El drama de los refugiados afganos en EE.UU.: de la esperanza a la incertidumbre

Miles de afganos que huyeron del régimen talibán ahora enfrentan una nueva crisis en Estados Unidos tras recortes en los fondos de reasentamiento

Un sueño convertido en pesadilla

Cuando Rahmani llegó a Estados Unidos en noviembre, esperaba un futuro más seguro para su esposa y sus dos hijos. Tras trabajar en Afganistán en una organización apoyada por EE.UU., su vida corría peligro bajo el régimen talibán. Pero tras solo dos meses de haber sido reasentado en Maryland, los fondos federales que garantizaban su estabilidad inicial fueron cortados por la administración de Donald Trump.

La incertidumbre sobre su alojamiento, la falta de empleo y el miedo a ser desalojado lo han sumido en una profunda ansiedad. Situaciones como la de Rahmani se repiten en muchas otras familias de refugiados afganos que, tras huir del peligro en su país natal, han encontrado una nueva crisis en tierras estadounidenses.

El impacto de los recortes en el programa de refugiados

El programa de reasentamiento de refugiados en EE.UU. estaba diseñado para proporcionar a los recién llegados asistencia en vivienda, alimentos y búsqueda de empleo durante al menos 90 días. Sin embargo, el recorte repentino de fondos dejó a miles de refugiados sin este apoyo esencial.

Según Global Refuge, la organización matriz de varias agencias de reasentamiento, cerca de 30,000 refugiados se han visto afectados tras la suspensión de los reembolsos gubernamentales. Lutheran Social Services of the National Capital Area (LSSNCA), una de estas agencias, ha reportado que al menos 42 familias bajo su cuidado han recibido avisos de desalojo, lo que pone en riesgo a más de 170 personas solo en Virginia y Maryland.

Una red de apoyo en crisis

Agencias de reasentamiento como LSSNCA han tenido que despedir a gran parte de su personal debido a la falta de financiamiento, lo que ha colapsado su capacidad de atención. Desde enero, LSSNCA ha despedido a 75 empleados y ha suspendido a otros 7, lo que ha dejado a muchos refugiados sin la guía y asistencia necesarias para integrarse en la sociedad estadounidense.

Para hacer frente a la falta de fondos, organizaciones como la iglesia Capitol Hill Presbyterian han lanzado iniciativas de recaudación de fondos. En solo seis semanas, lograron reunir $500,000, una cantidad impresionante, pero insuficiente para cubrir las necesidades de todos los refugiados afectados.

El peso de la incertidumbre

Para los refugiados, la suspensión de estos programas ha significado la pérdida de estabilidad que lograron con gran esfuerzo. Marjila Badakhsh, una periodista afgana evacuada en 2021 y ahora residente en Virginia, también perdió su empleo en LSSNCA tras los recortes. “Después de tres años aquí, es como si tuviera que empezar de nuevo”, dice con frustración.

Otros como Anastasiia De Zoysa, una refugiada ucraniana, temen que su estatus temporal sea revocado bajo las nuevas políticas. “Estoy dispuesta a regresar a casa cuando sea seguro, pero ahora no tengo nada en Ucrania a donde volver”, explica.

Acciones legales y reacciones políticas

Diversas organizaciones han presentado demandas contra la administración de Trump por los recortes en el reasentamiento de refugiados. Hasta el momento, algunos jueces han fallado a favor de agencias religiosas, declarando que la ayuda inicial a refugiados “no es opcional”. Sin embargo, el gobierno ha argumentado que estos beneficios “no son obligatorios por ley”, prolongando el proceso legal.

Global Refuge ha logrado recibir algunos reembolsos del Departamento de Salud y Servicios Humanos, pero los fondos del Departamento de Estado, esenciales para mantener los programas de 90 días, siguen congelados.

El dilema de los refugiados

Rahmani, al igual que muchos otros refugiados afganos, teme que su sueño americano se convierta en una pesadilla de la que no pueda despertar. “Si no tengo dinero para el alquiler, ¿qué otra opción tengo?”, se pregunta. A pesar de los riesgos que implica volver a Afganistán, la desesperación lo hace considerar esa posibilidad.

A medida que se intensifican las demandas y aumentan las protestas contra la suspensión de estos programas, miles de familias siguen esperando respuestas en medio de una crisis que parece no tener fin.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press