El último ocaso democrático de Hong Kong: así se apaga el Partido Democrático tras décadas de lucha

Entre presiones del gobierno de Pekín, exilios, cárceles y censura, el partido más emblemático del movimiento prodemocrático enfrenta su disolución y marca el fin de una era política en la ciudad

Una historia de sueños y resistencia

Cuando Yeung Sum fundó el Partido Democrático de Hong Kong hace más de 30 años, sabía que luchar por una democracia en la ciudad semiautónoma sería un "sueño difícil". Sin embargo, no imposible. Esa esperanza, que alimentó una de las fuerzas políticas más emblemáticas del movimiento prodemocrático local, acaba de llegar a su ocaso más simbólico: el Partido Democrático se prepara para disolverse.

Más que una simple organización política, el Partido Democrático fue durante décadas la voz social, parlamentaria y de calle de millones de hongkoneses que soñaban con un sistema con libertades al estilo occidental bajo el modelo de "un país, dos sistemas", pactado entre Reino Unido y China en la entrega del territorio en 1997. Hoy, ese modelo, al menos en la práctica, ha quedado en ruinas.

El ascenso: un partido que simbolizó una promesa

El Partido Democrático nació en 1994 de la fusión de dos movimientos prodemocráticos: la Meeting Point y el United Democrats of Hong Kong. En sus primeros años, obtuvo importantes triunfos electorales e incluso fue la principal fuerza del Consejo Legislativo (LegCo) hasta que Pekín comenzó a intervenir más agresivamente en la política local.

Según su manifiesto fundacional, el partido apoyaba la reunificación pacífica con China, pero con la garantía de que Hong Kong conservaría su autonomía administrativa y suderechos civiles. "Podíamos ganar hasta el 60% del voto popular", recuerda Yeung Sum. Pero tras cambios constitucionales y una feroz represión de las disidencias políticas, la historia tomó un giro radical.

2010: el comienzo del descontento interno

En 2010, el Partido Democrático apoyó una propuesta de reforma política del gobierno —moderada pero vista como estancada por sectores más radicales—, lo que derivó en la salida de miembros descontentos. El partido perdió legitimidad en parte de la ciudadanía y dos escaños en las elecciones de 2012. Emily Lau, entonces presidenta del partido, justificó el apoyo como un "paso hacia adelante".

“Quizá lo único que haría distinto sería no entrar a la Oficina de Enlace de Pekín en Hong Kong”, dijo Lau recientemente, aludiendo al rechazo que causó en la población la imagen de un acercamiento con el régimen chino.

2014 y 2019: manifestaciones masivas y represión desmedida

Las protestas del movimiento de los paraguas en 2014 y las movilizaciones de más de un millón de personas en 2019 contra la ley de extradición marcaron un antes y después. Aunque surgieron nuevas figuras jóvenes, el Partido Democrático volvía a resonar con fuerza entre la ciudadanía. No obstante, la respuesta del gobierno fue diferente esta vez.

China impuso una Ley de Seguridad Nacional en 2020 que transformó por completo el panorama político. El disenso, la crítica y la actividad opositora comenzaron a considerarse actos de subversión. Decenas de figuras del Partido Democrático fueron arrestadas, entre ellas sus exlíderes Albert Ho y Wu Chi-wai, hoy encarcelados por colaborar en actos considerados como subversivos.

La ley de seguridad de 2020: el gran quiebre

Con la entrada en vigor de esta controvertida norma, las reglas del juego cambiaron drásticamente. En adelante, sólo los considerados "patriotas" —leales al Partido Comunista— podían postularse a cargos públicos. El Partido Democrático optó por no participar en las elecciones legislativas de 2021, siendo en esa ocasión la primera vez desde su fundación que no tuvo representación institucional.

Además del Partido Democrático, otras organizaciones como el Civic Party se han disuelto, y también ha desaparecido el grupo que organizaba la vigilia anual por las víctimas de la masacre de Tiananmen. En muchos casos, los integrantes eligieron el exilio o simplemente cesaron sus actividades políticas.

La presión final: disuadir antes que prohibir

Según Yeung, altos funcionarios chinos le recomendaron directamente disolver el partido. Anticipando posibles consecuencias legales de continuar operando, recomendó a sus miembros apoyar el proceso de disolución. "No me hace feliz, pero si no cedemos, el precio puede ser muy alto", expresó en una entrevista.

Fred Li, otro nombre histórico del movimiento, admitió que recibió mensajes similares. Sin Chung-kai, también fundador, añadió que varios miembros fueron advertidos en febrero sobre los riesgos de mantener vivo el partido.

¿Una decisión inevitable?

En febrero de 2025, el Comité Central del Partido decidió formar un equipo que estudie las medidas legales para disolverse. Su actual presidente, Lo Kin-hei, no quiso ofrecer entrevistas, pero se limitó a afirmar que la decisión obedece a un análisis del "clima político actual".

Ramon Yuen, quien fue portavoz en temas de política pública, hizo una comparación inquietante: "Este partido, que funcionaba ya casi como un grupo de presión, hoy también está bajo presión". Y añadió: “Si desaparecemos, la ciudad perderá una voz clave que no sólo luchaba por la democracia, sino por derechos laborales, vivienda, igualdad de género y más”.

¿Se extingue la llama democrática?

Yeung Sum, que purgó una condena de 14 meses por participar en las protestas de 2019, se mostró pesimista pero no derrotado. “Quizás no haya más formación partidaria democrática, pero el corazón democrático de la gente no se ha apagado”, aseguró. Da por cierto que los jóvenes, aunque hoy en silencio por miedo a represalias, guardan aún esa llama de ideales que pudo brillar por algunas décadas.

La disolución marca una herida profunda al modelo de "un país, dos sistemas", que teóricamente debía durar hasta 2047. En la práctica, su expiración se ha adelantado casi 25 años.

Una ciudad silenciada, pero no amnésica

La sede del Partido en Prince Edward está medio vacía. Sillas abandonadas, postales de manifestaciones pasadas, un cartel del movimiento Umbrella con la frase: “Quiero sufragio universal real”. Allí, en silencio, figuras como Emily Lau y Yeung dan los últimos pasos de un ciclo político que parecía tener futuro.

Para muchos, se trata del final de una era. Para otros, quizá un paso necesario antes del resurgir. Como dijo Yuen, “cada era tiene su final”. Pero la historia demuestra que, aún en terrenos asfixiados por la represión, la semilla de la libertad puede brotar de nuevo.

“El silencio de hoy no es olvido, es resistencia en pausa”, dijo Yeung antes de mirar viejas fotos del partido. Imágenes que ahora son memoria viva de lo que fue —y quizás vuelva a ser— la lucha democrática en Hong Kong.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press