Nancy Bea Hefley: el alma musical de los Dodgers y la historia de un legado inolvidable

Durante 27 años, Nancy Bea convirtió cada juego en el Dodger Stadium en una experiencia mágica. Esta es la historia de una organista que capturó el corazón de millones.

Nancy Bea Hefley, organista oficial de los Los Angeles Dodgers por 27 temporadas, falleció el sábado a los 89 años. Su partida marca el final de una era que combinaba tradición, pasión e identidad cultural dentro del béisbol angelino. Pero ¿quién fue exactamente esta figura emblemática que cautivó a una generación de fanáticos con su música desde las alturas del Dodger Stadium?

Una vida dedicada a la música

Nacida con una predisposición natural para la música, Nancy Bea comenzó a tocar el piano a los cuatro años y, a los 13, ya convencía a su maestra para que le enseñara los fundamentos del órgano. Esta temprana conexión con el instrumento que definió su carrera sería el comienzo de una travesía que transformaría su vida y la de miles de personas que asistían a los partidos de béisbol en Los Ángeles.

Antes de llegar a los Dodgers, Hefley fue organista suplente para los Los Angeles Angels. Su gran oportunidad llegó en febrero de 1988, cuando audicionó para los Dodgers durante un juego de exhibición. No solo obtuvo el puesto: ese mismo año, el equipo ganó la Serie Mundial, con un grupo de figuras legendarias como el lanzador Orel Hershiser, quien ganó el premio Cy Young.

El sonido del corazón del Dodger Stadium

Desde su cabina, Nancy Bea fue mucho más que una simple música. Creaba el ambiente perfecto para cada momento del juego. Convertía una base robada, un error o un cuadrangular en un espectáculo completo, acompañándolo con una melodía cuidadosamente seleccionada de su repertorio memorístico de más de 2,000 canciones.

Su ejecución del clásico del séptimo inning, "Take Me Out to the Ballgame", nunca perdió encanto. “¿Que si me canso de tocarla? Pensarías que sí, pero en realidad, no”, confesó al Los Angeles Times en 2004.

Una figura del mismo calibre que Scully o Lasorda

Hefley fue un rostro (y sonido) familiar tan querido como otros emblemas del club angelino, como el legendario locutor Vin Scully y el icónico manager Tom Lasorda. Curiosamente, todos ellos compartieron no solo el afecto del público, sino también su retiro con apenas unos pocos años de diferencia y, finalmente, su lamentada partida. Scully falleció en 2022; Lasorda, en 2021.

En 2015, sus apariciones comenzaron a disminuir. Publicó en Facebook que sentía que ya no encajaba. Pero, en un acto que demostró lo íntimamente ligada que estaba al alma del club, los Dodgers le ofrecieron un contrato de por vida. “Dijeron que tendría el trabajo mientras lo quisiera, que el puesto no estaría disponible para nadie más”, relató al Los Angeles Times.

Sin embargo, durante la última serie como local de esa temporada, Nancy Bea anunció su retiro de forma oficial. Fue homenajeada en el campo antes de su último juego. Su sucesor fue Dieter Ruehle, apenas el tercer organista del equipo desde 1971.

Un matrimonio destinado

Nancy Bea conoció a su esposo, Bill Hefley, mientras tocaba el órgano en una iglesia bautista en Bellflower. Su relación fue tan constante como su amor por la música. Durante los juegos, solían viajar desde su casa en Silver Springs, Nevada, a Los Ángeles, alquilando temporalmente una segunda residencia. Bill falleció en 2019, y ahora Nancy Bea se reúne con él, como expresó su hijo Mark en una emotiva publicación en Facebook: “Es un día triste para nosotros, pero uno bueno para ella y papá”.

La reacción de la comunidad y un legado eterno

Durante el partido entre los Dodgers y los Tigres de Detroit, el anunciador del estadio, Todd Leitz, informó al público sobre el fallecimiento de Hefley. Hubo un minuto de silencio y una evidente ola de reacción emocional. “Hubo una exhalación colectiva y una reacción visiblemente emocional de la multitud”, relató Stephen Nelson, locutor suplente del equipo.

La cuenta oficial de los Dodgers en X (antes Twitter) publicó: “Delitó a millones de aficionados durante casi 30 años”.

Influencia en la cultura de béisbol

La figura del organista en los estadios es una tradición que ha ido desapareciendo en la era de las canciones pop, reguetón y efectos especiales digitales. Sin embargo, Nancy Bea Hefley mantuvo viva esa conexión íntima entre público y jugada, entre nota y emoción.

Así como Fenway Park tiene su Sweet Caroline o Wrigley Field su mítico órgano, el Dodger Stadium tuvo a Nancy Bea, quien hacía que cada momento se sintiera único gracias a sus interpretaciones de temas como "Master of the House", que sonaba cada vez que Orel Hershiser subía al montículo.

¿Qué hacía especial a Nancy Bea?

No era solo su habilidad para tocar de memoria miles de canciones, sino su comprensión emocional de cada momento. Sabía cuándo agregar algo humorístico, cuándo subir la tensión y cuándo permitir que el estadio hablara por sí solo. Hefley tenía una sensibilidad casi cinematográfica para narrar con música lo que ocurría en el diamante.

Además, era un ícono accesible. Quizás no tan conocido fuera del ambiente beisbolero de Los Ángeles, pero dentro del estadio, era tan famosa como cualquier jugador en la plantilla. Decenas de aficionados la reconocían, se tomaban fotos con ella o simplemente le enviaban cartas de agradecimiento.

Una inspiración para futuras generaciones

El papel de Hefley no solo fue musical. Como mujer en un entorno predominantemente masculino, abrió puertas para que otras mujeres pudieran tener un rol dentro del aparato técnico del deporte. Su permanente profesionalismo, su humildad y también su firme carácter —como cuando publicó que ya no se sentía parte— son muestra de una mujer con convicciones claras.

Hoy en día, cuando cada detalle de los estadios se controla electrónicamente, artistas como Nancy Bea Hefley nos recuerdan el valor de lo humano, de lo tradicional, de las raíces.

El último acorde

Nancy Bea Hefley no fue una estrella del diamante, pero brilló con igual intensidad desde su rincón en el estadio. Al igual que Scully o Lasorda, su legado irá más allá de las estadísticas: queda grabado en el alma de los fanáticos y en la historia grande del béisbol en Los Ángeles.

Gracias, Nancy Bea, por 27 años de melodías, emoción y magia.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press