Trump, aranceles y deportaciones: ¿una doble apuesta peligrosa?

El expresidente estadounidense regresa al poder con medidas polémicas que desafían al comercio global y los derechos migratorios

Donald Trump ha regresado a la presidencia con el mismo estilo disruptivo que lo caracterizó en su primer mandato. Pero esta vez, con menos restricciones internas y más disposición a seguir sus instintos. En solo 24 horas, su administración ha anunciado dos medidas profundamente controversiales: nuevos aranceles generalizados a productos importados y la deportación masiva de migrantes venezolanos amparada en una ley de 1798. ¿Qué implicaciones tienen estas decisiones? ¿Es esta estrategia política sostenible?

El regreso de los aranceles: una vieja receta con consecuencias inciertas

En una jugada audaz —y para muchos temeraria—, Trump anunció nuevos aranceles a casi todos los productos importados, reavivando una estrategia proteccionista que ha defendido desde la década de 1980. Según el presidente, esta medida busca “revivir la manufactura estadounidense” y financiar una extensión de sus recortes tributarios de 2017.

Sin embargo, esta medida ha generado inquietud entre economistas e inversionistas. En apenas dos días, el Dow Jones perdió más de 3,800 puntos, lo que representa la peor semana bursátil desde el inicio de la pandemia de COVID-19. A su vez, socios comerciales como China y la Unión Europea han prometido represalias, augurando una posible guerra comercial a gran escala.

“Los aranceles generalizados no generarán los ingresos proyectados y podrían provocar una recesión”, advirtió el representante republicano French Hill. “Necesitamos diplomacia comercial, no castigos automáticos a nuestros aliados.”

La polarización es notoria incluso dentro del Partido Republicano. Mientras unos apoyan ciegamente a su líder, otros temen que este camino conduzca a una derrota electoral similar a la vivida en 1932.

Deportaciones selectivas: ¿instrumento de justicia o abuso de poder?

Paralelamente, la administración Trump activó la plegaria poco común del Alien Enemies Act de 1798, una ley que da al presidente potestades extraordinarias para expulsar extranjeros durante tiempos de guerra. Utilizando esta normativa, se deportaron más de 130 hombres venezolanos, varios de ellos señalados como miembros de la pandilla criminal Tren de Aragua. Sin embargo, múltiples testimonios sostienen que estos ciudadanos no tienen antecedentes criminales, y sus únicas "pruebas" incriminatorias fueron tatuajes comunes como coronas o estrellas.

Uno de los casos más simbólicos es el de Andry José Hernández Romero, un maquillador venezolano que huyó del autoritarismo de Nicolás Maduro luego de ser agredido por su jefe en un canal estatal. Romero fue detenido en San Diego tras mostrar un tatuaje de coronas dedicado a sus padres. Fue trasladado sin explicación a un centro de detención y luego deportado a El Salvador, país donde ahora está en la espeluznante prisión de máxima seguridad CECOT.

“Enviar personas a otro país, directamente a una prisión cuando no han sido condenadas de nada… no tiene sentido,” dijo el abogado texano John Dutton.

De El Valle al infierno centroamericano

Los deportados fueron enviados en vuelos secretos desde Harlingen, Texas, a El Salvador. Según el gobierno, algunos de los 261 deportados eran “riesgos extraordinarios”. No obstante, fueron incluidos migrantes con estatus de protección temporal (TPS), y al menos una mujer nicaragüense fue deportada por error.

Una orden del juez James Boasberg del Tribunal de Distrito de EE. UU. intentó detener la medida. Pero la administración Trump ignoró la resolución judicial, y los vuelos continuaron hacia su destino. Las imágenes de hombres rapados, alineados hombro con hombro en celdas hacinadas en el CECOT, fueron convertidas en propaganda por el presidente salvadoreño Nayib Bukele, quien tuiteó burlonamente: “Oopsie… Too late”.

El efecto político: ¿auge o declive trumpista?

La oposición demócrata ha encontrado en estas medidas un motivo renovado para movilizarse. Tras la inesperada victoria en la elección de la Corte Suprema de Wisconsin y una histórica maratón discursiva de 25 horas del senador Cory Booker, las bases del partido lucen energizadas.

“Los vientos están cambiando,” dijo Rahna Epting, directora de MoveOn. “Ya no hay espacio para quedarse en la banca.”

Ezra Levin, cofundador de Indivisible, fue aún más enfático: “Subir los precios y deportar a inocentes es lo que lleva a una eliminación generacional de un partido político.”

¿Un déjà vu histórico o un punto de inflexión?

Históricamente, el uso del Alien Enemies Act está vinculado a épocas de guerra auténtica: se utilizó durante la Guerra de 1812 y las dos guerras mundiales. La idea de aplicarla para combatir el crimen organizado internacional es única y, según expertos legales, jurídicamente contestable.

Por otra parte, los aranceles masivos recuerdan las políticas que antecedieron a la Gran Depresión, cuando la Ley Smoot-Hawley de 1930 impuso tarifas proteccionistas como respuesta a la recesión. En lugar de estimular la economía, colapsó aún más el comercio global y profundizó la crisis.

¿Qué viene ahora?

El equipo legal de Trump ya ha solicitado a la Corte Suprema que permita continuar con las deportaciones bajo el Alien Enemies Act. Mientras tanto, los tribunales valoran posibles acusaciones por desacato dado el incumplimiento flagrante de la orden judicial.

El futuro de muchas de estas decisiones está colgado de un hilo judicial y político. Y mientras tanto, la economía, el comercio exterior y el respeto a los derechos migratorios enfrentan un torbellino de incertidumbre provocada por quien promete –nuevamente– “hacer grande a América”.

¿A qué costo?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press