El lado oscuro del aceite esencial: cómo el boom del patchouli está devorando los bosques de Indonesia
Mientras el mundo se rinde al aroma del patchouli, los agricultores de Sulawesi disecan sus selvas para seguir el ritmo de la demanda. ¿A qué precio?
El perfume del patchouli: entre el bienestar y la devastación
Con un aroma profundo, terroso y almizclado, el aceite esencial de patchouli se ha convertido en un ingrediente estrella en perfumería de lujo, cosmética y productos de bienestar. Extraído de las hojas del Pogostemon cablin, una planta originaria del sudeste asiático, este aceite supuestamente ayuda a aliviar el estrés y la ansiedad. Hoy, es omnipresente en las redes sociales y blogs de salud integral.
Indonesia, con su clima tropical húmedo, es el productor líder mundial de este aceite esencial, abasteciendo más del 80% del mercado global. Un kilo de aceite de patchouli puede alcanzar hasta 2.4 millones de rupias (unos $147 dólares), lo que resulta una tentación difícil de ignorar para los pequeños agricultores.
Simboro: el nuevo corazón del patchouli
En lugares como Simboro, en el oeste de Sulawesi, se vive una verdadera fiebre por el patchouli. Las plantas cuelgan de los porches, se apilan en patios y son visibles en los márgenes de las carreteras. Antes se cultivaban clavos de olor, pero los bajos precios y los ciclos de cosecha largos motivaron el cambio hacia esta planta de aspecto arbustivo, de rápido rendimiento económico.
Hardi, un agricultor de 36 años, es uno de esos nuevos emprendedores. En su parcela de una hectárea, trabaja con su madre y hermano, secando y cortando el patchouli antes de enviarlo a destilar. "Antes esperábamos meses por la cosecha de clavos. Con el patchouli es distinto, pero tenemos que plantar en la ladera, y eso puede ser peligroso".
La otra cara del boom: deforestación y riesgo de desastres
La popularidad del patchouli ha traído consigo una rápida expansión de su cultivo, que implica la tala de zonas amplias del bosque tropical de Indonesia —el tercer más grande del mundo. En medio de esta bonanza, las zonas boscosas están siendo reemplazadas por campos de patchouli, incrementando el riesgo de erosión, inundaciones y deslizamientos de tierra.
La Agencia de Medio Ambiente y Bosques de Sulawesi Occidental ha lanzado advertencias urgentes. Su director, Zulkifli Manggazali, declaró: "El patchouli no debe plantarse en pendientes de más de 45 grados. Allí, el suelo se vuelve inestable y aumenta el riesgo de deslizamientos".
El riesgo no es hipotético. En enero de 2025, una familia entera murió en un deslizamiento en Mamuju, en una zona colindante con cultivos de patchouli. Aunque no fue la causa principal, las autoridades admitieron que el cultivo sí contribuyó.
Además, el proceso de destilación del aceite también intensifica el problema. Para calentar el agua utilizada en la destilación por vapor, los agricultores usan leña recogida de los bosques vecinos, acelerando el deterioro de estos ecosistemas esenciales.
Muchas ganancias, poco conocimiento
A pesar de los ingresos que genera el cultivo, muchos productores no saben el destino final de su producto. Venden el aceite a destiladores locales, quienes a su vez lo venden a exportadores en Java, sin que los agricultores tengan control o visibilidad sobre la cadena comercial posterior.
Hardi cobra alrededor de 1.4 millones de rupias (86 dólares) por kilo de aceite, mucho menos del precio final. Sabe que su parcela está en riesgo, pero no ve muchas alternativas: “Necesitamos ingresos ya, no en diez años”, afirma.
El dilema: ¿bienestar global o catástrofe local?
El patchouli representa una tensión global entre demanda consumista y sostenibilidad ambiental. La comunidad internacional quiere aceites esenciales para meditación, relajación o productos de lujo, sin percatarse de que su producción puede estar desestabilizando una de las reservas de biodiversidad más importantes del planeta.
Como señaló Manggazali: “Si queremos que los cultivos beneficien a las comunidades a largo plazo, debemos reemplazar el patchouli por árboles productivos como durianos, que también tienen valor económico, pero estabilizan el terreno”.
Ese cambio no será fácil sin apoyo financiero y políticas claras. En algunos casos, las autoridades locales promueven el patchouli como una forma de combatir la pobreza rural, sin evaluar del todo su impacto ambiental. Un equilibrio tendría que pasar por mejores prácticas de cultivo, capacitación técnica y uso de energía sostenible para los procesos de destilación.
Industria fragante, comunidad vulnerable
El auge del patchouli ha reforzado lo que muchos expertos critican como una dinámica de extractivismo informal: el campesino trabaja a ciegas, el exportador gana y el consumidor final —en París o Nueva York— se rocía delicadamente con un producto cuya historia incluye deforestación, trabajo informal y riesgo de desastre ambiental.
En este contraste entre lujo y precariedad, el patchouli se convierte en símbolo de un mundo desconectado de los efectos reales de sus elecciones de consumo. Si no se toman medidas, Indonesia sufrirá una doble pérdida: la de su biodiversidad irreemplazable y de la seguridad de sus comunidades rurales.
El momento es ahora: crear protocolos, exigir transparencia en toda la cadena de suministro, e invertir en alternativas sostenibles. Solo así, el envolvente aroma del patchouli podrá seguir perfumando el mundo sin silenciar las voces de quienes luchan por sobrevivir entre el humo de las calderas y el crujir del bosque que desaparece frente a sus ojos.