La guerra comercial de Trump: ¿una estrategia o simple caos?

El impredecible juego de aranceles del expresidente estadounidense sacude la economía global y pone en jaque las relaciones internacionales.

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Cuando se trata de política comercial, Donald Trump ha demostrado ser tan impredecible como una tormenta en el océano. En los últimos meses, ha implementado aranceles agresivos contra aliados y adversarios por igual, duplicando y reduciendo tasas en cuestión de días, y anunciando medidas tan extremas como un impuesto del 200% sobre el vino europeo si la Unión Europea no baja su tarifa del 50% sobre el whiskey estadounidense.

Una estrategia para revivir la manufactura o puro proteccionismo errático

Trump ha dejado claro que su objetivo final es revitalizar la manufactura estadounidense y forzar concesiones en acuerdos comerciales. Sin embargo, su estrategia parece más reactiva que planificada. Afectados por esta política, empresarios, economistas y gobiernos intentan descifrar cuál será su próximo movimiento.

El mercado bursátil ha sentido el impacto, con caídas impulsadas por el miedo a un crecimiento más lento y una inflación creciente. Robert Halver, jefe de análisis de mercados en el Baader Bank de Alemania, expresó que la política arancelaria de Trump es "más errática que el clima en abril", dejando a los empresarios sin certezas para planificar.

Guerra comercial con Canadá: un divorcio inesperado

Uno de los blancos principales de Trump ha sido Canadá, tradicionalmente uno de los aliados comerciales más estables de EE.UU. Las medidas estadounidenses han generado una ola de indignación al norte de la frontera, uniendo a los canadienses en contra del magnate republicano.

Un sondeo de la encuestadora Nanos encontró que la gran mayoría de los canadienses tienen una peor opinión de Estados Unidos ahora que hace un año. El recién elegido primer ministro, Mark Carney, advirtió que la intención de Trump podría ir más allá de los simples aranceles: "Estados Unidos quiere nuestros recursos, nuestra agua, nuestra tierra, nuestro país".

Los efectos colaterales del proteccionismo

Las represalias no tardaron en llegar. Ontario, la provincia más poblada de Canadá, estableció un recargo del 25% sobre la electricidad exportada a EE.UU., lo que provocó otra reacción furiosa de Trump, quien amenazó con un arancel del 50% sobre el acero y aluminio. El tira y afloja duró apenas unas horas hasta que se llegó a un frágil compromiso.

Europa, otro de los objetivos de Trump, ha respondido con firmeza. La Comisión Europea impuso nuevas tasas sobre productos icónicos como jeans, motocicletas y peanut butter. Como respuesta, Trump amenazó con aranceles del 200% sobre el vino y licores europeos.

Industria estadounidense dividida

Aunque algunos sectores manufactureros han aplaudido la política de Trump, otros han sufrido fuertes golpes. La Federación Nacional de Minoristas en EE.UU. ha advertido que la guerra comercial está dañando a empresas pequeñas y medianas que dependen de insumos importados. Chris Swonger, presidente del Distilled Spirits Council, se pronunció en contra de los aranceles sobre el alcohol, pidiendo "brindis, no tarifas".

¿Hacia dónde se dirige esta guerra comercial?

Los analistas están divididos. Algunos creen que las tácticas de Trump son una estrategia de negociación agresiva que eventualmente traerá mejores compromisos comerciales. Otros consideran que su política de aranceles es un acto de improvisación que genera incertidumbre y daño económico, especialmente en una economía global interconectada.

Con las exenciones temporales para varios sectores a punto de expirar en abril y más medidas arancelarias en preparación, el mundo observa con inquietud si Trump continuará con su política de presión o si, como ocurrió en varias ocasiones, dará un giro inesperado. Lo único seguro es que la volatilidad seguirá dominando el panorama.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press