Aumentan ventas de búnkeres nucleares en EEUU, pese a advertencias de expertos de que no protegen
Cuando Bernard Jones Jr. y su esposa, Doris, construyeron la casa de sus sueños, no escatimaron en nada. Una piscina tipo gruta con una cascada para los calurosos días de verano. Un cine en casa para pasar acogedoramente las noches de invierno. Un huerto frutal para cosechar en otoño. Y un vasto búnker subterráneo en caso de que ocurriera un desastre.
“El mundo no se está volviendo más seguro”, dijo Jones. “Queríamos estar preparados”.
Bajo una escotilla metálica discreta cerca de la cancha de baloncesto privada, hay una escalera oculta que conduce a habitaciones con camas para unas 25 personas, baños y dos cocinas, todo respaldado por una fuente de energía autosuficiente.
Con agua, electricidad, aire limpio y comida, se sentían preparados para cualquier desastre, incluso una explosión nuclear, en su bucólica casa en el área de Inland Empire de California.
“Si hubiera un ataque nuclear, ¿preferirías ir a la sala de estar o a un búnker? Si tuvieras uno, también irías allí”, dijo Jones, quien mencionó que vendió la casa hace dos años.
Líderes de seguridad global han advertido que las amenazas nucleares están creciendo, luego de que el gasto en armas ascendió a 91.400 millones de dólares el año pasado. Al mismo tiempo, las ventas de búnkeres privados están en aumento a nivel mundial, desde pequeñas cajas metálicas hasta extravagantes mansiones subterráneas.
Los críticos advierten que estos búnkeres crean una percepción falsa de que se puede sobrevivir a una guerra nuclear. Argumentan que las personas que planean sobrevivir a una explosión atómica no se están enfocando en los peligros reales y actuales que representan las amenazas nucleares, y la necesidad crítica de detener la proliferación de armas de destrucción masiva.
Mientras tanto, expertos en desastres gubernamentales dicen que los búnkeres no son necesarios. Una guía de 100 páginas de la Agencia Federal para el Manejo de Emergencias (FEMA por sus siglas en inglés) sobre cómo responder a una detonación nuclear se centra en que el público se meta en un inmueble y se quede adentro, idealmente en un sótano y lejos de las paredes exteriores por al menos un día. Esos espacios existentes pueden proporcionar protección contra la lluvia radiactiva, dice la FEMA.
Pero los compradores dicen que los búnkeres ofrecen una sensación de seguridad. Se prevé que el mercado de refugios contra bombas y contra lluvia radiactiva en Estados Unidos crezca de 137 millones de dólares el año pasado a 175 millones de dólares para 2030, según un informe de investigación de mercado de BlueWeave Consulting. El informe indica que los principales factores de crecimiento incluyen “la creciente amenaza de ataques nucleares o terroristas o disturbios civiles”.
“La gente está inquieta y quiere un lugar seguro para poner a su familia. Y tienen esta actitud de que es mejor tenerlo y no necesitarlo que necesitarlo y no tenerlo”, comentó Ron Hubbard, CEO de Atlas Survival Shelters, entre una lluvia de chispas y el sonido de la soldadura en su fábrica de búnkeres, que él dice es la más grande del mundo, en Sulphur Springs, Texas.
Hubbard dijo que los confinamientos por COVID, la invasión de Rusia a Ucrania y el estallido de la guerra entre Israel y Hamás han impulsado las ventas.
Hubbard dijo que el 21 de noviembre, en las horas posteriores al inédito uso por parte de Rusia de un misil balístico hipersónico experimental para atacar a Ucrania, su teléfono no paró de sonar.
Cuatro llamadas terminaron en la compra de búnkeres en un día, dijo, y más terminaron encargando puertas y otras partes para refugios que ya estaban construyendo.
Hubbard dijo que sus búnkeres están construidos para todo tipo de desastres.
“Son buenos para cualquier cosa, desde un tornado o un huracán hasta lluvia radioactiva, o desde una pandemia hasta una erupción volcánica”, dijo, mientras extendía sus brazos hacia un enorme almacén donde más de 50 búnkeres estaban en construcción.
Con una escopeta cargada al alcance del brazo y escudos de malla metálica en las ventanas para bloquear bombas molotov, Hubbard dijo que abrió su empresa después de construir su propio búnker hace unos 10 años. Dice que las personas que llaman preguntan sobre precios, que van desde 20.000 dólares hasta varios millones, con un promedio de 500.000 dólares, y por la instalación. Dijo que la mayoría de los días vende al menos un búnker.
En el escenario apocalíptico de Hubbard, las tensiones globales podrían llevar a la Tercera Guerra Mundial, una situación que está preparado para vivir.
“La parte buena de una guerra nuclear”, dijo, “si alguna vez hubiera alguna, es que es factible sobrevivir a ella si no te matan en la explosión inicial”.
No está equivocado, dicen los expertos en preparación para desastres del gobierno de Estados Unidos.
“Mira, esta exposición a la lluvia radiactiva es completamente prevenible porque es algo que ocurre después de la detonación”, dijo Brooke Buddemeier, un especialista en seguridad radiológica en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore, donde el gobierno de Estados Unidos diseña armas nucleares. Buddemeier y sus colegas están encargados de evaluar qué podría suceder después de un ataque y cómo sobrevivir mejor. “Va a haber un evento de explosión nuclear bastante obvio, una gran nube. Así que simplemente entrar, alejarse de donde caen esas partículas, puede mantenerlo a salvo a usted y a su familia”.
Buddemeier y otros en el gobierno de Estados Unidos están tratando de educar a los estadounidenses, quienes hace décadas se escondían bajo los escritorios durante los simulacros de ataque nuclear, sobre cómo responder.
Después de una explosión mortal y ensordecedora, un destello brillante y una nube en forma de hongo, tomará unos 15 minutos para que la lluvia de partículas radiactivas llegue a aquellos que estén a kilómetro y medio (1 milla) o más de distancia del punto cero, dijo Michael Dillon, un científico en el Laboratorio Nacional Lawrence Livermore.
“Va a ser literalmente arena cayendo sobre tu cabeza, y vas a querer salir de esa situación. Debes ir a tu edificio más robusto”, dijo. En sus modelos, estiman que las personas necesitarían quedarse dentro durante un día o dos antes de evacuar.
Los esfuerzos del gobierno para educar al público se reactivaron después de que una falsa alarma de alerta de misiles en Hawái en 2018 causara pánico generalizado.
La alerta de emergencia, que se envió a los teléfonos celulares en todo el estado justo antes de las 8:10 de la mañana, decía: “AMENAZA DE MISIL BALÍSTICO ENTRANDO A HAWÁI. BUSQUE REFUGIO INMEDIATO. ESTO NO ES UN SIMULACRO”.
Durante los siguientes 40 minutos hubo atascos de tráfico, trabajadores entrando y saliendo de edificios, familias apiñadas en sus baños, estudiantes reunidos en gimnasios, conductores bloqueando túneles, todo en un intento de buscar refugio, sin tener una idea clara de qué significaba realmente “buscar refugio inmediato”.
Hoy día, el gobierno federal ofrece una guía para preparar a los ciudadanos para un ataque nuclear que aconseja a las personas encontrar un sótano o el centro de un edificio grande y quedarse allí, posiblemente durante unos días, hasta que reciban información sobre a dónde ir a continuación.
“Cepille suavemente el pelaje de su mascota para eliminar cualquier partícula radiactiva”, dice, y agrega que el retraso de 15 minutos entre la bomba y la caída de partículas radiactivas permite “tiempo suficiente para que pueda prevenir una exposición significativa a la radiación”.
Jeffrey Schlegelmilch, quien dirige el Centro Nacional para la Preparación ante Desastres en la Universidad de Columbia, dijo que “los escenarios de una detonación nuclear no son todo o nada”.
Si se produce la detonación un pequeño número de armas en lugar de una guerra total, dijo, refugiarse dentro de un edificio grande para evitar la lluvia radiactiva podría salvar vidas.
Los defensores de la no proliferación se irritan con los búnkeres, refugios o cualquier insinuación de que se puede sobrevivir a una guerra nuclear.
“Los búnkeres, de hecho, no son una herramienta para sobrevivir a una guerra nuclear, sino una herramienta para permitir que una población soporte psicológicamente la posibilidad de una guerra nuclear”, dijo Alicia Sanders-Zakre en la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares.
Sanders-Zakre llamó a la radiación el “aspecto particularmente horrible de las armas nucleares”, y señaló que incluso sobrevivir a la lluvia radiactiva no previene crisis de salud duraderas e intergeneracionales. “En última instancia, la única solución para proteger a las poblaciones de la guerra nuclear es eliminar las armas nucleares”.
El investigador Sam Lair en el Centro James Martin para Estudios de No Proliferación dice que los gobernantes de Estados Unidos dejaron de hablar sobre búnkeres hace décadas.
“Los costos políticos incurridos al hacer que la gente vuelva a pensar en refugios no valen la pena para los gobernantes porque obliga a la gente a pensar en qué harían después de una guerra nuclear”, señaló. “Eso es algo en lo que muy, muy pocas personas quieren pensar. Esto hace que la gente se sienta vulnerable”.
Lair dijo que construir búnkeres parece fútil, incluso si funcionan a corto plazo.
“Incluso si sobrevivir a un intercambio nuclear es quizás más factible de lo que muchas personas piensan, creo que las secuelas serán peores de lo que muchas personas piensan también”, dijo. “El trastorno fundamental que haría a nuestra forma de vida sería profundo”.
Esa ha sido una preocupación seria del congresista de Massachusetts James McGovern durante casi 50 años.
“Si alguna vez llegamos a un punto en el que haya una guerra nuclear total, los búnkeres subterráneos no van a proteger a las personas”, dijo. “En cambio, deberíamos estar invirtiendo nuestros recursos y nuestra energía tratando de hablar sobre un congelamiento de las armas nucleares, para empezar”.
Luego, dijo, “deberíamos trabajar para el día en que nos deshagamos de todas las armas nucleares”.
Año tras año, presenta iniciativas sobre la no proliferación, pero —mirando por la ventana de su oficina en el Capitolio— dijo que está decepcionado por la falta de debate sobre lo que será un gasto de 1 billón de dólares para construir y modernizar el arsenal de Estados Unidos.
“Lo que están en juego, si alguna vez se usa un arma nuclear, es que millones y millones y millones de personas morirán. Realmente es impactante que tengamos líderes mundiales que hablen de forma casual sobre utilizar armas nucleares. Quiero decir, sería catastrófico, no sólo para aquellos que están involucrados en el uso de armas nucleares, sino para todo el mundo”.
McGovern se opuso a los planes de la FEMA para preparar al público para un ataque nuclear con consejos de que las personas busquen refugio.
“Qué estupidez decir que lo único que necesitamos saber es dónde escondernos y dónde evitar los impactos más graves de la radiación nuclear. Quiero decir, realmente, eso es escalofriante cuando escuchas a la gente tratar de racionalizar la guerra nuclear de esa manera”, dijo.
La guerra nuclear estaba lejos de la mente de una pareja cuando buscaban casa en el sur de California hace unos años. Querían un hogar para establecerse y criar a su familia, y necesitaban espacio adicional en la cochera. Vieron un anuncio en línea para una casa con al menos ocho lugares de estacionamiento. En la cancha de baloncesto, había una escotilla metálica. Debajo había un búnker.
Esta era la vieja casa de Jones, que Jones dijo que puso a la venta por razones familiares.
El esposo, que habló bajo condición de anonimato debido a preocupaciones sobre la privacidad de su familia, siguió adelante y compró la casa de Jones, con búnker y todo. No están particularmente preocupados por la guerra nuclear y no han pasado una noche en el búnker, pero han almacenado alimentos y suministros médicos allí.
“Hemos dicho a algunos de nuestros amigos que si algo se vuelve loco y se pone mal, vengan aquí lo más rápido posible”, dijo el esposo. “Realmente proporciona una sensación de seguridad”.
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Mendoza reportó desde Sulphur Springs, Texas, y Livermore, California.
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The Associated Press recibe apoyo para la cobertura de seguridad nuclear de la Carnegie Corporation de Nueva York y la Fundación Outrider. La AP es la única responsable de todo el contenido.
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Esta historia fue traducida del inglés por un editor de AP con la ayuda de una herramienta de inteligencia artificial generativa.