Carlos Lehder y el eterno retorno del narco: ¿redención o símbolo del pasado oscuro de Colombia?

El excapo del Cartel de Medellín vuelve a Colombia tras más de 30 años de prisión, desatando una tormenta de memoria, justicia y política

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Carlos Lehder, el infame cofundador del Cartel de Medellín y pionero del narcotráfico moderno, ha vuelto a Colombia. Su retorno, después de casi cuatro décadas de prisión en los Estados Unidos y su posterior exilio en Alemania, ha revivido los demonios del país y ha obligado a muchos a reflexionar sobre el legado del narcotráfico y la justicia transicional. Pero más allá del morbo y la nostalgia, ¿quién es hoy Carlos Lehder? ¿Y qué significa su liberación en el marco del presente colombiano?

El ascenso meteórico: un criminal con ideología

Nacido en Armenia, Colombia, en 1949, Carlos Lehder Rivas es hijo de padre alemán y madre colombiana. Su herencia germana le permitió, tras su liberación, refugiarse en Alemania, de donde también es ciudadano. Pero su increíble historia comienza mucho antes, en los años 70, cuando se trasladó a Nueva York y entró en el mundo del tráfico de marihuana primero, y luego, el lucrativo y violento negocio de la cocaína.

Lehder fue mucho más que un narcotraficante: fue un ideólogo. Fundó un partido político, el Movimiento Latino Nacional, con un extraño y delirante ideario que combinaba anticomunismo, nacionalismo, admiración por Hitler y una defensa de los derechos de los narcotraficantes como “empresarios patrióticos”.

Se convirtió en pieza clave del Cartel de Medellín junto a Pablo Escobar, y fue responsable de convertir la isla de Norman’s Cay, en las Bahamas, en la principal escala en el puente aéreo de cocaína hacia Estados Unidos durante los años 80. Su poder e influencia eran tales que incluso mantenía leones enjaulados en su posada campestre, la Posada Alemana, y una inmensa estatua de John Lennon, su músico favorito.

De fiestas con leones a celdas en EE.UU.

En 1987 Lehder fue arrestado durante una fiesta en su propiedad. Hasta hoy se considera histórica su extradición: fue el primer narcotraficante colombiano extraditado a los Estados Unidos. Fue condenado inicialmente a cadena perpetua más 135 años, pero su historia dio un giro inesperado: redujo su sentencia al cooperar con las autoridades estadounidenses y testificar contra el dictador panameño Manuel Noriega.

Tras pasar más de 30 años en prisión en condiciones extremas —según su abogada, en “celdas oscuras durante años”,— fue liberado en 2020 por razones humanitarias, tras cumplir dos tercios de su condena y enfrentarse a un cáncer.

Fue deportado a Alemania, país del que es también ciudadano, y se mantuvo fuera del radar hasta junio de 2024, cuando regresó a Bogotá aparentemente para visitar a familiares.

El regreso a Colombia: ¿libertad legal o impunidad simbólica?

A su llegada a Bogotá fue detenido por las autoridades migratorias locales bajo cargos aún vigentes en Colombia por narcotráfico y tráfico de armas. Recordemos que en 1995 un tribunal colombiano lo condenó a 24 años de prisión por delitos cometidos antes de su arresto en EE.UU., mientras él seguía preso en territorio estadounidense, lo cual no interrumpía el cómputo de su pena según la legislación colombiana. Técnicamente, su condena había expirado en 2019.

La fiscalía se vio obligada a liberarlo el lunes pasado, siendo esta una decisión con fundamentos legales, pero que ha causado un fuerte debate público y político: ¿debe un personaje como Lehder gozar de libertad total? ¿Es ético permitir que personas que fueron responsables de miles de muertes vivan simplemente su vejez en paz?

Entre la enfermedad y la redención

Su defensa ha recalcado el débil estado de salud de Lehder: padece de hipertensión y está en recuperación de un cáncer. “Estamos hablando de un anciano que ha pagado con creces sus delitos”, declaró la abogada Sondra Macollins a Blu Radio.

Sin embargo, muchos en Colombia recuerdan no solo su rol como narcotraficante, sino su abierta apología a la violencia ideológica. Lehder no fue una figura pasiva como otros capos; fue un actor político que usó el narcotráfico como medio de agitación ideológica.

¿Debe existir perdón para los capos del narco?

La historia de Colombia con el narcotráfico no puede contarse sin figuras como Lehder, Escobar o los hermanos Ochoa. Sin embargo, el retorno de Lehder ocurre en un momento histórico donde Colombia sigue luchando con su memoria histórica, y donde aún hay más de 9 millones de víctimas del conflicto armado y del narcotráfico registrado.

Según cifras del Observatorio de Drogas de Colombia, al menos 20.000 vidas fueron perdidas en contextos relacionados al narcotráfico en los años 80 y 90. ¿Qué significa, entonces, que muchos de estos victimarios terminen su vida en libertad sin haber participado en procesos de verdad o justicia restaurativa?

Lehder nunca ha pedido perdón de forma pública. No ha testificado ni contribuido a esclarecer delitos contra líderes sociales o jueces asesinados en su momento. Tampoco ha sido parte activa de la Comisión de la Verdad ni ha mostrado intención alguna de hacerlo.

El espejo de Lehder: ¿de qué habla realmente su retorno?

Más allá del caso puntual, su retorno pone en evidencia las inconsistencias del sistema judicial colombiano ante delitos de lesa humanidad o de impacto masivo, cuando se enfrenta a legislaciones internacionales, acuerdos de cooperación y decisiones obsoletas.

Mientras la JEP (Justicia Especial para la Paz) trabaja para juzgar a miembros de las FARC y el Ejército Nacional en el conflicto armado, el caso de Lehder plantea otro dilema: ¿por qué algunos narcotraficantes notables nunca pasaron ni por la JEP ni por los mecanismos de justicia transicional?

La académica y periodista María Jimena Duzán lo resumió así en su columna para Semana: “Lehder es un símbolo de todo lo que no se ha hecho bien en términos de justicia y narcotráfico. Fue una figura ideológica, un propagandista, y que hoy esté libre sin decir una sola verdad, es una bofetada para el país.”

¿Y ahora qué? ¿Carlos Lehder podrá vivir tranquilo?

La pregunta final gira en torno a su futuro. Muchos han cuestionado la posibilidad de que aproveche su historia para escribir memorias, o incluso participar en documentales o series —algo que ya ocurrió con otros capos como Popeye (Jhon Jairo Velásquez), quien logró capitalizar su historia en plataformas digitales hasta su muerte.

En Alemania, se mantuvo en el anonimato, pero en Colombia su presencia despierta pasiones. Desde víctimas de atentados del Cartel de Medellín hasta productores de medios interesados en contar su vida. ¿Será Lehder el próximo antihéroe de una producción estilo Narcos?

Por ahora, Lehder vive en libertad. Pero su historia no se puede cerrar en una celda ni en un pase migratorio. Para Colombia, el día que dejó de cargar armas no fue el fin del narcotráfico, y su rostro aún es un fantasma que aparece en los recuerdos colectivos, los titulares y los archivos judiciales.

Nota: Este artículo representa una aproximación crítica y reflexiva desde la perspectiva del periodismo de opinión, basado en datos, registros históricos y fuentes abiertas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press