Tailandia y la crisis de los uigures: un dilema diplomático con consecuencias globales

La polémica deportación de uigures a China ha colocado a Tailandia en el epicentro de un debate internacional sobre derechos humanos y política exterior

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Un giro inesperado en la política tailandesa

En febrero de 2025, el gobierno de Tailandia sorprendió a la comunidad internacional con la deportación de 40 uigures a China, a pesar de haber negado reiteradamente cualquier plan de repatriación. Esta decisión ha generado un intenso debate sobre los derechos humanos y el papel que juega Tailandia en la geopolítica asiática.

¿Quiénes son los uigures y por qué huyen de China?

Los uigures son un grupo étnico de origen túrquico y mayoría musulmana, radicado en la región china de Xinjiang. Durante décadas, esta comunidad ha enfrentado crecientes restricciones y, en los últimos años, ha sido objeto de un severo control por parte de Pekín. Según informes de la ONU y diversas ONG, el gobierno chino ha implementado un sistema de vigilancia masiva, detenciones arbitrarias y reeducación forzada en Xinjiang; algunos países incluso califican estas acciones de genocidio.

Muchas familias uigures han intentado huir de China en busca de asilo en otros países, pero el gobierno chino los acusa de ser separatistas o terroristas, sin pruebas concretas.

La postura de Tailandia y el papel de la política interna

El primer ministro de Tailandia, Paetongtarn Shinawatra, asumió el cargo en 2024 y desde entonces ha intentado reforzar las relaciones con China. Su padre, Thaksin Shinawatra, es un ex primer ministro con fuertes lazos con el liderazgo chino, lo que ha llevado a especulaciones sobre la influencia de Pekín en la reciente decisión de deportación.

Fuentes revelan que las discusiones sobre la deportación habían comenzado en secreto en diciembre de 2024, un mes después de que Paetongtarn se reuniera con Xi Jinping. Finalmente, el 17 de enero de 2025, el Consejo de Seguridad Nacional de Tailandia decidió enviar a los uigures de vuelta a China, confiando en garantías de Pekín sobre su “buen trato”.

Ocultamiento y reacción internacional

Pocos días antes de la deportación, tanto el gobierno tailandés como representantes religiosos aseguraron a los detenidos que no serían enviados a China, lo que dejaba entrever una posible maniobra para evitar resistencia y protestas.

El 27 de febrero, en plena madrugada, los uigures fueron transportados en camiones con ventanas cubiertas con telas negras y posteriormente embarcados en un vuelo a Xinjiang. Ante esto, la comunidad internacional reaccionó con indignación.

  • Estados Unidos impuso sanciones contra múltiples funcionarios tailandeses.
  • La Unión Europea condenó la deportación mediante una resolución parlamentaria.
  • Organizaciones de derechos humanos denunciaron que los deportados corren el riesgo de ser torturados o encarcelados.

La respuesta de Tailandia

Para calmar las críticas, altos funcionarios tailandeses visitaron Xinjiang bajo la invitación de China, con medios controlados por el gobierno chino. Se reportó que solo pudieron ver a seis de los 40 deportados y las imágenes divulgadas fueron cuidadosamente editadas.

El portavoz gubernamental tailandés aseguró que “los uigures están viviendo felices con sus familias”, aunque esta afirmación ha sido ampliamente cuestionada.

¿Qué implica esto para Tailandia y la comunidad internacional?

Más allá de la indignación global, esta crisis resalta la creciente influencia de China en el sudeste asiático y las dificultades de los países más pequeños para equilibrar sus relaciones con Pekín y Occidente.

Tailandia ahora enfrenta un dilema diplomático: mantener la cooperación económica con China o defender su imagen internacional y derechos humanos. Como suele ocurrir, las decisiones políticas tienen consecuencias mucho más amplias de lo que sus líderes pueden prever en un principio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press