Ramadán en Siria: Entre la esperanza y la incertidumbre en una nación en transición

Siria vive su primer Ramadán después del régimen de Assad entre alivio, celebración y un nuevo panorama de desafíos políticos y sociales.

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La primera celebración del Ramadán en la nueva Siria

Después de más de cinco décadas de la dinastía Assad en el poder y una devastadora guerra civil, los sirios experimentan su primer Ramadán en un nuevo escenario político. Para muchos, este mes sagrado ha traído un aire diferente, lleno de esperanza y nuevas libertades, aunque también de incertidumbre y temor.

En la Gran Mezquita de los Omeyas en Damasco, las oraciones y sermones han cambiado de tono. Antes, muchas expresiones religiosas estaban limitadas y vigiladas por el gobierno. Ahora, no solo se ha liberado la expresión en los espacios sagrados, sino que también se ha producido una reconfiguración del discurso político dentro de ellos.

El fin de las restricciones, pero un futuro incierto

Con la caída del régimen de Bashar al-Assad en diciembre, la estructura política de Siria se encuentra en una fase de transición. Los ciudadanos que antes evitaban hablar públicamente sobre política ahora se sienten más libres para expresar sus opiniones.

“Antes, todo lo que decíamos podía volverse en nuestra contra. Ahora podemos hablar con libertad”, dice Sahar Diab, una abogada que asistió a la mezquita en estos días de Ramadán. Sin embargo, esta nueva apertura viene acompañada de desafíos. La violencia no ha desaparecido y, por el contrario, algunos enfrentamientos han revivido temores de un retorno al conflicto armado.

La sombra del sectarismo y los desafíos de la convivencia

Siria es un país diverso en términos religiosos y étnicos, y la guerra aumentó las tensiones sectarias. Aunque el nuevo gobierno asegura que busca mantener una nación pluralista, la reciente violencia en la costa siria ha hecho que muchos, especialmente las minorías, teman por su seguridad.

Según informes de grupos de derechos humanos, las represalias entre facciones han dejado cientos de civiles muertos, incluyendo miembros de la minoría alauita, de la que procede la familia Assad. Haidar Haidar, un comerciante de Damasco, comenta que ha visto un ambiente diferente en la ciudad, pero también reconoce que aún hay heridas abiertas que podrían tardar años en sanar.

Las cicatrices de la guerra: reconstrucción y desafíos económicos

Aunque algunos sirios sienten que están logrando recuperar sus vidas, la realidad económica sigue siendo desoladora. Muchos barrios de Damasco y otras ciudades siguen devastados por los bombardeos. La inflación y la falta de empleos acentúan un clima difícil para la recuperación del país.

“Todavía nos queda mucho por reconstruir, pero al menos sentimos que ahora el país está en nuestras manos”, afirma Ahmed Saad Aldeen, un comerciante de Homs que perdió a varios familiares en el conflicto.

Un pueblo dividido entre la esperanza y la vigilancia

Mientras algunos celebran este Ramadán como el comienzo de una nueva era para Siria, otros prefieren mantenerse cautelosos. Wassim Bassimah, un residente de Damasco, advierte: “Hemos quitado un régimen dictatorial, pero debemos evitar caer en otro conflicto que nos devuelva al pasado”.

Las manifestaciones y vigilias en la capital muestran esta dualidad: pancartas pidiendo paz y unidad contrastan con discusiones acaloradas entre ciudadanos con distintas perspectivas sobre el futuro del país.

Este Ramadán será recordado como el primero en una Siria sin el régimen de Assad, pero también como un mes lleno de desafíos para una nación que aún busca la estabilidad y la reconciliación.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press