Trump, tribunales y militares: Tres piezas clave en el nuevo ajedrez político estadounidense
Entre deportaciones polémicas, desfiles militares y purgas en las fuerzas armadas, la administración Trump despliega una agresiva estrategia que reactiva debates sobre ley, poder y diversidad
Por qué la historia reciente de Estados Unidos bajo la administración Trump parece salida de una novela distópica no es una pregunta tan absurda como podría parecer. En este hot take, exploraremos tres acontecimientos recientes que conforman un patrón claro: el uso del poder ejecutivo para redibujar los límites institucionales, el combate simbólico a políticas de inclusión, e intentos deliberados por redefinir el patriotismo en clave de espectáculo militar.
El regreso del Alien Enemies Act: Una herramienta del siglo XVIII, revivida en pleno 2025
El uso por parte del presidente Donald Trump del Alien Enemies Act (AEA), una ley raramente utilizada desde la Segunda Guerra Mundial, ha escandalizado a defensores de derechos humanos y legisladores liberales. Esta norma, aprobada en 1798, fue originalmente pensada para tiempos de guerra, permitiendo la detención y deportación de ciudadanos extranjeros considerados amenazas de naciones enemigas.
Trump utilizó esta ley para justificar la deportación de cientos de venezolanos, acusándolos de pertenecer a la banda criminal Tren de Aragua, designada por él mismo como “fuerza invasora”. La Corte Suprema avaló parcialmente su uso, pero exigió que los deportados tengan derecho a una audiencia judicial. Sin embargo, las audiencias deberán realizarse en Texas, un bastión conservador, y no en Washington D.C., lo cual podría dificultar un proceso judicial imparcial para los migrantes.
“Este no es solo un tema de migración; es un eje de política exterior y poder ejecutivo unilateral”, afirmó la abogada civilista María Fernanda Troya en entrevista con The New York Times.
Dato histórico: la última vez que se utilizó el AEA fue para encarcelar y deportar ciudadanos alemanes, italianos y japoneses durante la Segunda Guerra Mundial. En ese entonces, se justificó en un contexto de amenazas globales, muy diferente al actual.
Una batalla de símbolos: desfile militar para el cumpleaños de Trump
No es coincidencia que el 14 de junio –cumpleaños número 79 de Trump– esté siendo evaluado como la fecha ideal para realizar un desfile militar a gran escala en Washington, D.C., pasando por el Pentágono, Arlington y cruzando el río Potomac.
El desfile incluiría vehículos blindados Stryker, Humvees, helicópteros militares y más, como parte del 250° aniversario del Ejército de EE.UU. Pero críticos advierten que la coincidencia con la fecha de cumpleaños de Trump convierte el evento en una maniobra de autobombo con claras connotaciones autoritarias.
En 2018, Trump ya había intentado realizar un desfile similar inspirado en el espectáculo francés del Día de la Bastilla, pero lo canceló por el alto costo estimado (más de 92 millones de dólares) y acusaciones de sobreprecio por parte de la alcaldía de D.C.
La actual alcaldesa Muriel Bowser fue enfática: “Los tanques en nuestras calles no solo son innecesarios, sino caros... si vienen con una factura de millones en reparación de calles, que así sea”.
El desfile, aunque promovido bajo el pretexto del aniversario del Ejército, refuerza un signo más de cómo ciertos sectores políticos están militarizando la simbología patriótica para generar una narrativa de poder y dominación interna, más al estilo de regímenes autoritarios que de una democracia moderna.
La purga de oficiales militares “woke”: Shoshana Chatfield, tercera víctima
En la lista de movimientos que marcan un giro radical hacia posturas más conservadoras, la destitución de altos mandos militares considerados 'woke' merece un capítulo propio. La vicealmirante Shoshana Chatfield fue apartada por la administración de Trump sin una explicación oficial, pero con indicios claros de que fue una cuestión política y de ideología.
Chatfield era la única mujer en el comité militar de la OTAN. Había realizado discursos y declaraciones públicas apoyando políticas de diversidad, equidad e inclusión –las mismas que el nuevo secretario de Defensa, Pete Hegseth, ha jurado erradicar.
Todo esto se da en el contexto de una campaña promovida por el grupo ultraconservador American Accountability Foundation, que etiquetó a más de una docena de militares como “woke” y propuso purgar las Fuerzas Armadas. Chatfield fue una de las figuras más prominentes en esa lista negra.
“Nuestro deber es enfocar al Ejército en la letalidad, no en la inclusión”, ha repetido Hegseth en múltiples apariciones públicas.
Senadores demócratas y líderes militares retirados han levantado la voz. El senador Mark Warner afirmó: “Las purgas ideológicas debilitan la seguridad nacional y dañan nuestras relaciones internacionales”.
La estrategia de eliminar cualquier vestigio de políticas DEI (por su sigla en inglés: Diversity, Equity and Inclusion) ya se ha materializado en la eliminación de biografías en sitios web militares, remoción de carteles históricos y la cancelación de eventos de inclusión dentro del Pentágono.
Shoshana Chatfield, veterana de guerra, piloto de helicópteros y condecorada con la Estrella de Bronce, representa exactamente el perfil que una administración democrática debería valorar, y sin embargo, fue sacrificada en un tablero ideológico donde el criterio de mérito fue reemplazado por afinidad ideológica.
No es coincidencia: una estrategia diseñada
El hilo conductor entre estas tres historias (deportaciones arbitrarias, desfile militar personalizado y purgas ideológicas en el Ejército) no puede ser atribuido a meras coincidencias políticas. Es, más bien, la articulación de una nueva doctrina de poder autoritario que utiliza las herramientas del Estado para consolidar lealtades, eliminar opositores e imponer una visión unificada de lo que EE.UU. debe ser.
Lo preocupante no es que este patrón esté ocurriendo –la historia está plagada de giros similares– sino que, a diferencia de otros períodos, Estados Unidos atraviesa esta reconfiguración con una ciudadanía profundamente polarizada, una Corte Suprema dividida y muchos medios institucionales debilitados frente a una agenda radical.
En palabras del historiador Timothy Snyder, autor de Sobre la tiranía: “El autoritarismo no llega de repente; se construye una pieza a la vez, haciendo que lo inaceptable parezca simplemente inusual primero, luego normal, y finalmente inevitable”.
¿Estamos ya en la tercera etapa?