Trans y en Servicio: El Desafío Judicial al Veto de Trump en las Fuerzas Armadas
Desde la trinchera hasta el tribunal: cómo la comunidad trans lucha por su lugar en el ejército estadounidense frente a políticas excluyentes
Un veto que reabre heridas
En un giro que ha encendido el debate sobre los derechos civiles en Estados Unidos, el expresidente Donald Trump intentó reinstaurar una política que prohíbe a las personas transgénero servir abiertamente en el ejército. Este acto revivió antiguas tensiones entre los derechos individuales y la supuesta necesidad de “preparación militar”, argumentada sin base suficiente por la administración. Tal intento provocó múltiples demandas y resultó en que varios jueces federales bloquearan su aplicación.
Uno de esos jueces fue Benjamin Settle, un ex militar del cuerpo de abogados del ejército de EE.UU. y designado por el presidente George W. Bush. En su fallo de 65 páginas, Settle no solo detuvo la orden de Trump, sino que criticó consistentemente la falta de justificación lógica o empírica para vetar a quienes han demostrado compromiso, habilidad y experiencia: “El gobierno no ofrece evidencia que sostenga este juicio militar, por lo tanto, su insistencia en la deferencia militar carece de base convincente.”
La historia de Emily Shilling: heroína e ignorada
En el caso legal en Tacoma, Washington, la historia de la comandante Emily "Hawking" Shilling fue significativa. Con 19 años de servicio naval, incluyendo más de 60 misiones de combate en Irak y Afganistán, Shilling ha demostrado un rendimiento extraordinario. Sin embargo, bajo las reglas de la administración Trump, sería dada de baja simplemente por ser trans.
Settle dedicó parte de su dictamen a volver visible la injusticia en el caso de Shilling: “No se alega ni se evidencia que ella haya causado detrimento alguno a la cohesión de su unidad, letalidad militar o preparación bélica.”
¿Preparación militar o prejuicio institucional?
El argumento de la administración Trump se centra en la premisa de que la identidad trans entra en conflicto con la disciplina esperada de un soldado. En un memorando firmado en enero de ese año, el Ejecutivo sostuvo que ser trans “contradice el estilo de vida honorable y disciplinado” de las fuerzas armadas, algo que muchos consideran un pretexto prejuicioso.
La abogada Sasha Buchert, de Lambda Legal, fue contundente: “Pueden hacer el número correcto de flexiones, pueden disparar con precisión, y tienen el coraje para servir. Lo único que tienen en contra es ser quienes son.”
Números que desmienten el prejuicio
Se estima que hay entre 1,600 y 15,000 personas trans sirviendo en distintas capacidades dentro del ejército estadounidense, según el think tank RAND Corporation. Un estudio de RAND en 2016, comisionado por el Departamento de Defensa, concluyó que permitirles servir abiertamente tendría un “impacto mínimo o inexistente en la efectividad militar”.
A pesar de ello, en 2019, las restricciones implementadas bajo Trump revirtieron las políticas pro-inclusión del presidente Obama, que habían permitido, desde 2016, servir abiertamente a quienes se identificaban como transgénero.
La lucha judicial en distintos frentes
El caso en Tacoma no fue el único. En Washington D.C., la jueza Ana Reyes también dictó una orden para bloquear temporalmente la política de exclusión, aunque luego la puso en pausa a la espera del recurso del gobierno. No obstante, la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia indicó que reinstalaría la prohibición si “ocurre alguna acción que impacte negativamente” a los soldados trans.
En otro frente legal, una corte de Nueva Jersey dictaminó que la Fuerza Aérea no podía dar de baja a dos hombres transgénero, considerando que su salida forzada dañaría de manera irreversible sus carreras.
La Casa Blanca y sus contradicciones
Entre 2017 y 2019, la administración de Trump sostuvo una cruzada contra las políticas de equidad e inclusión aplicadas durante la era Obama. Mientras afirmaban querer mantener un ejército disciplinado y eficaz, eliminaban programas de diversidad e investigaban prácticas de admisión universitaria supuestamente discriminatorias contra blancos y asiático-americanos.
Al mismo tiempo, sus acciones revelan una agenda política agresivamente ideológica más que racional. Prueba de ello es la presión ejercida sobre universidades como Stanford o la Universidad de California, investigadas por sus políticas post-raciales tras la decisión de la Corte Suprema de EE.UU. que eliminó las acciones afirmativas.
Los estragos de la ideología en cuerpos reales
Las consecuencias del veto trans no son meramente simbólicas o administrativas. Van mucho más allá. La amenaza de ser expulsados impacta la salud mental, estabilidad emocional y bienestar social de quienes han entregado su vida al servicio del país.
En palabras de una de las demandantes anónimas: “Cuando vestí el uniforme por primera vez, fue uno de los días más orgullosos de mi vida. El riesgo de que me nieguen seguir sirviendo por cómo me identifico me destroza.”
Un estudio del Palm Center reveló que más del 40% de los miembros trans en las Fuerzas Armadas consideran dejar el servicio ante el temor de ser expulsados por su identidad de género.
¿Dónde estamos hoy?
Con la llegada de Joe Biden al poder, la política discriminatoria fue oficialmente revocada. El presidente firmó una orden ejecutiva en enero de 2021 con el fin de garantizar que “todas las personas, independientemente de su identidad de género, puedan servir en las Fuerzas Armadas de manera abierta”.
Aunque esto representó una victoria para la comunidad LGBTQ+, el efecto dominó de las políticas restrictivas sigue sintiéndose. Muchos soldados trans aún temen que un cambio político futuro vuelva a poner sus vidas en pausa y sus carreras en peligro.
Más que bronca: visibilidad y resiliencia
Más allá del ámbito legal, la lucha de las personas trans en el ejército es una historia de visibilidad. Es la historia de Emily Shilling, de cientos a quienes nunca leeremos por privacidad o miedo, y de una comunidad que ha hecho de una institución conservadora su campo de batalla por igualdad.
Los desafíos persisten, pero las victorias judiciales marcan una nueva narrativa. No se trata de si las personas trans pueden servir. Ya lo hacen, y muchas veces, mejor que sus pares cisgénero. La verdadera interrogante es si Estados Unidos sabrá honrar su promesa de libertad e igualdad para todos.