Tarifas del 25% en autos importados: el golpe que podría revolucionar el mercado automotriz en EE.UU.
La nueva política comercial de Trump sacude una industria en plena recuperación mientras los precios de autos nuevos y usados amenazan con dispararse
Una industria al borde del colapso comercial
La reciente imposición de aranceles del 25% a vehículos importados y ciertas autopartes por parte del presidente Donald Trump marca un giro agresivo en la política comercial de Estados Unidos hacia el sector automotriz. Esta medida, que ha generado escozor tanto dentro como fuera del país, tiene implicaciones profundas para fabricantes, consumidores y economías enteras.
En una industria que depende de cadenas de suministro globales optimizadas durante décadas, reconfigurar la logística y producción para esquivar los aranceles es, simplemente, imposible en el corto plazo. Mientras tanto, fabricantes, concesionarios y compradores se enfrentan a un panorama de incertidumbre y precios crecientes que recuerda las tensiones vividas durante la escasez de microchips en la pandemia.
Una red de producción global, ahora en crisis
Desde los años noventa y con más intensidad en el siglo XXI, los fabricantes han extendido su producción más allá de las fronteras estadounidenses. Las plantas en México, Canadá, Japón y Europa son responsables de un porcentaje alto del ensamblaje y de la producción de componentes clave.
Según John Paul MacDuffie, profesor de gestión en la Universidad de Pensilvania, la industria automotriz americana se ha vuelto intrínsecamente global: "Ha optimizado su cadena de suministro en torno al movimiento transfronterizo de componentes donde existían acuerdos de libre comercio". Interrumpir esa armonía con nuevos aranceles pone en jaque a todo el sistema.
Además, muchas de las autopartes fabricadas fuera del país no son fácilmente sustituibles. Desde chips semiconductores hasta transmisiones especializadas, estas piezas requieren años de planificación para poder ser reubicadas a fábricas locales, si es que siquiera es posible.
Golpe a la economía del consumidor
Los compradores de automóviles sentirán la presión. El precio promedio de un automóvil nuevo en Estados Unidos superó los 47,000 dólares en el mes anterior, según Edmunds. Con los nuevos aranceles, ese precio puede subir varios miles de dólares. Ni siquiera se trata solo de impuestos sobre vehículos ensamblados en el extranjero; las piezas de vehículos producidas localmente también sufren el impacto si fueron importadas.
Sam Fiorani, analista en AutoForecast Solutions, lo resume así: "Podríamos ver una escalada de precios similar a la experimentada durante la escasez de semiconductores, pero esta vez afectando a todas las marcas y vehículos".
Los fabricantes como Toyota, Mazda y Subaru, que dependen considerablemente de las importaciones, serán los más afectados. Aunque marcas premium europeas como BMW o Mercedes logren trasladar parte de los costos a sus consumidores adinerados, los fabricantes populares no tienen esa ventaja.
Efectos colaterales: mercado de usados y desempleo
Ante vehículos nuevos cada vez más inaccesibles, es lógico pensar que el siguiente paso del consumidor promedio será el mercado de autos usados. Sin embargo, incluso aquí hay problemas. Las tasas de leasing estuvieron muy bajas entre mayo de 2022 y enero de 2023, lo que implicará menos vehículos de dos o tres años entrando al mercado de segunda mano en 2024 y 2025.
Lo anterior sugiere que la demanda superará a la oferta, y que eso también hará subir los precios de los autos usados. Todo esto podría recordar a los niveles dramáticos vividos durante la pandemia, cuando incluso vehículos con varios años de antigüedad se vendían por encima del precio de nuevos de años anteriores.
Y no se trata solo de consumidores: los pequeños proveedores, que ya operaban con márgenes mínimos, podrían verse propiamente descartados del mercado si no pueden asumir los sobrecostes o si sus productos dejan de ser competitivos. Esto implica despidos masivos y aumentos en el desempleo industrial, algo de lo que ya alertan múltiples analistas y sindicatos.
Reacciones encontradas en la industria y el gobierno
Las reacciones a este nuevo paquete económico han sido tan divididas como cabría esperar. Por un lado, la United Auto Workers (UAW), el principal sindicato laboral automotriz, ha aplaudido la medida. Shawn Fain, su presidente, declaró: “Estos aranceles son un paso importante en la dirección correcta para los trabajadores del sector y las comunidades obreras en general”.
Por el otro lado, Autos Drive America, que representa a fabricantes internacionales, criticó la decisión con dureza. Su presidenta, Jennifer Safavian, argumentó que la medida "encarecerá la producción y venta de vehículos en Estados Unidos, reducirá las opciones disponibles para el consumidor y podría terminar eliminando empleos de fabricación".
Las tres grandes automotrices nacionales —Ford, General Motors y Stellantis— hasta ahora se han mantenido prudentes, destacando su voluntad de garantizar la producción local y de colaborar con las nuevas normativas siempre que no afecten la competitividad regional. Aunque estas empresas tienen plantas en territorio estadounidense, partes esenciales aún provienen del extranjero, especialmente de México y Canadá.
¿Tarifas para fortalecer, o para aislar?
Trump basó su decisión en un argumento de seguridad nacional. En 2017 declaró que las importaciones de automóviles constituían una amenaza, lo que legalmente le daba la autoridad (aunque polémica) para imponer aranceles. Esta narrativa se alinea con su promesa de revitalizar la industria nacional —“America First”— y detener lo que denomina la “carrera hacia el fondo” en los tratados de libre comercio.
Sin embargo, muchos economistas ven esta política como contraproducente. Una evaluación del Brookings Institution de 2019 sobre los efectos posibles de estos aranceles estimó que el impacto en el PIB podría ser negativo, y que el número de empleos perdidos en sectores conexos podría superar con creces los ganados en manufactura directa.
Además, la reacción internacional no se ha hecho esperar. La Unión Europea ya ha tildado la medida como un acto hostil que vulnera acuerdos de comercio anteriores. Con represalias comerciales en el horizonte, algunos temen que esta nueva guerra comercial afecte a otros sectores, desde la agricultura hasta la tecnología.
El efecto dominó en los créditos hipotecarios
Un aspecto menos evidente, pero cada vez más discutido entre economistas, es el efecto que este tipo de aranceles tienen en la inflación general. A medida que los productos —como los automóviles— se encarecen, esto podría presionar al alza a la inflación, lo que a su vez afectaría tasas de interés claves como los créditos hipotecarios.
Esta semana, por ejemplo, las tasas a 30 años cayeron ligeramente a 6.65%, aunque un repunte inflacionario podría revertir esta caída. En enero, la tasa superaba el 7%, y aunque ha bajado desde entonces, muchos compradores de vivienda siguen enfrentando problemas de accesibilidad. Si la inflación se recalienta, los bonos del Tesoro de 10 años necesitarán rendimientos más altos, con lo cual subirían nuevamente estas tasas de interés, encareciendo la compra de viviendas.
Una política comercial impredecible
Uno de los mayores problemas enfrentados por fabricantes, importadores y exportadores no es únicamente el costo per se, sino la imprevisibilidad. Como señala un análisis de Bloomberg Economics, los cambios repentinos en la política comercial durante la presidencia de Trump han obligado a empresas a cambiar de proveedor, rediseñar flujos logísticos o incluso abandonar proyectos a medio terminar.
“Para planificar producción, se requieren años de certeza logística y legal,” indica Fiorani. “No se puede sostener una industria automotriz moderna con parches de emergencia cada seis meses.”
¿Un punto de inflexión para la industria?
Mientras algunos celebran el gesto como una corrección necesaria para proteger el empleo estadounidense, otros lo ven como una vuelta proteccionista que amenaza con aislar a la industria global y frenar una recuperación postpandemia que apenas comenzaba a consolidarse.
Con Tesla como una notable excepción —al beneficiarse tanto del producto nacional como de menores necesidades de componentes importados — el resto de la industria se enfrenta a desafíos importantes. No es solo una cuestión de precios, sino de productividad, estabilidad y relaciones globales.
La gran pregunta de cara al futuro es si estas políticas inauguran una nueva era de manufactura patriótica o si significarán el inicio de un estancamiento tecnológico al alejar a Estados Unidos de la competencia global. Lo único cierto, por ahora, es que automóviles —nuevos y usados— serán cada vez más caros para los estadounidenses promedio.