¿Fertilizante o amenaza ambiental? La polémica del uso de lodos de depuradora en la agricultura

El conflicto entre la sostenibilidad económica y los riesgos para la salud en la aplicación de biosólidos en tierras de cultivo

Un fertilizante controvertido

El uso de lodos de depuradora como fertilizante para tierras agrícolas ha sido una práctica común durante décadas. Sin embargo, en los últimos años, el debate en torno a su impacto ambiental y los riesgos para la salud han provocado una creciente oposición en diversas comunidades rurales de Estados Unidos.

Los lodos de depuradora, conocidos en la industria como biosólidos, son los residuos sólidos resultantes del tratamiento de aguas residuales municipales. Estos desechos se aplican a los campos como abono debido a su alto contenido en nutrientes, los cuales pueden mejorar la calidad del suelo y reducir la dependencia de fertilizantes sintéticos.

Las consecuencias en las comunidades rurales

En lugares como el condado de Lincoln, Oklahoma, los residentes han denunciado olores nauseabundos y una proliferación masiva de insectos tras la aplicación de estos lodos en terrenos cercanos. Leslie Stewart, una habitante de Wellston, Oklahoma, sufre de enfermedad pulmonar obstructiva crónica y ha señalado que el hedor atraviesa incluso su máquina de oxígeno, provocándole dificultades respiratorias.

Otros residentes han expresado preocupaciones sobre la contaminación del agua subterránea y el impacto en los animales de granja. En un condado de Texas, declararon un estado de desastre luego de que el uso de biosólidos coincidiera con la muerte de peces y ganado, así como la contaminación del agua potable.

Los riesgos de los químicos eternos

Uno de los mayores problemas asociados con el uso de lodos de depuradora es la presencia de perfluoroalquil y polifluoroalquil (PFAS), conocidos como “químicos eternos” debido a su resistencia a la degradación. Estos compuestos se encuentran en productos de uso diario como sartenes antiadherentes, envases de comida y cosméticos. Al llegar al agua residual y, posteriormente, a los lodos de depuradora, los PFAS terminan en los cultivos y pueden filtrarse a fuentes de agua potable.

La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos (EPA) ha alertado que la exposición a PFAS está asociada con un mayor riesgo de cáncer, problemas hepáticos y efectos negativos en el desarrollo infantil. A pesar de las regulaciones existentes sobre metales pesados y patógenos en los biosólidos, en muchos estados no se realizan pruebas regulares para medir los niveles de PFAS en estos fertilizantes.

El dilema económico

Para los agricultores, los lodos de depuradora representan un ahorro significativo. Según Brian Arnall, profesor de ciencias del suelo en la Universidad Estatal de Oklahoma, los biosólidos pueden reducir los costos de fertilización en cientos de dólares por acre en comparación con opciones sintéticas. Además, al reciclar estos residuos, se evita que terminen en vertederos o sean incinerados, soluciones que implican costos elevados para los municipios.

Sin embargo, la contaminación y las preocupaciones sanitarias han llevado a estados como Maine a prohibir temporalmente esta práctica. En Oklahoma, los legisladores están considerando una medida similar, enfrentando la resistencia de quienes defienden su uso como una cuestión de derechos de propiedad privada.

Las ciudades, entre la espada y la pared

Para muchas ciudades, el uso de lodos de depuradora es la alternativa más económica para gestionar los desechos de sus plantas de tratamiento de agua. Oklahoma City, por ejemplo, tiene más de 5,000 acres autorizados para la aplicación de biosólidos y desarrollar una alternativa podría costar más de 100 millones de dólares en mejoras de infraestructura.

Empresas como Synagro, dedicada al procesamiento de lodos de depuradora, defienden su uso argumentando que los biosólidos mejoran la calidad del suelo, reducen la erosión y disminuyen la necesidad de fertilizantes químicos industriales. También señalan que depositarlos en vertederos generaría emisiones de metano, contribuyendo al cambio climático.

¿Hacia un futuro más regulado?

La creciente controversia ha llevado a varios estados a aumentar la supervisión sobre el uso de biosólidos, estableciendo requisitos más estrictos sobre contenido de metales pesados y contaminantes emergentes como los PFAS. Sin embargo, la falta de pruebas sistemáticas y la resistencia de la industria hacen que sea un problema difícil de abordar.

Para los defensores del medio ambiente y la salud pública, como Saundra Traywick, una ganadera de Luther, Oklahoma, la lucha está lejos de terminar. Traywick ha impulsado prohibiciones locales y lleva su campaña hasta el capitolio estatal, argumentando que las ciudades deben encontrar soluciones más responsables en lugar de externalizar los riesgos a las comunidades rurales.

Mientras tanto, la agricultura y la gestión de residuos siguen enfrentándose en un debate que pone en juego no solo el costo económico sino la seguridad ambiental y la calidad de vida de miles de familias. ¿Podrá encontrarse una solución que equilibre ambas necesidades sin comprometer la salud pública ni la sostenibilidad del suelo?

Este artículo fue redactado con información de Associated Press