Periodismo bajo fuego: El arresto del periodista sueco en Turquía y la amenaza a la libertad de prensa

Mientras Turquía intensifica su represión contra periodistas, el caso de Joakim Medin revive el eterno conflicto entre seguridad nacional, crítica política y libertad de expresión.

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Un arresto que trasciende fronteras

El periodista sueco Joakim Medin, corresponsal del diario Dagens ETC, fue arrestado el pasado viernes en Estambul bajo los cargos de “pertenencia a una organización terrorista” e “insultar al presidente”. Según el gobierno turco, el arresto no está relacionado con sus labores periodísticas, pero las circunstancias y la trayectoria del protagonista sugieren otra cosa.

Medin llegó a Turquía para cubrir las protestas más importantes del país desde el movimiento de Gezi Park en 2013. Fue detenido en el aeropuerto apenas llegó, y desde entonces su caso se ha convertido en símbolo de la creciente hostilidad del régimen de Recep Tayyip Erdogan hacia la prensa crítica, especialmente la extranjera.

¿Periodismo o delito de Estado?

La Dirección de Comunicaciones del Gobierno turco señala que Medin fue parte de una manifestación en Estocolmo en enero de 2023, donde supuestos simpatizantes del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) mostraron una efigie del presidente turco. Esta actividad, según dicen, bastó para que Medin fuera vinculado al PKK, declarado grupo terrorista tanto por Ankara como por sus aliados occidentales.

Además, el Centro de Desinformación lo acusa de facilitar el contacto entre el PKK y diferentes medios de comunicación. Sin embargo, tales acusaciones no dejan claro si se trata de acciones puramente periodísticas, como cubrir manifestaciones, entrevistar fuentes o simplemente cumplir con su deber informativo.

Una ola de represión contra la prensa

Medin no es el único. En la última semana, más de una docena de periodistas han sido detenidos en Turquía. Todos cubrían las manifestaciones recientes que se expanden por varias ciudades del país y que evidencian un hartazgo creciente ante la línea autoritaria del gobierno.

La mayoría de los detenidos son acusados de “difundir propaganda terrorista” o “alterar el orden público”, aunque muchos simplemente estaban haciendo su trabajo: documentar los hechos. Asuntos como la corrupción, el deterioro económico, la represión de la oposición y los crecientes vínculos entre el Estado y organismos de seguridad han sido foco de crítica durante años, especialmente por medios internacionales.

Turquía y el PKK: una historia de conflicto y tensiones

Desde hace más de cuatro décadas, el Estado turco mantiene un conflicto armado con el PKK, una organización insurgente que lucha por la autonomía kurda. Se estima que este enfrentamiento ha dejado más de 40.000 muertos, tanto militares como civiles.

Hubo un intento de paz en 2013 bajo el llamado de Alto al Fuego promovido por el líder encarcelado Abdullah Öcalan, pero las negociaciones colapsaron dos años después. Recientemente, en octubre, se anunció una nueva iniciativa de diálogo por parte del estado turco que fue respondida con una declaración de cese al fuego del PKK en marzo de este año.

No obstante, aunque se hablan de avances, la represión política ha continuado hacia la población kurda y quienes se atreven a cuestionar o analizar críticamente el conflicto, como periodistas, activistas y académicos.

Libertad de prensa en Turquía: estadísticas alarmantes

De acuerdo con Reporteros Sin Fronteras (RSF), Turquía ocupa el puesto 165 de 180 en el Índice Mundial de Libertad de Prensa de 2024. Desde el intento fallido de golpe de Estado en 2016, el país ha intensificado su aparato represivo, especialmente contra medios independientes.

  • Más de 100 medios de comunicación fueron cerrados por decreto tras el golpe.
  • Hay al menos 40 periodistas encarcelados, la mayoría por motivos políticos.
  • La ley de "desinformación" y "cibercrimen" permite a las autoridades bloquear páginas web, redes sociales y arrestar a comunicadores con escasa evidencia.

Estos datos colocan a Turquía como uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo en libertad, especialmente para quienes se centran en temas como derechos humanos, corrupción estatal o conflictos armados.

¿Insultar al presidente es un crimen?

Una de las acusaciones hacia Medin es “insultar al presidente”. En Turquía, el Artículo 299 del Código Penal tipifica como delito cualquier expresión que pueda considerarse ofensiva hacia el presidente. Esta norma ha sido utilizada de manera reiterada para procesar periodistas, caricaturistas, tuiteros comunes e incluso estudiantes.

Solo en 2022, más de 9.000 personas fueron investigadas bajo este artículo, incluyendo 35 periodistas. Organizaciones como Amnistía Internacional han denunciado que esta ley se emplea como herramienta de intimidación y represión.

Un mensaje para Europa

El caso Medin también pone en aprietos a la Unión Europea y al gobierno sueco. Turquía ha mostrado sensibilidad especial hacia los países donde el PKK o sus simpatizantes tienen visibilidad pública. La ya complicada relación entre Ankara y Estocolmo, especialmente tras el ingreso de Suecia a la OTAN, ahora enfrenta una nueva tensión diplomática.

El canciller sueco ha solicitado información formal sobre la detención de Medin, pero hasta el momento no hay señales de liberación. Existe el temor de que Turquía use estos casos como instrumentos de presión política en negociaciones mayores con Europa y la Alianza Atlántica.

¿Y ahora qué?

La pregunta no es solo si Joakim Medin será liberado, sino qué mensaje quiere enviar Turquía al mundo. ¿Está dispuesto el gobierno de Erdogan a seguir criminalizando la cobertura internacional de sus conflictos internos? ¿A qué costo diplomático y económico?

Mientras tanto, los periodistas en Turquía (nacionales y extranjeros) trabajan en un entorno de miedo, judicialización y vigilancia constante. En palabras del propio Medin antes de este arresto, en una entrevista de 2022: "Contar la verdad en este país no es solo una cuestión de valentía, es de supervivencia".

La libertad de prensa no puede ser rehén de los vaivenes políticos ni de las narrativas de seguridad nacional. Un periodista no es un criminal por contar lo que otros quieren ocultar.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press