Siria en llamas: el resurgir de la violencia sectaria tras la caída de Assad
Una nueva ola de enfrentamientos y asesinatos de venganza deja más de 1,000 muertos en Siria, reabriendo las heridas de la guerra civil.
La sombra del conflicto: una nueva escalada
La reciente emboscada contra una patrulla de seguridad siria a manos de milicianos leales a Bashar al-Assad ha desencadenado uno de los episodios más mortales en los últimos meses, con un saldo de más de 1,000 muertos en cuatro días. Este ataque, ocurrido cerca de Latakia, ha reabierto cicatrices de la guerra civil que lleva más de una década azotando al país.
¿Cómo comenzó la nueva ola de violencia?
El derrocamiento de Bashar al-Assad marcó un punto de inflexión en la política siria. Sin embargo, lejos de traer estabilidad, el liderazgo islamista emergente ha tenido problemas para incluir a todas las comunidades del país. A pesar de las promesas de un gobierno más inclusivo, la persecución contra la minoría alauita ha continuado, alimentando esta nueva fase del conflicto.
El jueves pasado, milicianos alauitas emboscaron a fuerzas de seguridad gubernamentales, logrando tomar el control de Qardaha, ciudad natal de Assad. El gobierno interino reaccionó rápidamente enviando refuerzos, pero la situación escaló rápidamente en sectarismo y venganza.
Las víctimas de la escalada
La guerra en Siria ha sido devastadora para todas las comunidades, pero en este episodio en particular, la mayoría de las víctimas pertenecen a la minoría alauita, que históricamente conformaba el núcleo del poder de Assad. Según datos de grupos de derechos humanos:
- 745 civiles murieron en tiroteos indiscriminados.
- 125 miembros de las fuerzas de seguridad gubernamentales perdieron la vida.
- Al menos 148 combatientes leales a Assad cayeron en combate.
Además, la región de Latakia se encuentra sin agua potable ni electricidad en muchas zonas, lo que agrava la crisis humanitaria.
¿Por qué fueron atacados los alauitas?
Los alauitas, una secta derivada del chiismo, han sido percibidos durante años como los principales beneficiarios del régimen de Assad. Durante la guerra civil, diversas facciones opositoras consideraron a los alauitas como cómplices de la represión estatal, lo que llevó a ataques sectarios. Ahora, con un gobierno de transición en manos de islamistas suníes, el miedo a represalias se hace realidad.
Testigos han informado que numerosas casas de familias alauitas fueron incendiadas y saqueadas. Las escenas de venganza recuerdan lo peor del conflicto, cuando sectas rivales se enfrentaban con brutalidad.
Las dificultades de la nueva administración
El presidente interino, Ahmad al-Sharaa, ha intentado instaurar un gobierno que represente a la diversidad siria, pero la falta de confianza de minorías como los alauitas, drusos y kurdos debilita su posición. Además de luchar contra insurgentes leales a Assad, también enfrenta desafíos económicos y presión internacional.
Uno de los principales obstáculos ha sido la negativa de Estados Unidos y Europa de levantar las sanciones hasta que Siria muestre avances creíbles en derechos humanos y democracia. Mientras tanto, más del 90% de la población siria vive en la pobreza, según estimaciones de la ONU.
¿Cuál es el papel de la comunidad internacional?
Ante la escalada de violencia, varios países vecinos han intervenido en los diálogos diplomáticos para evitar una crisis aún mayor. Jordania, Irak, Turquía y Líbano han instado al levantamiento de sanciones y a una reconciliación entre las distintas facciones sirias.
Sin embargo, Occidente sigue alerta ante los intentos de consolidación del poder islamista en Siria, temiendo que un régimen de esta naturaleza lleve al país a un nuevo ciclo de autocracia bajo otra bandera.
¿Qué sigue para Siria?
La situación en Siria sigue siendo crítica. El colapso de la paz en Latakia es un recordatorio de que la guerra, aunque en menor intensidad, sigue presente en el país. Con la posibilidad de más luchas sectarias y el riesgo de una intervención internacional, el futuro de Siria continúa siendo incierto.
Por ahora, la comunidad internacional y el propio pueblo sirio enfrentan una encrucijada: permitir una nueva era de polarización y represalias o buscar un camino hacia la reconciliación. ¿Cuál de estos caminos decidirá tomar Siria?