La guerra comercial de Trump y el despertar del sindicalismo: ¿cambio de lealtades o estrategia política?
Los nuevos aranceles automotrices agitan viejas alianzas políticas entre sindicatos, partidos y países aliados en una nueva batalla comercial impulsada por Trump
Un giro inesperado: Trump y el cortejo al sindicalismo
En una jugada que pocos habrían predicho una década atrás, el expresidente y actual mandatario Donald Trump ha reconfigurado las alianzas tradicionales de la clase trabajadora en Estados Unidos. El anuncio de imponer aranceles del 25% sobre las importaciones de automóviles ha sido recibido con aplausos por algunos líderes sindicales, incluidos aquellos que anteriormente lo consideraban un enemigo de los trabajadores.
Shawn Fain, presidente del poderoso sindicato United Auto Workers (UAW), sorprendió al país al respaldar públicamente la política de aranceles del propio Trump, a pesar de haber apoyado a Kamala Harris en las elecciones de 2024. “El UAW, y la clase trabajadora en general, no se preocupa por la política partidaria”, proclamó Fain, en un claro intento de marcar independencia frente al electorado y su membresía sindical.
¿Voltereta ideológica?
La historia de Fain con Trump está marcada por tensiones. Durante la campaña previa a su reelección, Fain denunció la “retórica vacía” del presidente con respecto a los derechos laborales. Pero hoy, su elogio al plan de aranceles como un intento de “detener el desastre del libre comercio” representa un viraje significativo.
Este giro choca con décadas de historia en las que los sindicatos estadounidenses, sobre todo los ubicados en los estados industriales del noreste y el medio oeste, apoyaron incondicionalmente a los demócratas. De hecho, el famoso “muro azul” que ayudó históricamente a los demócratas en los estados de Michigan, Pennsylvania y Wisconsin ha comenzado a agrietarse.
Demócratas divididos: ¿proteccionismo o inflación?
Mientras que figuras como Fain y la congresista Debbie Dingell (Demócrata de Michigan) han mostrado una apertura hacia los aranceles, otros miembros del Partido Demócrata no están tan convencidos. El senador John Fetterman, también demócrata de Pennsylvania, ha indicado que comparte la necesidad de proteger industrias nacionales, pero critica la ejecución improvisada de Trump como “darle un puñetazo en la boca a nuestros aliados”.
La preocupación principal gira en torno al impacto inflacionario que causaría el aumento del coste de los componentes automotrices, muchos de los cuales provienen del extranjero. Incluso fabricantes asentados en EE.UU. dependen estrechamente de cadenas de suministro internacionales.
Historias paralelas: Canadá en la línea de fuego
Justo al norte, Canadá enfrenta una crisis geopolítica singular. El nuevo primer ministro Mark Carney ha tenido que interrumpir su campaña electoral para liderar una respuesta frente a estos mismos aranceles. “Estados Unidos ya no es un socio fiable”, afirmó Carney en una declaración contundente que resuena con fuerza en ambos lados de la frontera.
Trump no solo impuso tarifas al sector automotriz, también está considerando expandirlas hacia todos los productos canadienses. Esto ha llevado a Carney a establecer un fondo de respuesta estratégica de 2 mil millones de dólares canadienses para proteger el empleo y la producción nacional, además de convocar a una reevaluación completa de la relación comercial con Estados Unidos.
Impacto en la industria automotriz norteamericana
El comercio automotriz en América del Norte está profundamente integrado. De hecho, un solo vehículo puede cruzar la frontera Canadá-EE.UU. varias veces antes de completarse. Según datos de la Asociación Canadiense de Fabricantes de Vehículos (CVMA), este tipo de intercambio multimodal representa el 40% del proceso productivo de ciertos modelos.
La industria automotriz canadiense emplea directamente a más de 125,000 personas, y hasta 500,000 más de forma indirecta. En EE.UU., esas cifras superan el millón de empleados. De este modo, cualquier nuevo arancel impacta directamente en miles de puestos de trabajo, sobre todo en estados clave como Michigan, Ohio e Illinois.
Una historia de idas y vueltas con el proteccionismo
El actual panorama recuerda otros momentos críticos en la historia comercial de EE.UU. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado en 1993 por el entonces presidente demócrata Bill Clinton, fue una traición gravísima a los ojos de muchos sindicalistas, quienes ya desde entonces advertían una “carrera hacia el abismo”.
Trump ya había intentado reconfigurar este acuerdo durante su primer mandato con la firma del USMCA (Acuerdo Estados Unidos-México-Canadá), que introdujo cambios, pero mantuvo una mayoría de los principios del libre comercio. Sin embargo, para muchos votantes obreros, la narrativa fue suficiente: Trump “se enfrentó al sistema”, algo que los demócratas fallaron en transmitir con la misma fuerza.
Carney y la soberanía canadiense
Las tensiones bilaterales han escalado aún más desde que Trump sugirió públicamente que “Canadá debería convertirse en el 51º estado”. Un gesto simbólicamente insultante que ha encendido una ola de nacionalismo en el país vecino. Mark Carney respondió que aunque el diálogo es necesario, “Canadá debe repensar su modelo económico”, dado que más del 75% de sus exportaciones dependen del mercado estadounidense.
El líder del principal partido opositor en Canadá, Pierre Poilievre, también reaccionó con fuerza: “No seremos el 51º estado, pero sí podemos recuperar nuestra amistad si Trump se retracta”. Estas palabras reflejan el tono iracundo que ha dominado la escena política canadiense en las últimas semanas.
Proteccionismo: ¿nueva normalidad o jugada política?
No es la primera vez que Trump asume una postura proteccionista. Sin embargo, la consistencia de su estrategia ha sido puesta en duda incluso por sus aliados. Las decisiones repentinas, la falta de claridad sobre detalles regulatorios y los mensajes contradictorios hacen que el entorno de negocios se torne incierto.
Steve Scalise, líder republicano en la Cámara de Representantes, declaró que los aranceles están “pagando dividendos”, citando el nuevo anuncio de Hyundai sobre su planta en Louisiana. Pero muchos economistas disienten. Estudios del Peterson Institute for International Economics (PIIE) han demostrado que los aranceles impuestos en 2018 y 2019 costaron a los consumidores estadounidenses más de 57 mil millones de dólares en solo dos años.
La doble cara del sindicalismo moderno
Aunque Fain se muestra cercano a los aranceles de Trump, su lista de demandas apunta a una ideología más alineada con el progresismo: seguridad social garantizada, acceso universal a la salud, derechos amplificados de organización y un Consejo Nacional de Relaciones Laborales (NLRB, por sus siglas en inglés) fuerte.
Estas exigencias lo colocan en eventual conflicto con los republicanos, quienes han buscado debilitar el NLRB y reducir su presupuesto. Incluso Trump trató de remover a un nombramiento demócrata del consejo, lo cual está actualmente en disputa legal.
Claramente, la alianza entre Trump y el UAW está limitada a terrenos muy específicos. Es una estrategia temporal, basada en beneficios mutuos. Como bien señaló Fain en una entrevista explosiva: “El motivo por el que Trump es presidente es porque tenemos muchos demócratas que no saben a quién demonios quieren representar”.
¿Y ahora qué?
Con elecciones legislativas en Estados Unidos en 2026 y el reciente replanteamiento geopolítico de América del Norte, el mundo se enfrenta a una reconfiguración incómoda, pero inevitable. La clara ruptura entre valores, intereses históricos y nuevas dinámicas globales pone a prueba a sindicatos, partidos políticos y naciones enteras.
A medida que las lealtades políticas de la clase trabajadora cambian, el verdadero desafío radica en quién sabrá representarlas de forma estable, sostenible y coherente. Trump podría haber revolucionado el tablero, pero la partida, apenas comienza.