El lado oscuro del deporte: Leshon Johnson y el escándalo de peleas de perros en EE.UU.
La caída de un exjugador de la NFL revela la oscura conexión entre el maltrato animal y el crimen organizado
En el mundo del deporte profesional, los escándalos suelen surgir ligados al dopaje, las apuestas ilegales o los conflictos contractuales. Pero cuando un exjugador de la NFL se ve envuelto en un operativo federal por dirigir una red de peleas de perros, las alarmas deben sonar para algo mucho más profundo: el abuso animal como reflejo de una violencia sistémica enquistada en algunos sectores de la sociedad.
¿Quién es Leshon Johnson?
Leshon Johnson, exrunning back que jugó en la NFL entre 1994 y 1999 para equipos como los Green Bay Packers, Arizona Cardinals y New York Giants, es recordado por su paso fugaz pero prometedor en el máximo nivel del fútbol americano. Sin embargo, dos décadas después de su retiro, el nombre de Johnson resuena no por sus hazañas deportivas, sino por un escándalo que involucra uno de los casos más grandes de peleas de perros en la historia federal de Estados Unidos.
El Departamento de Justicia de EE.UU. reveló en octubre de 2024 que Johnson fue acusado formalmente de operar una organización clandestina de peleas de perros conocida como “Mal Kant Kennels”, ubicada en Broken Arrow y Haskell, Oklahoma. En ese operativo, las autoridades confiscaron 190 perros tipo pit bull, la mayor cantidad de animales incautados a una sola persona en la historia de indagaciones federales sobre este tipo de delito.
El negocio del horror: ¿qué hacía Mal Kant Kennels?
Según documentos judiciales, Johnson criaba y entrenaba perros específicamente para combates clandestinos. Aquellos animales que lograban ganar repetidas veces se convertían en piezas valiosas dentro del mercado ilegal de peleas de perros, y eran utilizados como sementales. Esto generaba beneficios económicos a través de la venta de sus crías y el cobro de derechos de reproducción, también conocidos como “stud fees”.
El FBI afirmó que Johnson vendía estos perros a individuos de distintas partes de EE.UU., ayudando a expandir el lucrativo y brutal negocio de las peleas de perros. Este tipo de actos, calificados como inhumanos, crueles y criminales por organizaciones defensoras de animales como la ASPCA y la Humane Society, representa solo la punta del iceberg de un problema mayor.
“El FBI no tolerará criminales que dañen animales inocentes por su forma retorcida de entretenimiento”, declaró Kash Patel, director del FBI. “La crueldad animal es considerada por muchas agencias como un indicio temprano de comportamientos criminales más graves”.
Reincidencia y antecedentes
No es la primera vez que Leshon Johnson se ve involucrado en un caso de este tipo. En 2004 ya había confesado su culpabilidad ante cargos estatales por peleas de animales en Oklahoma, recibiendo una sentencia suspendida de cinco años. Sin embargo, eso no impidió que, años más tarde, retomara esta actividad ilegal a una escala aún mayor.
Este patrón de reincidencia demuestra cuán psicológicamente arraigadas pueden estar estas prácticas para quienes las perpetúan. Además, expone la falta de mecanismos preventivos o de seguimiento real tras condenas por maltrato animal.
Una industria clandestina que mueve millones
Las peleas de perros no son simples actos de violencia aislada, sino una industria multimillonaria ilegal. Según la Humane Society of the United States (HSUS), estas redes pueden mover desde cientos de miles hasta millones de dólares al año. Las apuestas suelen alcanzar cifras astronómicas y las ganancias secundarias derivadas de la cría, entrenamiento, y venta de perros ‘campeones’ multiplican los ingresos.
Además, esta actividad casi siempre está ligada a otros delitos, como tráfico de drogas, armas, lavado de dinero e incluso homicidios. Es por esta razón que el FBI clasifica la crueldad hacia los animales como un factor de riesgo para la identificación de delincuentes violentos en potencia.
El impacto en las víctimas sin voz
Los perros usados en peleas sufren torturas físicas y psicológicas extremas. Desde crías, son entrenados con métodos violentos. Algunos reciben anabólicos para aumentar su masa muscular, otros son obligados a pelear constante e incrementadamente para ‘curtirse’. Muchos terminan severamente heridos o muertos. Aquellos que pierden repetidamente, muchas veces son ejecutados o abandonados, marcados con cicatrices físicas y emocionales irreversibles.
La ASPCA estima que al menos 40,000 personas participan activamente en peleas de perros en Estados Unidos, y muchos más son cómplices mediante la omisión o práctica indirecta (como la compra de productos o perros de criaderos involucrados).
Un problema estructural: más allá de un solo caso
Este tipo de delito no ocurre en el vacío. Existe una cultura de violencia estructural donde, en algunos sectores sociales, el abuso animal es tolerado o incluso considerado 'normal'. A esto se suma el poco presupuesto que reciben muchas fiscalías locales para investigar estos crímenes y la escasa concienciación pública.
“El abuso animal es cruel, perverso y merece un castigo ejemplar”, declaró la fiscal general Pamela Bondi. “El Departamento de Justicia perseguirá este caso hasta las últimas consecuencias y seguirá comprometido en la protección de animales inocentes”.
Penas y consecuencias legales
Johnson enfrenta ahora cargos federales que podrían valerle hasta cinco años de prisión por cada cargo y una multa de hasta $250,000 por infracción. Si bien la justicia aún debe seguir su curso, el impacto del caso genera precedentes importantes en el tratamiento legal del maltrato animal en Estados Unidos. Organizaciones como PETA han calificado este caso como “una oportunidad crítica para mostrar el compromiso del sistema judicial con los derechos de los animales”.
El deporte bajo la lupa
Casos como el de Leshon Johnson no son aislados. En 2007, el también exjugador de la NFL Michael Vick fue condenado por operar un círculo de peleas de perros en Virginia. Su caso provocó una gran reacción mediática, y aunque tras su condena expresó arrepentimiento y colaboró activamente con fundaciones de defensa animal, dejó claro el nivel de alcance que puede tener esta práctica incluso en las figuras más públicas.
¿Qué nos dice esto sobre la cultura dentro del deporte profesional? La presión, la masculinidad tóxica y la idea de control y dominación son temas que, según diversos estudios sociológicos, pueden manifestarse incluso en la relación que estas personas desarrollan con animales.
¿Qué puede hacer la sociedad?
- Impulsar leyes más severas y con penas efectivas.
- Fomentar programas educativos y de sensibilización en comunidades vulnerables.
- Implementar sistemas de seguimiento a individuos condenados por abuso animal.
- Reforzar el rol de organizaciones civiles y de rescate animal.
El caso de Johnson obliga a reflexionar sobre la necesidad imperiosa de abordar la violencia desde todas sus aristas, incluida aquella que muchas veces pasa desapercibida: el sufrimiento silencioso de los animales. No se trata solo de castigar, sino de prevenir, educar y erradicar el abuso en todas sus formas.