Crisis ambiental en Corea del Sur: los incendios forestales más devastadores de su historia
Cómo el cambio climático está reformulando las estrategias de respuesta ante desastres naturales en Asia oriental
Corea del Sur enfrenta uno de los desastres naturales más feroces de su historia reciente: una serie de incendios forestales que han arrasado casi 48,000 hectáreas, dejando 28 muertos, miles de desplazados y daños incalculables a su patrimonio natural y cultural.
Un fuego sin precedentes
Desde el pasado viernes, el sureste de Corea del Sur ha sido consumido por incendios intensificados por condiciones climatológicas extremas. Según el jefe del Servicio Forestal de Corea, Lim Sang-seop, para la mañana del viernes los incendios estaban contenidos en un 85%, pero aún se desplegaron más de 9,000 profesionales, 125 helicópteros y cientos de vehículos para terminar con los focos restantes.
“Debido a la lluvia de anoche y las temperaturas más frescas, las condiciones para sofocar los incendios han mejorado considerablemente”, declaró Lim en una conferencia de prensa, destacando que la visibilidad, uno de los desafíos mayores durante la lucha contra el fuego, había mejorado sustancialmente.
Una tragedia con rostro humano
Más de 30,000 personas se han visto obligadas a abandonar sus hogares. Al menos 8,000 de ellas permanecen refugiadas en escuelas, gimnasios y otros albergues temporales. Las imágenes y testimonios son desgarradores. Seo Jae Tak, de 79 años, relató entre lágrimas que “cuando fui ayer, toda la montaña se había convertido en cenizas”. Muchos de los fallecidos eran personas mayores, atrapadas por las llamas debido a su limitada capacidad para evacuar rápidamente.
Entre los fallecidos se encuentra un piloto cuyo helicóptero se estrelló mientras combatía el fuego. También murieron cuatro bomberos y trabajadores forestales que fueron superados por las llamas. La mayoría de los bomberos tienen más de 60 años, reflejando el envejecimiento acelerado de la población surcoreana, uno de los más rápidos del mundo.
Pérdidas culturales irrecuperables
En Uiseong, 20 de las 30 estructuras del complejo del templo Gounsa han sido consumidas por el fuego. Este complejo, con más de 1,300 años de antigüedad, albergaba piezas históricas valiosísimas. Entre las estructuras destruidas se encuentran dos “tesoros” nacionales: un pabellón de 1668 y una construcción de la dinastía Joseon de 1904.
La pérdida de estos bienes es un golpe emocional y cultural. En palabras de un monje local: “No sólo perdimos estructuras, perdimos parte de nuestra alma colectiva”.
El cambio climático, ¿culpable silencioso?
Aunque científicamente es difícil vincular un evento climático específico directamente con el cambio climático, la evidencia es abrumadora. Las condiciones que permitieron la propagación veloz del fuego —vientos intensos, temperaturas elevadas y extrema sequedad— son síntomas del calentamiento global.
En una conferencia de prensa, Lee Cheol-woo, gobernador de la provincia de Gyeongsang del Norte, manifestó: “Debemos reformular por completo nuestra estrategia de respuesta a incendios forestales en el contexto de condiciones climáticas extremas”.
El gobernador también hizo un llamado urgente al gobierno nacional para:
- Establecer nuevas y mejoradas guías de evacuación.
- Invertir en aviones con cañones de agua y otras tecnologías de última generación.
- Desarrollar tácticas efectivas para combatir incendios durante la noche.
Actualmente, Corea del Sur no cuenta con tecnología aérea nocturna, lo que complica la lucha contra incendios en horarios críticos. “En la noche, el combate es manual, y eso no es suficiente dada la densidad actual de nuestros bosques”, declaró Lee.
Un llamado de atención global
Según un informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU, los eventos climáticos extremos como incendios forestales, inundaciones y tormentas se han multiplicado en frecuencia e intensidad desde principios del siglo XXI debido al incremento de temperaturas globales por emisiones de gases efecto invernadero.
Los expertos ya advertían que bosques más densos, temperaturas más altas y menos lluvias formarían la tormenta perfecta para incendios cada vez más incontrolables.
En Corea del Sur, el área afectada por el fuego asciende a 47,860 hectáreas (aproximadamente 118,000 acres), una cifra sin precedentes. Si comparamos, se trata de un área superior al tamaño de las ciudades de Seúl y Busan juntas. Las pérdidas económicas aún se calculan, pero podrían ascender a miles de millones de dólares en infraestructura, recursos ambientales y patrimonio cultural.
Una población vulnerable
El envejecimiento poblacional en Corea del Sur ha revelado otra dimensión de vulnerabilidad ante desastres naturales. Los equipos de respuesta han tenido que rescatar a numerosas personas mayores que no podían desplazarse solas, y muchos de los bomberos también son adultos mayores, lo que plantea desafíos adicionales en términos de capacidad y resistencia física.
Este fenómeno no es exclusivo de Corea del Sur. Países como Japón e Italia enfrentan retos similares, lo que podría motivar a una cooperación internacional en tácticas de evacuación y atención específica para comunidades envejecidas ante eventos extremos.
¿Estamos preparados para lo que viene?
La situación en Corea del Sur es un espejo de lo que podría ocurrir en muchas partes del mundo si no se toman acciones firmes. Se necesita una transformación radical en políticas de respuesta a emergencias, estrategias de manejo forestal y actuaciones preventivas basadas en ciencia.
Como dijo Lee Han-kyung, subdirector del Centro de Respuesta a Desastres: “Estos incendios representan una demostración brutal de la crisis climática que apenas estamos empezando a entender”.
Corea del Sur se enfrenta a una encrucijada
¿Regresará a la normalidad tras este desastre como si nada hubiera pasado? ¿O adoptará nuevas tecnologías, políticas y estructuras para defenderse mejor de un futuro que, inevitablemente, traerá más fenómenos de este tipo?
Lo que está claro es que las llamas no sólo arrasaron árboles y casas; también prendieron una señal de alerta que resuena más allá de sus fronteras. Será tarea del Estado —y de todos los ciudadanos del mundo— no ignorarla.