Crisis eléctrica en Siria: el apagón de un país que resiste en la oscuridad

Cuatro horas de luz y ninguna certeza: la lucha diaria de millones de sirios en un país que intenta reconstruirse tras años de guerra

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Un país a oscuras: la realidad que viven millones de sirios

En Jaramana, una ciudad dormitorio en las afueras de Damasco, Rana Al-Ahmad abre su refrigerador tras romper el ayuno del Ramadán junto a su familia. Dentro solo hay huevos, papas y algo de pan. Con solo dos horas de electricidad al día, conservar alimentos se ha vuelto una tarea imposible. “No podemos dejar la comida en la nevera porque se echa a perder”, confiesa Al-Ahmad, de 37 años.

Su esposo, un taxista en la capital, apenas logra cubrir los gastos diarios. La instalación de paneles solares, una solución que muchos países enriquecidos dan por sentada, es para ellos un lujo inalcanzable. Esta es la realidad de alrededor del 90% de los sirios que, según Naciones Unidas, viven en la pobreza tras más de una década de guerra civil.

Siria tras el ocaso del régimen: esperanza, pero sin luz

Tras la caída del régimen de Bashar Al-Asad en diciembre del año pasado, Siria vive una etapa de transición liderada por un gobierno interino islámico, bajo la figura de Ahmad Al-Sharaa. Sin embargo, esa esperanza de renovación se estrella, día tras día, contra la precariedad energética que aqueja a todo el país.

La infraestructura energética, golpeada por 14 años de conflictos armados, bombardeos y abandono, no ha sido capaz de ofrecer más de un par de horas de luz al día a la mayoría de la población. Los apagones son masivos, y barrios enteros quedan sumidos en la oscuridad cada vez que cae el sol. En imágenes que parecen sacadas de una zona posapocalíptica, lo único que alumbra las calles son los faroles de los autos y las débiles lámparas de las mezquitas.

El combustible, el gran botín de guerra

Mientras las nuevas autoridades buscan controlar el territorio y estabilizar la situación, lo urgente es el acceso al combustible. Siria, que alguna vez producía más de 350.000 barriles de petróleo diarios, apenas produce 100.000 barriles en campos petrolíferos dañados, muchos de ellos bajo control de fuerzas kurdas aliadas con Estados Unidos.

Actualmente, solo alrededor de 15.000 barriles están siendo redirigidos hacia zonas bajo control estatal. El resto se queda en las regiones autónomas del noreste del país. Aun así, el mes pasado las autoridades interinas alcanzaron un acuerdo histórico con las Fuerzas Democráticas Sirias (lideradas por kurdos), que permitiría enviar más crudo para ampliar la producción energética nacional.

Karam Shaar, economista político, afirma que el 85% del petróleo sirio está en esas regiones. “Siria solía intercambiar crudo por productos refinados, pero los daños en la infraestructura y la fragmentación del país han hecho esto casi imposible”, indica.

Solar, gas... y Rusia: el intento de misiones imposibles

El gobierno interino también ha llegado a acuerdos estratégicos con Qatar para el suministro de gas a través de Jordania. El objetivo es reactivar plantas de generación ubicadas al sur de Damasco. Sin embargo, esas soluciones todavía no llegan a los hogares.

Además, según reportes no confirmados oficialmente, Rusia –uno de los principales aliados del régimen de Asad– ha enviado buques cargados de petróleo. Irónicamente, un país que fue central en convertir al anterior gobierno en un paria internacional, ahora sirve de proveedor energético, sin importar la legitimidad del nuevo poder en Siria.

Por ahora, el gobierno no pretende realizar grandes cambios estructurales en la red eléctrica. Omar Shaqrouq, Ministro interino de Electricidad, fue claro en rueda de prensa: “Restablecer la electricidad las 24 horas del día aún está lejos. Por ahora apuntamos a cuatro horas diarias, y tal vez algo más pronto”.

Revanchas, tensiones religiosas y exclusión

La crisis energética no es el único reto. Aunque la caída de Asad trajo esperanza, los sectores minoritarios, como los alawitas –grupo al que pertenecía el expresidente– temen represalias. Han habido ataques de venganza contra comunidades leales a Asad, especialmente en regiones del suroeste como Daraa, lo cual pone en entredicho la viabilidad de una transición democrática e inclusiva.

Occidente observa con desconfianza. La administración de Estados Unidos ha levantado algunas sanciones por seis meses para permitir transacciones energéticas, pero el alivio no ha tenido un impacto real hasta ahora. La Unión Europea, por su parte, mantiene la mayoría de las sanciones hasta verificar avances políticos claros hacia una nueva constitución y elecciones libres.

La vida bajo apagones: una rutina en penumbras

Rana Al-Ahmad y su familia representan a millones de ciudadanos para quienes tener luz es casi una lotería. Con una pequeña batería logran encender una lámpara de bajo consumo para que sus hijos hagan tareas escolares amontonados en el salón. “La batería se descarga rápido, a veces tenemos que utilizar velas”, cuenta Rana.

Los generadores privados, presencia común en países afectados por la guerra, son inaccesibles para la mayoría. En Damasco, sus precios son prohibitivos y aquellos con recursos han optado por instalar paneles solares. Pero entre la inflación y los bajos ingresos, ese privilegio está reservado para una élite cada vez menor.

Economía paralizada: sin electricidad no hay producción

Además del drama humanitario, hay consecuencias en toda la economía. Sin electricidad, las fábricas, pequeñas empresas y comercios apenas logran operar. La pérdida de productividad ha sido devastadora en sectores como textiles, alimentos y derivados del metal, esenciales para la reconstrucción del país.

“La electricidad es la piedra angular de la recuperación económica”, reitera Karam Shaar. “Sin ella no se pueden reactivar industrias, ni generar empleos estables. El círculo vicioso de pobreza y desempleo continuará”.

Incluso hospitales y centros de salud han tenido que recurrir a generadores de emergencia. Algunos informes de ONGs relatan que en clínicas rurales se han visto obligados a realizar partos bajo la luz de celulares.

¿Una nueva oportunidad? La delgada línea hacia la estabilidad

La transición siria, con todas sus fallas, representa una oportunidad única en más de medio siglo. Pero ese futuro mejor que tanto tiempo ha sido soñado, depende de acciones concretas.

Las autoridades deben evitar caer en los errores del pasado: centralismo, exclusión política, corrupción. El país requiere inversiones masivas que solo llegaran si Occidente ve un intento genuino por forjar un Estado laico e inclusivo. Y eso empieza por garantizar derechos básicos como el acceso continuado a la electricidad.

Mientras tanto, en los hogares como el de Rana, la esperanza sigue viva, pero con linterna.

“No necesito 24 horas de luz todavía, con que podamos cocinar y que mis hijos hagan sus tareas sin velas, ya es suficiente”, dice Rana Al-Ahmad. “Seguiré esperando”.
Este artículo fue redactado con información de Associated Press