¿Aliados o extraños? La relación EE.UU.-Canadá bajo el segundo mandato de Trump
El impacto político, económico y emocional de las políticas proteccionistas y provocaciones diplomáticas de Trump sobre la histórica alianza con Canadá
Una relación que tambalea tras décadas de fortaleza
Durante décadas, la relación bilateral entre Estados Unidos y Canadá se ha caracterizado por la cooperación económica, la colaboración en defensa (como miembros de la OTAN y del NORAD), y una historia en común marcada por el respeto mutuo. Sin embargo, desde que Donald Trump regresó a la Casa Blanca en 2024 para un segundo mandato, este lazo, antes visto casi como familiar, se encuentra cada vez más deteriorado y tenso.
Un reciente sondeo del AP-NORC Center for Public Affairs Research revela que menos de la mitad de los adultos estadounidenses consideran actualmente a Canadá como un “aliado cercano” de EE.UU., una caída notable desde el 60 % registrado apenas en 2023. Este cambio de percepción responde a una serie de decisiones políticas y económicas de Trump que han generado incomodidad, cuando no indignación, tanto en ciudadanos estadounidenses como en sus vecinos canadienses.
Tarifas, provocaciones y amenazas a la soberanía
Una de las principales fuentes del deterioro de la relación ha sido la implementación de aranceles. En su regreso a la presidencia, Trump impuso un 25 % de aranceles sobre autos importados, incluyendo aquellos fabricados en Canadá. A esto se sumaron impuestos sobre productos de acero y aluminio durante su primer mandato, decisiones que ahora se reactivan bajo su política comercial “Liberation Day”.
Más allá del plano económico, Trump ha cruzado líneas diplomáticas al sugerir que Canadá debería convertirse en el “estado 51” de Estados Unidos, llamando incluso al primer ministro canadiense “gobernador”. Estas declaraciones han sido interpretadas como un ataque directo a la soberanía del país y provocaron reacciones de enojo por parte de los ciudadanos y líderes políticos canadienses.
El primer ministro canadiense Mark Carney, recientemente afirmó que “Estados Unidos ya no es un socio confiable” y resaltó que Canadá debe “velar por sí misma”. Las consecuencias no tardaron: el himno estadounidense fue abucheado en arenas canadienses y licores estadounidenses desaparecieron de los estantes en algunas provincias como señal de boicot.
El sentir de los ciudadanos: desilusión, incertidumbre y división
Voces ciudadanas recogidas en el mismo informe reflejan el desencanto creciente entre los estadounidenses. Lynn Huster, una demócrata de 73 años, expresó su pesar: “Canadá era nuestro amigo. Nos respaldaban... ahora nadie quiere estar de nuestro lado, y si algo grave sucede, estaremos solos.”
Scott Cunningham, demócrata de Indiana, comentó: “Trump está saboteando décadas de buena voluntad” al colocar aranceles a productos como flores, acero y automóviles. Para él, el lazo actual entre los dos países es “ni amistoso ni enemigo”, simplemente “tenso”.
Sin embargo, no todos comparten esta visión pesimista. Shaya Scher, republicano de Nueva Jersey, considera la retórica de Trump como una táctica de negociación: “Creo que todo es para asustarlos y que firmen un acuerdo. A fin de cuentas, seguimos siendo aliados”.
Canadá y EE.UU.: aliados históricos
Históricamente, Canadá y EE.UU. han estado entre los mayores socios comerciales del mundo. Según datos de la Oficina del Censo de EE.UU., en 2023 el comercio bilateral superó los 700 mil millones de dólares. Ambos países comparten una frontera de 8,900 km —la más larga del mundo entre dos naciones—, cerca de 400 mil personas la cruzan diariamente por trabajo, turismo o comercio.
En seguridad, ambos forman parte crucial del Comando de Defensa Aeroespacial de Norteamérica (NORAD) y son aliados históricos dentro de la OTAN. De hecho, tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, Canadá fue uno de los pocos países en apoyar militar y logísticamente la respuesta de EE.UU., incluyendo vuelos desviados que fueron recibidos cálidamente en Terranova.
Reestructuración diplomática: la visión de Trump
La política exterior de Trump se ha basado en el principio del “America First”, incluso a costa de alianzas históricas. Ha criticado abiertamente a la OTAN, ha menospreciado a la Unión Europea como “obsoleta” y ahora parece ver a sus aliados tradicionales más como competidores que como colaboradores.
Una encuesta del Pearson Institute y AP-NORC reveló que únicamente el 30 % de los estadounidenses ve a la Unión Europea como un aliado cercano. Para Alemania y Francia, el número es similar. Solo el Reino Unido mantiene el apoyo de cerca del 50 % de estadounidenses como “aliado cercano”.
En contraste, China y Rusia son vistas como enemigos por alrededor de un tercio de la población. Es interesante observar que solo 1 de cada 3 republicanos considera a Rusia una amenaza, mientras 4 de cada 10 demócratas sí la perciben de esa manera.
Una visión radical: propuestas de anexión de territorios
Las tensiones se amplificaron aún más con los comentarios reiterados de Trump sobre el deseo de “controlar” Groenlandia, el territorio autónomo perteneciente a Dinamarca. A pesar del rechazo rotundo por parte del gobierno danés y los groenlandeses, Trump repitió en 2025 que “tenemos que hacerlo y convencer a su gente”.
Este tipo de discursos afecta no solo las relaciones con Canadá, sino con una comunidad internacional más amplia, en especial actores europeos tradicionalmente aliados con Washington.
La visita del vicepresidente JD Vance y su esposa Usha a Groenlandia —acortada a un solo día ante la presión de las autoridades locales— fue vista como un intento de reducir tensiones, aunque para muchos fue “demasiado poco y demasiado tarde”.
¿Se está aislando Estados Unidos diplomáticamente?
Los expertos alertan sobre el riesgo de aislamiento diplomático. Como expresó el politólogo canadiense Roland Paris: “Cuando Estados Unidos aleja a sus aliados más cercanos, se debilita a sí mismo y erosiona la influencia que alguna vez disfrutó”.
Aunque EE.UU. mantiene su supremacía militar, un elemento crucial del poderío estadounidense ha sido su capacidad de formar coaliciones globales, respaldadas por fuertes lazos e instituciones internacionales. La erosión de la confianza en estos aliados estratégicos podría resultar en consecuencias diplomáticas, económicas y de seguridad a largo plazo.
La narrativa republicana: autarquía y disuasión
Para muchos conservadores, esto puede no ser un problema. Como expresó Trent Ramsaran, político republicano de Nueva York: “No necesitamos aliados. Gastamos miles de millones en defensa y tenemos tecnologías superiores. Podemos defendernos solos”. Algunos incluso recurren al sarcasmo diciendo que “tenemos a Tom Cruise y Top Gun como instructores”.
Este tipo de razonamientos, aunque populares en ciertos sectores, subestiman el papel de alianzas en conflictos modernos multi-teatrales. En un mundo interdependiente, incluso un poder militar como EE.UU. necesita aliados para misiones estratégicas, inteligencia compartida y legitimidad global.
¿Un punto de inflexión antes de 2026?
De cara a las elecciones intermedias de 2026, el descontento con Trump y su rumbo diplomático podría ofrecer a los demócratas oportunidades políticas. De hecho, ya están invirtiendo millones en elecciones especiales en Florida, como señal de resistencia a la retórica agresiva y aislacionista del presidente.
Mientras tanto, analistas como Aubrey Jewett advierten que “las elecciones especiales rara vez cambian el poder, pero pueden cambiar narrativas”. En este caso, la narrativa de querer que EE.UU. se encierre y se vuelva autosuficiente choca con una historia de colaboración continental que hasta ahora ha sido clave para la seguridad, economía y cultura norteamericana.
Si el presidente continúa deteriorando una relación tan histórica como la de Canadá con Estados Unidos, podríamos estar presenciando el final de una era y el principio de un EE.UU. más solo en la arena internacional.