Los incendios forestales en las Carolinas: cuando la belleza natural se convierte en amenaza

El legado oculto del huracán Helene y cómo la sequía, el crecimiento urbano y la falta de preparación han encendido una crisis ambiental en las montañas Blue Ridge

Desde Pickens County, Carolina del Sur — Lo que alguna vez fue el escenario perfecto de una vida soñada en las montañas de Carolina del Sur se ha convertido en un campo de batalla contra incendios que devoran más de 50 kilómetros cuadrados de bosques, viviendas y parques estatales. Nicole Taylor lo sabe muy bien: hace apenas seis meses se mudó a una casa que parecía sacada de una postal con vistas al majestuoso Table Rock Mountain. Hoy observa esa vista desde la distancia de un hotel, viviendo una evacuación forzosa a causa del fuego que amenaza no solo su casa, sino la vida que intentaba construir.

El legado invisible de un huracán devastador

Muchos creen que los huracanes terminan cuando se apagan los noticieros. Pero el huracán Helene, que azotó el interior de las Carolinas en septiembre de 2024, dejó una estela de destrucción que ahora enciende sus consecuencias más letales: millones de árboles caídos que se han convertido en combustible perfecto para incendios forestales durante una sequía extensa.

Los bomberos y autoridades forestales ven con preocupación cómo el legado silencioso del huracán bloquea caminos, restringe el acceso y alimenta el crecimiento desenfrenado de las llamas. "Es prácticamente imposible moverse entre los árboles caídos y ramas en descomposición", afirmó Toby Cox, jefe del operativo contra el incendio de Table Rock.

Un escenario crítico: sequía, combustible y viento

Según David Easterling, director de la Unidad de Apoyo Técnico de la NOAA (Administración Nacional Oceánica y Atmosférica), los incendios actuales no son simplemente un accidente de la naturaleza. La combinación de:

  • Solo dos tercios de la lluvia habitual desde septiembre de 2024
  • Días soleados, secos y ventosos durante todo marzo
  • Montañas pobladas por leña seca tras los estragos de Helene

han creado la tormenta perfecta para incendios, lo que convierte zonas como las Blue Ridge Mountains en lo que expertos llaman “una bomba de tiempo climática”.

Evacuaciones, incertidumbre y la lenta batalla contra el fuego

Más de una decena de incendios están activos entre Carolina del Norte y Carolina del Sur. En particular, el incendio de Table Rock ya ha consumido 18.4 km² y el de Persimmon Ridge se ha tragado 6.2 km² en el condado de Greenville. Más de 20 millas cuadradas han sido devastadas en su totalidad.

Las evacuaciones obligatorias afectan a decenas de familias distribuidas entre las dos regiones afectadas, como en el caso de Eric Young, un educador ambiental retirado que se mudó a las montañas de Carolina del Norte buscando paz. Hoy vive en casa de un amigo en Charlotte, desplazado por segunda vez en seis meses. “Primero perdí mi carro por la inundación... y ahora esto. Esto ya parece una broma cruel del destino”, comentó con frustración.

La dificultad para contener estos incendios radica principalmente en la falta de fuentes de agua accesibles. En vez de hidrantes y camiones cisterna, la estrategia se basa en crear cortafuegos a base de palas, excavadoras y sierras para despojar de combustible al terreno.

¿Incendios forestales en las Carolinas? Una amenaza creciente

Históricamente, las Carolinas no han sido consideradas territorios de alto riesgo para incendios forestales. Pero eventos como el Gran Incendio de 1898, que arrasó 12,175 km² (área similar a Connecticut), y los incendios actuales, demuestran que el peligro es real y creciente.

De acuerdo con Kathie Dello, climatóloga estatal de Carolina del Norte, los incendios forestales en esta región tienen una época clara en el calendario: la primavera. Esto convierte los próximos meses en un período crucial para monitorear y prevenir nuevos focos.

La urbanización del paraíso: un problema silencioso

El boom inmobiliario en zonas de montaña, impulsado por promesas de aire puro y vistas espectaculares, está generando una tendencia peligrosa conocida como wildland urban interface (interfaz urbano-forestal). En palabras de Dello: "Más personas viven con mayor riesgo de incendio en estas áreas, pero no hay suficiente infraestructura o preparación para sostener sus demandas en emergencias".

El costo humano y económico

Hasta ahora, cerca de unas pocas docenas de estructuras han sido afectadas. Aunque no hay víctimas mortales, el evacuado promedio en esta crisis tiene a cuestas:

  • Pérdida de vivienda temporal
  • Animales domésticos desplazados
  • Gastos inesperados en hoteles, comida y transporte

Para familias como la de Nicole Taylor, el “precio invisible” también incluye estrés emocional y la pérdida de seguridad psicológica. Su principal temor no es solo volver a casa, sino enfrentar lo que quedó del sueño de vivir en la montaña.

Lecciones del pasado, peligros del futuro

Lo que no arda ahora, quedará como combustible para futuras temporadas de incendios. David Easterling advierte: "El material revelado por el huracán Helene seguirá acumulándose y secándose; esto incrementa la probabilidad y peligrosidad de incendios forestales por años".

Existen soluciones a largo plazo que podrían mitigar riesgos, entre ellas:

  • Monitoreo activo de las condiciones meteorológicas y forestales
  • Planeación urbana responsable, limitando la construcción en áreas de riesgo
  • Educación comunitaria sobre evacuación, manejo de fuego y cuidado del ecosistema

Pero todas estas exigencias requieren inversión, tiempo y voluntad política. Y mientras tanto, la naturaleza no espera.

El papel del cambio climático: innegable y urgente

Hay un denominador común que amplifica todos estos factores: el cambio climático. El aumento de las temperaturas, las lluvias más escasas pero más extremas, y la presencia de huracanes más intensos que penetran tierra adentro crean escenarios impensables años atrás. “Los ecosistemas cambian, pero lo grave es que nosotros no cambiamos con ellos”, comentó un voluntario de la Cruz Roja en el área de evacuación.

La región de las Blue Ridge Mountains, antes símbolo de paz y equilibrio con la naturaleza, se enfrenta hoy a su propia fragilidad. Y quienes la habitan, como Nicole y Eric, son los protagonistas de una historia que bien podría repetirse en cualquier parte del mundo donde la belleza natural se valora más que su conservación responsable.

¿Será este el punto de inflexión para redefinir cómo vivimos con la naturaleza? ¿O simplemente el preludio de una nueva temporada de catástrofes ‘naturales’ cada vez más comunes?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press