Myanmar bajo ruinas: terremoto, guerra civil y una crisis humanitaria que estremece al Sudeste Asiático
Con casi 700 muertos y miles de heridos, el devastador sismo en Myanmar agrava aún más la tragedia de un país sumido en conflicto
Cuando la tierra tiembla en un país en guerra, las tragedias se multiplican. Myanmar, una nación asolada por una cruda guerra civil desde 2021, fue sacudida el pasado viernes por un terremoto de magnitud 7.7 que ha dejado una estela de destrucción, dolor e incertidumbre. Este nuevo desastre natural no solo suma cientos de muertos y miles de heridos, también pone a prueba la capacidad de respuesta de un gobierno militar desacreditado, el acceso de la ayuda internacional y la resistencia de un pueblo que durante años ha cargado con el peso del autoritarismo, el conflicto y la pobreza.
El epicentro: caos en el corazón de Mandalay
El sismo se registró poco antes del mediodía del viernes, con epicentro cercano a Mandalay, la segunda ciudad más grande del país. La fuerza del movimiento sísmico, acompañada de numerosas réplicas —una de ellas de magnitud 6.4—, derribó edificios, colapsó puentes, destruyó carreteras y causó la ruptura de una represa.
Según cifras oficiales reportadas por MRTV, la televisión estatal controlada por la junta militar, hasta este sábado se han contabilizado 694 fallecidos, 1,670 heridos y al menos 68 desaparecidos. No obstante, organizaciones independientes sugieren que la cifra podría ser significativamente mayor dada la dificultad para acceder a zonas remotas y en conflicto.
Una tragedia dentro de otra: el peso de la guerra civil
La devastación causada por el terremoto se produce en un contexto particularmente sombrío. Desde el golpe de Estado del 1 de febrero de 2021, Myanmar se ha sumido en un conflicto armado entre la junta militar y una vasta red de fuerzas opositoras, desde el movimiento de desobediencia civil hasta grupos étnicos armados.
Las regiones más afectadas por el sismo se encuentran directa o parcialmente bajo control de grupos rebeldes, lo que complica enormemente los esfuerzos de rescate y las rutas para entregar ayuda. Muchos accesos están minados, otros bloqueados por enfrentamientos o condiciones logísticas extremas.
La organización Human Rights Watch y Amnistía Internacional ya han llamado a la comunidad internacional a presionar a la junta militar para permitir un corredor humanitario independiente que garantice la llegada de asistencia sin restricciones políticas o militares.
El drama en Tailandia: víctimas en la vecina Bangkok
La onda sísmica se sintió también en Tailandia, a cientos de kilómetros del epicentro. En la región metropolitana de Bangkok, donde viven casi 17 millones de personas, 6 personas murieron, 26 resultaron heridas y 47 permanecen desaparecidas tras el colapso de un edificio en construcción de 33 pisos cerca del mercado de Chatuchak, uno de los más emblemáticos de la ciudad.
Este rascacielos, edificado por una empresa china para el gobierno tailandés, se vino abajo como si fuera una pila de naipes. Los escombros fueron removidos con maquinaria pesada durante el fin de semana, pero los familiares perdieron prácticamente la esperanza.
“No puedo aceptar esto. Mi pareja, cinco amigos, todos estaban ahí… Estoy rezando, pero ya no sé si queda algo de esperanza,” — Naruemol Thonglek, 45 años, tailandesa cuyo compañero era trabajador migrante de Myanmar.
Las cifras que estremecen
- Magnitud del sismo: 7.7
- Réplicas: más de 10, incluyendo una de 6.4
- Muertos confirmados: 694 en Myanmar, 6 en Tailandia
- Heridos: más de 1,670
- Desaparecidos: al menos 115 personas entre ambos países
- Personas sin hogar: decenas de miles
Respuesta internacional: una carrera contra el tiempo
A pesar del historial de la junta militar de rechazar ayuda internacional, el comandante en jefe Min Aung Hlaing apareció en televisión para declarar que Myanmar aceptará asistencia del extranjero.
Varios países han respondido de inmediato:
- China: Envió un equipo de 37 especialistas desde la provincia de Yunnan con drones, sensores sísmicos y suministros.
- India: Desplegó equipos de búsqueda y rescate, personal médico y víveres.
- Rusia: Dispatchó dos aeronaves con 120 rescatistas.
- Malasia: En camino con 50 voluntarios especializados en logística y medicina de emergencia.
- Naciones Unidas: Asignó US$ 5 millones para iniciar operaciones humanitarias.
No obstante, varios expertos alertan que las rutas de acceso, los ataques rebeldes en ciertas zonas y la desconfianza típica del régimen dificultan la distribución equitativa de la ayuda.
Myanmar: vulnerabilidad estructural y política
Myanmar ocupa el puesto 135 de 182 países en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU. Su infraestructura sanitaria y de transporte ya estaba colapsada en muchas zonas antes del conflicto armado. Según ReliefWeb, al menos 1 millón de desplazados internos vivían en refugios improvisados o zonas de difícil acceso antes del terremoto.
Además, organizaciones como Médicos Sin Fronteras recalcan que el acceso a agua potable y electricidad es prácticamente nulo en varias zonas cerradas bajo control rebelde o militar.
Perspectivas: ¿quién salvará a Myanmar?
La devastación de Myanmar parece una suma de males: un régimen autoritario, una guerra civil, un Estado colapsado y ahora un desastre natural. La comunidad internacional se enfrenta a un dilema urgente: ¿cómo canalizar un auxilio masivo sin fortalecer al régimen militar?
Históricamente, Jan Egeland, secretario general del Consejo Noruego para los Refugiados, ya ha señalado que “proveer ayuda en escenarios donde actores autoritarios controlan el acceso humanitario puede convertir la caridad en arma política”. Ese peligro hoy se concreta en Myanmar.
Lo cierto es que las víctimas no pueden esperar. Cada minuto perdido entre debates diplomáticos o restricciones autoritarias se traduce en más muerte y sufrimiento.
Un llamado desde los escombros
“Mi hija estaba en el piso 28; tenía planes de casarse el próximo mes. Alguien debe ayudarme a encontrarla”, lamentaba Waenphet Panta en Bangkok. Su testimonio no solo refleja la tragedia individual, sino también el eco colectivo de una devastación que no distingue nacionalidades ni afiliaciones. El suelo que tembló en Myanmar fue también una sacudida a la conciencia global.
La historia juzgará no solo qué provocó el desastre, sino cómo respondió el mundo. Porque a veces, entre la norma diplomática y la urgencia humanitaria, salvar vidas debería ser lo único no negociable.