Depresión y sus causas

Depresión y sus causas

Unos días atrás estábamos conversando con una amiga y salió a la luz el tema de la depresión. Me dijo literalmente: "No entiendo cómo fulana de tal puede tener depresión", "cuando parece que tiene todo para ser feliz", "¿cómo gente joven llena de vitalidad puede estar deprimida?".

Me quedé pensando en ello y la respuesta a veces es algo complicada, porque la depresión no tiene que ver con la edad ni con el nivel económico o cultural de cada uno, pues a cualquiera le puede ocurrir en una etapa de su vida que puede llegar a sentirse deprimido o sin ganas de nada. Y digo ganas de nada, porque es uno de los síntomas característicos de la depresión, el sentimiento de no querer hacer nada, absolutamente nada.

 La depresión tiene muchas causas; puede ser bioquímica cuando algo en tu cuerpo no está funcionando bien y necesitas regular alguna hormona para que funcione bien a través de algún medicamento. También puede ser hereditaria por causas genéticas o causada simplemente por alguna pena o pérdida muy grande, que te deja sumido en la miseria, sin ganas ni motivación de nada, como por ejemplo la muerte de un familiar muy amado por ti.

Pero, ¿cómo podemos darnos cuenta de que algo no anda bien con nosotros, para poder llegar a identificar que no es solo desánimo, sino que se trata de una enfermedad llamada depresión? Los expertos dicen que se identifica cuando una persona se siente decaída, sin deseos de salir, de socializar, se descuida físicamente, parece que todo le da igual, llora constantemente sin saber siquiera por qué lo hace, se siente triste todo el tiempo, no siente deseo de comer, se siente incapaz de realizar las cosas que hacía de forma cotidiana, como ir al trabajo; su sueño comienza a verse alterado, dejando de dormir por las noches y, en la etapa más grave, comienzan a pasar ideas por su cabeza de que nada vale la pena, llegando a pensar en el suicidio.

Para nosotros, los que estamos sanos, se nos hace difícil muchas veces entender esta enfermedad llamada depresión. Vemos personas jóvenes sin problemas aparentes, otras personas con un buen estatus económico a las que pareciera que no les faltara nada, vemos personas que están muy acompañadas, ya que tienen muchos amigos y una familia por la cual luchar, vemos personas que a simple vista tienen todo para ser felices y aun así no lo son. Entonces a veces juzgamos, pensamos que quieren llamar la atención y pasamos por alto estos sentimientos de tristeza y desánimo. Pero ha sucedido que algunas personas con estos síntomas incluso se han llegado a suicidar; sin que nosotros, sus cercanos, nos percatáramos de forma realmente consciente de la realidad de su situación, porque la minimizamos, no le pusimos el cuidado y la atención necesaria a su estado melancólico y, cuando nos dimos cuenta de que esta persona realmente estaba enferma, ya era muy tarde para poder hacer algo.

Por lo mismo, creo que cuando vemos a una persona que presenta síntomas anómalos a lo que se considera normal, debemos de poner atención, no lo debemos dejar pasar por alto y tenemos que intentar, dentro de nuestras posibilidades, hacer algo por estas personas; por lo menos no abandonarlas a su suerte, estar pendiente con una llamada diaria, una visita para hacerles compañía en dicho estado, que sientan que no están solos y que hay personas a su alrededor que los quieren y desean lo mejor para ellos.

Hay que buscar ayuda para el deprimido, porque este no se da cuenta de su estado y muchas veces no hace nada hasta que ya se encuentra sumergido en la enfermedad. Entonces nosotros, los que estamos cerca, debemos tomar la responsabilidad y hacer algo por ellos, buscarles un especialista, acompañarlos a las consultas y estar pendientes de ellos, porque estas personas en dicho estado no se encuentran emocionalmente disponibles para hacerse cargo y requieren de nuestra atención.

Hay personas que han pasado por cosas muy difíciles, como la pérdida de un familiar, cambios de entornos, como irse a vivir a otro lugar lejos de sus seres queridos, la pérdida de un trabajo que era lo que les entregaba seguridad, la partida de los hijos, más conocido como el síndrome del nido vacío, entre tantos otros factores que pueden contribuir a que una persona se sienta deprimida. Pero, si lo pensamos bien, llegaremos a la conclusión de que los factores causantes para este estado depresivo no son más que la soledad, el miedo al futuro, el tener que desprenderse de algo importante que teníamos y sentíamos seguro; que nos saca de nuestra zona de confort y nos hace sentir vulnerables, incapaces, sin fortaleza, sin energía para enfrentar dichas situaciones dolorosas que nos llevan a la depresión muchas veces, por no encontrar las armas suficientes para enfrentar esta situación.

Por todo ello es importante que en estos casos, si tenemos una persona cercana a la que le ha ocurrido algún suceso de los que acabo de nombrar, no la dejemos sola, que estemos más al tanto de ella, que nos preocupemos de verdad, que estemos pendientes de sus necesidades y de hacerle compañía, prestándole oídos para que esta pueda hablar de lo que siente, de lo que le atemoriza, de lo que le duele. El poder expresar lo que uno siente es muy necesario para el alivio del dolor; quedarse con todo eso adentro hace que la herida no cicatrice. Por ello hay que saber poner atención con mucha empatía a estas personas que están en un estado de desánimo y de tristeza, porque a la larga estos sentimientos ignorados pueden llegar a convertirse en una depresión.

Y si tienes a un familiar, amigo o conocido que no ha pasado por ninguna situación de vida fuerte, como para verlo sin ganas de hacer nada; es ahí incluso que debes poner más atención, ya que significa que hormonalmente puede que no vaya bien o que haya heredado por genética este tipo de enfermedad, ya que si observas bien en las familias, siempre hay familiares que tienen o tuvieron depresión.  De los padres a los hijos es lo más característico heredar esta enfermedad; por tanto, no nos dejemos estar, minimizando estos síntomas, sino que hagamos algo para ayudar a ese ser querido, acompañándolo en su proceso, pues nadie está libre de pasar por este estado de desánimo llamado depresión.

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