Los 'corchos' de Cuba: Ingenio y supervivencia en el mar
Pescadores cubanos han convertido materiales reciclados en embarcaciones improvisadas para seguir ejerciendo su oficio en medio de restricciones y escasez.
La dura realidad de la pesca en Cuba
Desde lejos, podrían parecer simples manchas flotando en el agua. Pero al acercarse, se pueden ver a los pescadores sentados sobre planchas de poliespuma, deslizándose en sus embarcaciones improvisadas. Así son los “corchos”, balsas rudimentarias y creativas que se han vuelto parte del paisaje marino de La Habana.
En un país donde comprar un barco es prácticamente imposible debido a los altos costos y restricciones estatales, los pescadores cubanos han recurrido a la creatividad e ingenio para seguir ejerciendo su profesión. Estas embarcaciones, construidas con materiales reciclados y sujetas con varillas de aluminio, han permitido que muchos sigan pescando y llevando alimento a sus hogares.
El desafío de la escasez y la pasión por la pesca
Con el amanecer, cientos de pescadores se lanzan al mar en estas innovadoras estructuras. Lo hacen a remo, aunque algunos han logrado instalar pequeños motores para facilitar la travesía. Son frágiles, pero flotan con estabilidad ante el oleaje.
Uno de estos pescadores, Miguel González, sostiene con orgullo un atún recién capturado. “Está en nuestra sangre”, dice. “Nos gusta pescar, haya pescado o no”. Para ellos, los corchos representan más que una simple herramienta de trabajo. Son símbolo de resistencia y creatividad frente a las dificultades económicas.
Un oficio de comunidad y apoyo mutuo
Si algo caracteriza a estos pescadores es su espíritu de cooperación. En el mar nadie está solo. “Nos ayudamos entre todos”, explica Rayner Sánchez, otro pescador. “Si uno tiene problemas, todos acudimos al rescate. Pescamos juntos y trabajamos juntos”.
La hermandad en alta mar es clave, ya que en estas improvisadas balsas cualquier incidente puede ser peligroso. Los fuertes oleajes o las corrientes pueden poner en riesgo tanto las capturas como la seguridad del pescador.
El costo de un sueño inaccesible
Poseer una embarcación en Cuba no es tarea fácil. Los pescadores afirman que una lancha puede costar alrededor de 30,000 dólares, una suma exorbitante en un país donde el salario medio mensual ronda los 25 dólares. Este abismo económico ha orillado a muchos a adaptarse con lo que tienen a mano, convirtiendo los “corchos” en su única alternativa para subsistir.
Además, las regulaciones gubernamentales limitan la compra y tenencia de embarcaciones privadas, por lo que estas improvisaciones se han convertido en soluciones aceptadas, aunque no siempre seguras o eficientes.
Técnicas ingeniosas para atraer el pez
Sin acceso a equipos modernos de pesca, los corcheros han desarrollado sus propios trucos. Una de sus herramientas más valiosas es el uso de “jigs”, señuelos hechos a mano con resina e imitaciones de calamar hechas con papel iridiscente. No tienen carnada viva, pero han aprendido a engañar a los peces de gran tamaño con su destreza y conocimiento del mar.
Estos trucos, transmitidos por generaciones, han permitido la subsistencia de comunidades pesqueras enteras, que dependen del mar tanto para su consumo diario como para vender algunas piezas en mercados locales o restaurantes.
Los 'corchos', un símbolo de la lucha cotidiana
Más que simples embarcaciones improvisadas, los corchos se han convertido en un emblema de la perseverancia y el ingenio cubano. En un país donde los recursos son escasos y las restricciones abundan, la capacidad de adaptación sigue siendo imprescindible.
Así, cada mañana, los corcheros se lanzan al mar con la esperanza de una buena pesca, con la convicción de que seguirán resistiendo, flotando con sus balsas improvisadas y desafiando las olas de las dificultades económicas.