Guerra Comercial y Crisis Climática: Cuando las Tarifas de Trump Frenan la Transición Energética
Los aranceles impuestos por Trump podrían generar una reducción temporal en emisiones, pero amenazan con frenar el desarrollo de energías limpias a largo plazo
Por mucho que se critique el impacto económico de una guerra comercial, sus efectos colaterales en la lucha contra el cambio climático pueden ser aún más devastadores. Las recientes tarifas anunciadas por Donald Trump sobre productos importados, especialmente de China, no solo amenazan la estabilidad económica global, sino que también ponen en riesgo los avances logrados en la transición hacia energías limpias.
¿Pueden las guerras comerciales reducir las emisiones de carbono?
La respuesta breve es: sí, pero de forma engañosa y temporal. Durante periodos de crisis económica —como en la Gran Depresión, la recesión de 2009 o la pandemia del COVID-19— las emisiones de gases de efecto invernadero se redujeron brevemente debido a la disminución de la actividad industrial y el transporte.
Rob Jackson, líder del Global Carbon Project, explicó: "Podría haber una disminución del 1% en las emisiones si se aplican completamente las tarifas, pero eso no es suficiente ni sostenible." De hecho, durante el primer año de la pandemia, se observó una disminución del 5.7% en las emisiones globales, pero estas repuntaron rápidamente.
El impacto directo de los aranceles en las tecnologías limpias
Las tarifas afectan especialmente al comercio con China, el principal productor mundial de tecnologías renovables. Solo China fabrica más del 80% de los paneles solares y baterías de red a nivel mundial. Con los aranceles, los precios de estos productos pueden subir hasta un 55%, según cálculos de David Shepheard, experto en energía de la consultora Baringa.
¿Qué significa esto? Menos paneles solares, menos baterías para almacenar energía, y por tanto, más dependencia de combustibles fósiles.
Chris Moakley, cofundador de Excelsior Energy Capital, advirtió: "La economía de estas inversiones necesita estabilidad, y los aranceles introducen una volatilidad que ahuyenta capital".
El dilema de los vehículos eléctricos
Otro sector afectado es el de los vehículos eléctricos (EVs), cuya importación a EE.UU. se vería gravemente afectada. China no solo es líder en producción de EVs, sino que también domina el suministro de partes como baterías y convertidores.
Al aumentar los precios de estos vehículos y sus componentes, se frena su adopción. Considerando que el transporte por carretera es uno de los mayores emisores de CO₂, esta desaceleración implica prolongar el uso de automóviles a gasolina o diésel.
Una política energética en retroceso
Desde que Trump asumió la presidencia en 2016, ha mostrado hostilidad hacia las políticas climáticas existentes. Eliminó restricciones para la explotación de petróleo y carbón, y revocó incentivos para el desarrollo de energías limpias. Hoy, amenaza con ir más lejos, cancelando ventas de concesiones para parques eólicos en aguas federales y posponiendo préstamos verdes.
Michael Gerrard, director del Sabin Center for Climate Change Law en Columbia University, argumentó: "Los precios elevados dificultarán la construcción de nuevas instalaciones renovables, lo cual incrementará las emisiones a largo plazo".
Aprendiendo de las crisis energéticas pasadas
La historia reciente ya nos ha enseñado los límites de las reducciones de emisiones por crisis económicas:
- 2008–2009: La gran recesión provocó una caída temporal del 1.4% en las emisiones, pero para 2010 ya estaban aumentando nuevamente.
- 2020: Durante el cierre mundial por COVID-19, las emisiones cayeron un 5.7%, la mayor en décadas. Pero en 2021, repuntaron un 6.4%.
Ambos casos muestran que reducir emisiones sin cambios estructurales en la energía, el transporte y la infraestructura es inútil.
¿Dónde queda la política climática de Biden frente a esta tormenta comercial?
El presidente Joe Biden ha apostado por un ambicioso plan climático: eliminar las emisiones netas para 2050 y frenar la expansión de combustibles fósiles. Sin embargo, si Trump regresa al poder y perpetúa una guerra comercial, estos objetivos corren peligro.
Que uno de los gigantes tecnológicos de la energía renovable de EE.UU., como Excelsior Energy Capital, hable de posponer inversiones de más de $1,000 millones por volatilidad en precios, debería ser suficiente alarma.
El rol del ciudadano y del votante
Más allá de la política, esta cuestión también se trata de responsabilidad colectiva e individual. Optar por tecnologías limpias, apoyar medidas de eficiencia energética, y votar por políticas climáticas coherentes es imprescindible. Sin estos cambios, ningún arancel o recesión servirá para frenar el calentamiento global.
Como mencionó Jasper, asesor de políticas en Project Drawdown: "Soy profundamente escéptico sobre que una guerra comercial tenga impactos positivos para el clima; especialmente cuando se pone en riesgo la transición a energías limpias".
¿Un respiro o una trampa?
Es tentador pensar que una reducción de emisiones, aunque sea temporal, pueda ser algo positivo. Pero como bien señala Jackson: "De nada sirve un pequeño respiro si luego volvemos al status quo". El cambio climático requiere acciones profundas, estructurales y sostenidas.
Una guerra comercial, lejos de ser una aliada contra el calentamiento, podría ser la excusa perfecta para perpetuar nuestra dependencia del petróleo y el gas.
Una advertencia para el futuro
Con elecciones presidenciales en el horizonte y un panorama energético en transformación, el enfoque político hacia el comercio y el clima determinará el curso de las próximas décadas. No se trata solo de economía, sino de supervivencia.
Si EE.UU. —el segundo mayor emisor del planeta— da un paso atrás, el mundo entero sufrirá las consecuencias.