Tigray tras la guerra: los combatientes olvidados de Etiopía y su lucha por sobrevivir

Miles de excombatientes heridos viven en el abandono, sin atención médica, sin ayudas y sin futuro: la otra tragedia de la guerra

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Una paz que no cura heridas

Desde que terminó la guerra en la región de Tigray, Etiopía, en 2022, miles de antiguos combatientes han intentado recomponer sus vidas. Pero, como tantas veces ocurre después de un conflicto armado, la violencia ha cesado, aunque las heridas permanecen. Literal y figuradamente. Los soldados que combatieron en el conflicto regresan a sus hogares destrozados, física y emocionalmente, en comunidades sin recursos y con sistemas sanitarios colapsados o inexistentes.

El rostro de la posguerra: Chandera Weldesenbet

Chandera Weldesenbet, excombatiente de 41 años, vive postrado en su cama con esquirlas de metal aún incrustadas en su cuerpo. Dos años después del final de la guerra, aún espera una cirugía que nunca llega. Vive en el pueblo tigrayano de Quiha, donde los servicios médicos especializados simplemente no existen.

"Cuando pienso en mi futuro y en cómo criar a mi hijo en estas circunstancias, siento desesperanza", declara Chandera. Su testimonio resume la tragedia de miles como él, atrapados entre la necesidad de rehacer sus vidas y la indiferencia institucional tras el conflicto.

Una montaña de mutilaciones sin respuesta

Según Temesgen Tilahun, comisionado de la Comisión de Rehabilitación Nacional de Etiopía, hay más de 43,000 excombatientes tigrayanos, muchos de ellos con discapacidades físicas. Durante la guerra, hospitales y clínicas fueron bombardeados o abandonados. A día de hoy, la mayoría sigue inoperativa.

El centro de ortopedia y fisioterapia de Mekele, capital regional de Tigray, es prácticamente el único lugar que ofrece algún tipo de atención. Birhane Teame, su director, destaca que han brindado 180,000 servicios desde su inicio, aunque 65,000 de ellos se concentraron solo en los últimos tres años, reflejando la urgencia actual.

“Estamos desbordados. Pedimos a las organizaciones internacionales que nos ayuden a aliviar esta carga”, implora Teame.

La vida tras la prótesis

Hiluf Haile, de 24 años, logró acceder a una prótesis en Mekele. Pero la mayoría no tiene esa suerte. Muchos amputados viven sin acceso a atención médica, arrastrándose por comunidades destruidas, sin infraestructuras adaptadas, sin empleo, sin futuro.

“Sobrevivimos pidiendo limosna. Somos las cicatrices visibles de esta guerra”, afirma Haile con resignación.

El precio de la movilidad

Otro caso estremecedor es el de Tesfaye Kiros, un veterano de 31 años al que se le amputó la pierna. Fue seleccionado por una iniciativa dirigida por la diáspora tigrayana, Rescue & Oasis Actions for the Disabled of War, para recibir una bicicleta eléctrica de tres ruedas. Sin embargo, ante la falta de trabajo y comida, se vio forzado a venderla para alimentar a sus hijos.

“La moto me habría ayudado mucho”, lamenta. Hoy mendiga en una estación de autobuses de Mekele, soñando con regresar a su pueblo natal de Zalambessa, algo imposible debido a las tensiones actuales entre Etiopía y Eritrea.

Más allá del campo de batalla: la marginación

La situación en Tigray es una alerta para el mundo. La comunidad internacional, que suele movilizar ayuda durante los conflictos, muchas veces olvida el largo proceso de reconstrucción —social, médica y psicológica— que requiere la paz. El gobierno regional de Tigray ha pedido apoyo urgente al gobierno federal en Addis Abeba y a actores internacionales.

Gebrehiwot Gebrezgiabher, comisionado de gestión de riesgos para desastres en Tigray, afirma: “Tenemos demasiadas personas con discapacidades que necesitan medicamentos. La situación es extremadamente grave. No podemos con todo sin más apoyo financiero”.

Ayuda internacional: promesas sin cumplir

El Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) ha colaborado con el centro ortopédico de Mekele desde hace tres décadas, pero sus recursos son insuficientes. Además, los recortes en la ayuda global, especialmente provenientes de Estados Unidos y otras potencias tras la pandemia, han dejado un vacío en la financiación humanitaria para regiones como Tigray.

Los donantes parecen haber pasado página, mientras que miles de excombatientes no pueden caminar, trabajar ni vivir con dignidad.

¿Reintegración militar o solución estructural?

Una de las medidas propuestas por el gobierno etíope ha sido reincorporar a muchos de los excombatientes a las fuerzas armadas. Pero esta acción ha sido criticada por organizaciones humanitarias que temen una vuelta al conflicto o, al menos, una revictimización de quienes ya dieron demasiado durante la guerra.

Expertos como Sarah Vaughan, politóloga especialista en el Cuerno de África, arguyen que “la reintegración no puede limitarse al uniforme. Requiere educación, salud, reinclusión social y participación ciudadana”.

¿Dónde quedó la reconstrucción?

Casi dos millones de personas fueron desplazadas durante la guerra de Tigray. Miles murieron o desaparecieron. Las cifras exactas siguen siendo desconocidas. Lo cierto es que, sin inversión consistente en salud y rehabilitación, los fantasmas de la guerra seguirán atormentando a una generación entera.

La historia de Chandera, Tesfaye, Hiluf y miles de otros es la de una paz sin justicia ni cuidados. Una paz hueca.

Y como dice un proverbio etíope: “Lo que se esconde bajo la alfombra, un día hará tropezar a quien la pisó”.

¿Y ahora qué?

  • Organizaciones internacionales deben reevaluar sus prioridades de financiación en África.
  • El gobierno federal de Etiopía tiene la responsabilidad de reconstruir la infraestructura sanitaria.
  • La comunidad diáspora tigrayana ha sido clave, pero necesita más canales para actuar de forma sostenida.
  • Los excombatientes merecen no solo prótesis, sino también dignidad, educación y oportunidades.

La guerra en Tigray terminó oficialmente, pero la historia verdadera es la que hoy escriben sus sobrevivientes, día a día, entre muletas, hambre y olvido.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press