Kakuma: el campamento de refugiados que quiere convertirse en ciudad

De albergue de emergencia a experimento de autosuficiencia: el futuro incierto de más de 300,000 refugiados en el noroeste de Kenia

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Kakuma, en la región más desolada del noroeste de Kenia, ha sido durante más de 30 años un símbolo de refugio para quienes huyen de guerras y crisis. Pero hoy, este campamento que alguna vez fue considerado provisional, alberga a más de 300,000 refugiados y se enfrenta a un ambicioso cambio: pasar de asentamiento temporal a ciudad oficial.

Un lugar que nunca fue pensado para durar tanto

Fundado en 1992 para acoger a personas que escapaban de la guerra en Sudán, Kakuma pronto comenzó a recibir refugiados de otros países afectados por conflictos, como Etiopía, Somalia y la República Democrática del Congo. Aunque se pensó inicialmente como una solución temporal, la historia y la política regional transformaron esa “provisionalidad” en una permanencia de décadas.

En parte debido al conflicto constante en los países vecinos y en parte a la falta de opciones de integración o reubicación, Kakuma fue creciendo hasta convertirse en uno de los campamentos de refugiados más conocidos de África.

El plan: convertir Kakuma en un municipio autosuficiente

La transformación oficial comenzó con un cambio de estatus: Kakuma fue redesignado como municipio, con la idea de integrarlo en la estructura gubernamental local de Kenia. Esto, en coordinación con agencias humanitarias y bajo la supervisión del ACNUR, busca dejar atrás el modelo de asistencia eterna para dar paso a un modelo de autosuficiencia económica y social.

“El objetivo es empoderar a los refugiados para que se conviertan en ciudadanos económicamente activos”, afirma un portavoz del Ministerio del Interior de Kenia. La idea gira en torno al acceso a empleo, creación de negocios, mejor conectividad con el resto del país y una administración civil local.

Una ciudad sin agua, ciudadanía ni libre movilidad

Pero el sueño de una ciudad refugiada choca frontalmente con realidades muy crudas. Uno de los principales obstáculos es el acceso a recursos básicos. Como explica el profesor Rahul Oka, investigador de la Universidad de Notre Dame: “Kakuma fue construido en un lugar árido, con muy poca disponibilidad de agua, y sin tierra cultivable. No tiene sentido económico crear una ciudad ahí si dependes de recursos que no existen”.

Además, los refugiados no pueden desplazarse libremente dentro de Kenia a pesar de contar con leyes que, en teoría, les permiten trabajar. Esto impide oportunidades que podrían tener en ciudades como Nairobi, Mombasa o Eldoret. Y el proceso para acceder a la ciudadanía keniata es largo y complejo.

Historias de resiliencia en medio de las restricciones

Ante estas limitaciones, muchos refugiados han optado por emprender. Pero incluso aquí, el acceso al crédito es un reto enorme. Pocos refugiados tienen las garantías necesarias para pedir préstamos bancarios y las tasas de interés alcanzan el 20% o más.

Organizaciones como Inkomoko han ingresado al campamento con una fórmula alternativa: capacitación empresarial y microcréditos con tasas subsidiadas. La fundadora Julienne Oyler asegura: “Los refugiados tienen las características de los grandes emprendedores: resiliencia, creatividad, adaptabilidad. El problema es que el sistema no les permite escalar eso”.

Ejemplos inspiradores que desafían el pesimismo

  • Adele Mubalama, una refugiada congoleña, logró establecer un taller de confección tras realizar un curso de costura y recibir un microcrédito. Empezó haciendo mascarillas durante la pandemia y hoy lidera un equipo de 26 empleados. Logró un beneficio neto de $8,300 dólares en un solo año.
  • Mesfin Getahun, exsoldado etíope, llegó en 2001 y hoy lidera la mayor cadena de comercios del campamento: “Jesus is Lord”. Con varios préstamos por un total de $115,000 dólares, logró crear un mini imperio que vende desde motocicletas hasta alimentos básicos.

¿Puede una ciudad emerger del polvo y la desesperanza?

La visión de transformar Kakuma en un centro urbano formal es alentadora, pero también polémica. Para algunos críticos, se trata más de una estrategia de contención —dejar a los refugiados “productivos” pero sin libertad— que de una verdadera integración.

“Hace 20 años, el debate sobre los refugiados giraba en torno a los derechos legales”, dice Freddie Carver, investigador de ODI Global, un centro de estudios radicado en Londres. “Hoy todo gira en torno a su capacidad de sustentarse. Pero esa narrativa olvida que aún tienen restricciones de movimiento, sin derechos de residencia permanente ni propiedad.”

Las tensiones han ido creciendo. En meses recientes, manifestaciones contra la reducción de raciones alimenticias terminaron con enfrentamientos con la policía local. El modelo de autosuficiencia llegaría justo cuando Kakuma recibe cada vez menos ayuda humanitaria.

Redefiniendo el propósito de los campos de refugiados

El caso de Kakuma es parte de una transformación más amplia. Países como Uganda o Etiopía también exploran vías para hacer sostenibles a los campos de refugiados sin depender eternamente de donaciones. Pero, ¿es eso posible sin garantizar derechos básicos como nacionalidad, educación de calidad o libre circulación?

Para que Kakuma verdaderamente emerja como ciudad, necesita algo más que emprendedores valientes. Requiere una política inclusiva que retire las restricciones, inversión en infraestructura —especialmente agua y transporte— y, sobre todo, una nueva imaginación política sobre el papel de los desplazados forzosos en las sociedades africanas.

Mientras tanto, la historia de Kakuma sigue siendo una mezcla de esperanza, lucha y desafíos estructurales. Es la historia de cómo un campamento concebido como refugio temporal intenta desafiar su propio destino para consolidarse como hogar permanente de miles de vidas suspendidas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press