necesita para lograr unidad?
- Reconciliación teológica: Diálogo sincero sobre divergencias doctrinales aún vigentes.
- Voluntad política de las iglesias: Tanto en Roma como en Moscú, Atenas, Bucarest, etc.
- Compromiso con la verdad histórica: Reconocer errores mutuos del pasado.
- Una estrategia común utilizando ciencia moderna: Adaptar cálculos astronómicos compartidos.
- Apoyo de las comunidades locales: Donde la unidad práctica ya es una realidad, como en Syros y Helsinki.
¿Ficción o futuro?
¿Está la cristiandad preparada para dejar atrás 1.000 años de división? Tal vez no en su totalidad. Pero pequeñas victorias simbólicas, como celebrar la Pascua en unidad, desmoronan lentamente fronteras milenarias. En tiempos de guerras, polarización y desencanto global, una Pascua compartida podría recordarnos una sencilla verdad: la resurrección es, ante todo, un mensaje de esperanza compartido.