Serbia entre la protesta y el autoritarismo: ¿una democracia en juego?
Miles de manifestantes y simpatizantes se enfrentan en las calles de Belgrado mientras Aleksandar Vučić acusa a Occidente y reduce las libertades civiles
El corazón de Serbia late entre gritos de apoyo y resistencia
Una vez más, la plaza central de Belgrado se ha transformado en el campo de batalla simbólico por el alma política de Serbia. Miles de personas se reunieron el viernes coreando canciones patrióticas y ondeando la bandera nacional más grande jamás desplegada en el país, según medios estatales. El evento fue organizado en apoyo del presidente populista Aleksandar Vučić, un líder que camina sobre la cuerda floja entre la adhesión a Occidente y su coqueteo con el autoritarismo.
Una nación dividida por el desencanto y la represión
Pese al fervor nacionalista, el ambiente en Serbia está lejos de ser uniforme. El origen de las tensiones actuales se remonta al colapso de una marquesina en una estación de tren el 1 de noviembre que dejó 16 muertos en el norte del país. Este trágico suceso encendió una mecha que aún arde con intensidad: protestas estudiantiles inicialmente centradas en la corrupción se han transformado en una amplia movilización nacional por las libertades democráticas.
Las manifestaciones han sido encabezadas mayoritariamente por jóvenes universitarios, quienes han recibido el respaldo de profesores, periodistas, fiscales e incluso ciudadanos comunes hartos del rumbo autoritario que ha tomado el gobierno de Vučić.
¿Una nueva “revolución de colores” en los Balcanes?
El presidente Vučić ha acusado abiertamente a servicios de inteligencia occidentales de estar detrás de las protestas. En su narrativa, el descontento social no es producto de su gobierno, sino parte de una supuesta conspiración extranjera para provocar una “revolución de colores”. Recordemos que este término fue utilizado por regímenes como el ruso o el chino para describir movimientos democráticos manipulados, según ellos, por potencias extranjeras.
“Serbia se ha puesto de pie contra quienes quieren destruirla,” declaró Vučić ante la multitud en Belgrado, agregando que espera aún más manifestantes para el sábado.
Un control cada vez más férreo de las instituciones
Vučić ha pasado de ser un nacionalista extremo en los años 90 a pregonar hoy su deseo de que Serbia se una a la Unión Europea. Sin embargo, las acciones hablan más que las palabras. En los últimos meses, el gobierno ha endurecido el control sobre los medios de comunicación, amenazando a periodistas, estudiantes, fiscales que se niegan a procesar a manifestantes, e incluso académicos.
La libertad de prensa en Serbia ha sido calificada de “crítica” por organizaciones internacionales como Reporteros Sin Fronteras. Las redacciones independientes enfrentan presiones financieras, ataques judiciales e incluso acoso físico.
Tácticas de intimidación: el caso de los tractores y las tiendas de campaña
Frente al Parlamento se instalaron docenas de tiendas de campaña para albergar a los simpatizantes del gobierno, muchos de ellos llegados desde Kosovo y Bosnia. Una muestra evidente de que Vučić no escatima recursos en mostrar fuerza ante las cámaras. Adicionalmente, se posicionaron tractores como barricadas en las cercanías del palacio presidencial, supuestamente para impedir ataques al mandatario. Esta escena tan propia del conflicto rural-serbio rememora la agitación de los años de Milošević.
¿Resurgimiento de la violencia política?
La tensión ha llegado al punto de que incluso el sur del país, particularmente en Novi Pazar, una región con mayoría musulmana, espera una gran contramarcha anti-gubernamental. Autoridades y ciudadanos están preocupados por la posibilidad de enfrentamientos entre bandos opuestos.
Los ciudadanos que se manifiestan en contra del gobierno denuncian que unidades policiales se infiltran entre ellos, que hay vigilancia ilegal de comunicaciones y que algunos activistas han sido detenidos arbitrariamente.
La presión internacional y el juego geopolítico
La postura de Vučić es ambigua en el escenario internacional. Mientras hace gestos hacia Bruselas sobre su interés en ser parte de la Unión Europea, mantiene relaciones estrechas con Rusia y China. En el contexto actual, esto empieza a ser visto con desconfianza por parte de Occidente, especialmente por parte de países miembros de la UE como Alemania y Francia.
Además, Kosovo sigue siendo una herida abierta. Aunque Serbia no reconoce su independencia, las tensiones periódicas con esta exprovincia solo profundizan la crisis institucional y amenazan con reactivar conflictos en una región especialmente sensible tras las guerras de los años 90.
La figura contradictoria de Vučić
El presidente serbio es una figura compleja. Fue Ministro de Información de Slobodan Milošević durante la guerra de Kosovo, un período en el que defendió el control estatal de los medios y limitó las libertades públicas. Sin embargo, en la última década, Vučić supo utilizar narrativas de modernización y europeización para ganar apoyo, tanto interno como externo. Ahora, lo que era un discurso oportunista parece quedar descubierto: Serbia enfrenta una involución democrática.
Una generación despierta: el papel determinante de los jóvenes
Esta crisis ha revelado una nueva Serbia: la de los jóvenes estudiantes que ya no temen enfrentarse al poder. Esta generación postguerra está conectada, educada y políticamente activa. Sus protestas no son anecdóticas. En marzo, un grupo de estudiantes pedaleó más de 1000 kilómetros hasta Estrasburgo para exigir apoyo del Parlamento Europeo.
“Queremos vivir en un país libre, no en uno en el que el silencio se compre con miedo o con amenazas,” declaró una joven de 21 años desde las escaleras del Parlamento.
Qué sigue para Serbia
El pulso continúa. Este fin de semana podría redefinir el futuro político de una nación atrapada entre narrativas opuestas. Si bien Vučić cuenta con estructuras de poder y recursos logísticos, las fuerzas que lo confrontan tienen la legitimidad que otorgan las calles y el deseo de un cambio real.
Los ojos del mundo están puestos en Belgrado. La pregunta no es solo hacia dónde va Serbia, sino si el autoritarismo seguirá venciendo a la democracia en los Balcanes.