La polémica del regreso de Fort Benning: ¿revisión histórica o revancha política?

La restauración del nombre Fort Benning reabre el debate sobre la memoria histórica militar y los símbolos del pasado confederado

El 15 de abril de 2025, una ceremonia en Georgia selló el retorno del nombre Fort Benning a una de las bases militares más emblemáticas del país. Pero no es simplemente un cambio de letrero o de dirección postal. Esta decisión —ordenada por el secretario de Defensa Pete Hegseth— ha reavivado los antiguos enfrentamientos culturales entre quienes desean dejar atrás las huellas del pasado confederado y quienes consideran que muchos de estos cambios responden a una agenda política que ignora aspectos centrales de la historia militar estadounidense.

¿Por qué se llamó originalmente Fort Benning?

Fort Benning fue establecido en 1918 en las afueras de Columbus, Georgia, y recibió su nombre en honor a Henry L. Benning, ex juez de la Corte Suprema de Georgia y brigadier general del Ejército Confederado durante la Guerra Civil. Benning fue un férreo defensor de la secesión del sur y de los ideales esclavistas. Esta designación, como muchas otras en bases militares del sur estadounidense, se mantuvo por más de un siglo, a pesar de su clara relación con la Confederación.

En 2020, tras las protestas por el asesinato de George Floyd y ante una demanda creciente de asumir una postura crítica ante el racismo estructural, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que ordenó al Pentágono cambiar los nombres de bases militares que honraban a figuras confederadas. En 2023, Fort Benning fue rebautizado como Fort Moore en honor al teniente general Hal Moore y su esposa Julia Moore, conocido por su liderazgo en Vietnam y por reformas en la forma en que el ejército notificaba a las familias de soldados caídos.

De Fort Benning a Fort Moore y vuelta otra vez

El cambio a Fort Moore no solo representó un acto simbólico, sino también una postura institucional. Se convirtió en la primera base militar en llevar el nombre de una pareja, reconociendo tanto el rol del soldado como de su familia. Para muchos, este fue un paso positivo hacia una visión más inclusiva del legado militar estadounidense.

Sin embargo, menos de dos años después, el Departamento de Defensa bajo la administración de Donald Trump y su secretario Pete Hegseth revocaron la decisión. Para evitar violar la legislación vigente que prohíbe homenajear a confederados, encontraron otra figura con el mismo apellido: Fred Benning, un héroe de la Primera Guerra Mundial, galardonado con la Cruz por Servicio Distinguido en 1918.

Fred Benning, oriundo de Nebraska, no tiene relación alguna con el confederado Henry Benning. Después de la guerra, se dedicó a la panadería y fue alcalde de Neligh, su pueblo natal. Según Hegseth, honrar su memoria restituiría el nombre Fort Benning, pero desvinculado del pasado confederado.

¿Un simple tecnicismo o una provocación?

Este movimiento ha sido duramente criticado por sectores académicos e historiadores. ¿Es realmente un homenaje genuino a Fred Benning o una estratagema para revertir la agenda de desconfederatización?

El historiador David Blight, autor de "Race and Reunion: The Civil War in American Memory", declaró al New York Times que “sustituir a un hombre que simbolizaba la supremacía blanca por otro del mismo apellido sin relación alguna crea confusión histórica e impide confrontar el pasado con honestidad”.

Organizaciones como NAACP y SPLC (Southern Poverty Law Center) han alertado sobre esta táctica de "renombrar para mantener" que puede verse como una forma de burlarse del propósito original de la ley de 2020.

Un patrón de reversión histórica

Fort Benning no está solo. Ya en marzo de 2025, Fort Bragg en Carolina del Norte recuperó su nombre original después de haber sido rebautizado como Fort Liberty. Estos cambios reflejan la intención de la actual administración de Trump de desandar lo caminado por iniciativas que buscaban alejar al Ejército de su vínculo con el pasado esclavista y secesionista.

El costo de estos vaivenes no es menor. Según estimaciones del ejército, el cambio a Fort Moore en 2023 costó alrededor de 4.9 millones de dólares, suma que ahora debe ser duplicada o reorganizada para adaptar nuevamente la señalización, uniformes, correspondencia, base de datos militares y materiales académicos.

La batalla por la memoria: ¿qué está en juego?

No estamos ante un simple juego de palabras. Lo que se debate es el modo en que el Ejército —y por extensión, Estados Unidos— elige recordar y representar su historia. Más aún, el asunto trasciende el símbolo del nombre en sí para abarcar temas como:

  • La legitimidad de homenajear a figuras de la Confederación, aún si su rol fue exclusivamente militar.
  • La interpretación moderna del patriotismo: ¿debe basarse en la tradición o en la revisión crítica?
  • El respeto a los compromisos legislativos previos, como la ley de 2020.
  • La percepción internacional sobre Estados Unidos y su batalla interna contra el racismo estructural.

No es casualidad que estas decisiones se produzcan en año electoral, donde el simbolismo puede tener tanto peso como la política concreta. Para la base militar, para sus soldados y la comunidad que la rodea, estos cambios no solo involucran placas y logotipos, sino también pertenencia y orgullo.

El impacto en la comunidad militar y local

Fort Benning —hoy Fort Benning redux— alberga a más de 70,000 personas entre soldados, personal civil y familias. También es la casa de la prestigiosa Ranger School y el comando de entrenamiento de tanquistas. Su entorno económico depende en gran parte de la identidad de la base: anuncios, mapas, calles, comercios, documentación.

Para muchos veteranos, especialmente aquellos con raíces en el sur, el regreso del nombre Fort Benning ha sido motivo de celebración. Pero para otros, es un recordatorio de lo difícil que es avanzar hacia una identidad nacional más inclusiva si los símbolos del pasado se sostienen —aunque alterando sus "justificaciones"—.

¿Y qué pasa con los Moore?

En su memo del 3 de marzo, Hegseth afirmó que la contribución de Hal y Julia Moore sería "reconocida de otro modo" por el Ejército. Hasta la fecha, no se ha especificado qué forma tomará ese homenaje, ni si será proporcional al estatus que previamente se les había conferido.

Esto abre otra puerta al debate: ¿se puede destacar el rol de personalidades que modernizaron mentalidades dentro del ejército sin necesitar deshacer homenajes anteriores?

Una historia en movimiento

La historia no es inmutable. Su interpretación puede evolucionar con el tiempo, y en sociedades democráticas, el modo de recordar también se somete a debate y revisión. Pero cuando esa revisión se convierte en una reacción que busca restablecer lo que recién había sido removido, el proceso se vuelve turbulento, incluso agresivo.

Fort Benning sigue en pie y sus soldados continúan entrenando, pero su nombre —ese símbolo aparentemente banal— es hoy un campo de batalla sobre qué significa realmente ser estadounidense en el siglo XXI.

¿Responderá el Ejército a largo plazo con una política de nombramiento más holística? ¿O seguiremos sumidos en una oscilación de placas y nombres según quién esté en la Casa Blanca?

Lo único cierto es que cada piedra, cada uniforme y cada cartel en Fort Benning cuenta una historia. Y esa historia, como todas, aún está escribiéndose.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press