Adopciones internacionales desde Corea del Sur: una herida abierta en busca de justicia
Un informe histórico revela décadas de violaciones de derechos humanos en programas de adopción que enviaron a más de 200,000 niños coreanos al extranjero
Un escándalo global que toma fuerza
Corea del Sur, uno de los mayores exportadores de niños para adopción en el siglo XX, ha sido sacudida por un informe histórico de una comisión de derechos humanos que concluye que el Estado violó los derechos básicos de los niños enviados al extranjero. El documento, publicado tras una investigación liderada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos del país, indica que el gobierno surcoreano facilitó una red de adopciones internacionales plagada de fraude, documentos falsificados y prácticas coercitivas.
Se estima que más de 200,000 niños surcoreanos fueron adoptados en el extranjero desde la década de 1950, la mayoría enviados a Estados Unidos, seguido por países como Francia, los Países Bajos, Suecia y Australia. Lo que estas adopciones compartieron no fue solo distancia geográfica, sino una oscuridad institucional que ha dejado a miles de personas buscando sus orígenes sin respuestas claras.
Una verdad incómoda: el Estado como facilitador
Durante décadas, agencias de adopción surcoreanas operaron con poca o ninguna supervisión estatal. Según el informe de más de 300 páginas, el gobierno incurrió en negligencia sistemática al no establecer mecanismos adecuados de verificación, supervisión y legislación que garantizaran la legalidad y ética del proceso de adopción. Más aún, las autoridades facilitaron las adopciones internacionales como método para reducir los costos del sistema de bienestar social.
Las agencias, por su parte, competían agresivamente por conseguir bebés. Testimonios y documentos obtenidos durante la investigación revelan prácticas como sobornos a hospitales para desviar recién nacidos e incluso el robo o desaparición de niños que luego eran catalogados oficialmente como abandonados. En muchos casos, madres fueron presionadas u obligadas a firmar papeles que no entendían o que contenían información falsa.
Documentos falsos, identidades intercambiadas
Una de las revelaciones más escalofriantes es la fabricación de documentos que cambiaban los nombres, años de nacimiento o el estatus de los niños. Si un niño ya asignado para adopción moría, se enfermaba o era reclamado por su familia, la agencia simplemente sustituía al menor por otro utilizando los mismos documentos. Este patrón sistemático ha hecho que, años después, muchos adultos adoptados descubran que fueron parte de una cadena de mentiras institucionalizadas.
En palabras de Sang Hoon Lee, comisionado de la Comisión de Derechos Humanos de Corea del Sur:
“El Estado falló en su deber más esencial: proteger los derechos humanos de sus niños. Y esa omisión fue sistemática.”
Según datos oficiales obtenidos por la investigación, menos del 20% de los 15,000 adoptados que han solicitado ayuda para buscar a sus familias desde 2012 lograron reunirse con algún familiar.
La dimensión internacional del escándalo
La gravedad de este informe no solo sacude a Corea del Sur. Países receptores como Suecia, Dinamarca y los Países Bajos ya han iniciado sus propias investigaciones internas sobre posibles negligencias y complicidades en el proceso de adopción. Expertos en derechos humanos demandan que Estados Unidos, país que recibió la mayoría de los niños, también lance su propia auditoría.
Lo que más sorprende es que Occidente conocía al menos parte del problema. Ya en la década de 1980, trabajadores humanitarios alertaban sobre las prácticas abusivas y la sobreproducción de procesos de adopción poco éticos. Sin embargo, como señala la periodista Kate Linthicum: "el deseo de cumplir con la alta demanda de bebés sobrepasó los controles morales". A veces, incluso se presionaba a Corea del Sur para "mantener el flujo de niños".
Adopciones más allá de la guerra: el mito del orfanato
Durante mucho tiempo, la narrativa pública justificó la masiva salida de niños coreanos al extranjero como una consecuencia de la Guerra de Corea (1950–1953) y el número elevado de huérfanos. Si bien esto fue cierto en las décadas inmediatas al conflicto, estudios posteriores demuestran que, desde los años 70, la mayoría de niños adoptados no eran huérfanos, sino hijos de madres solteras o familias pobres.
Esta narrativa fue reforzada por agencias de adopción, gobiernos e incluso adoptantes, quienes preferían creer y perpetuar la imagen del "huérfano rescatado". Como relata Adam Crapser, uno de los adoptados surcoreanos que demandó al gobierno de Corea por derechos humanos:
“Me dijeron toda la vida que mis padres me abandonaron. Luego descubrí que me estaban buscando desesperadamente.”
Búsqueda de justicia: ¿y ahora qué?
La comisión surcoreana ha emitido una serie de recomendaciones que incluyen:
- Una disculpa oficial del gobierno dirigida a los adoptados y sus familias biológicas.
- La creación de un mecanismo nacional de búsqueda y reunificación familiar.
- Modificaciones a la legislación vigente para evitar la repetición de estas violaciones.
- Establecer compensaciones simbólicas y legales para los afectados.
Sin embargo, varios círculos de expertos han criticado la vaguedad de las medidas. El abogado Choi Jung Kyu, conocido defensor de víctimas de negligencia estatal, indicó que:
“Las recomendaciones carecen de mecanismos de ejecución y de presupuesto asignado. Corremos el riesgo de quedarnos en palabras vacías.”
Una memoria viva: los adoptados como activistas
Muchos adoptados coreanos, actualmente repartidos por todo el mundo, se han convertido en activistas que buscan justicia, verdad y reparación. La publicación del informe coincide con un creciente movimiento global que busca reescribir la historia de las adopciones internacionales.
Iniciativas como la del documental "Children of the Shadows" producido junto con PBS Frontline y The Associated Press, o campañas como Danish Korean Rights Group, han ayudado a visibilizar las luchas individuales que ahora cobran fuerza colectiva.
¿Un modelo de advertencia?
El caso de Corea del Sur sirve como advertencia para otros países exportadores de niños mediante programas de adopción internacional. En décadas recientes, Vietnam, Etiopía, Guatemala y Nepal enfrentaron crisis similares. Estos patrones de abuso señalan una falla estructural en el sistema internacional de adopciones que, bajo la bandera del humanitarismo, perpetúa inequidades, racismo sistémico y explotación infantil.
Quizás el mayor desafío ahora sea reconocer que la verdad no solo busca cerrar heridas individuales, sino evitar futuras tragedias colectivas. La justicia para los niños de Corea del Sur puede ser el primer paso de un nuevo paradigma internacional en materia de adopciones.