La importancia del descanso
Vivimos en un mundo lleno de tareas, haciendo muchas cosas y, por lo general, el estrés nos invade, sobre todo cuando tenemos que cumplir con tantas responsabilidades como son nuestro trabajo, las responsabilidades con los hijos, con las tareas cotidianas de nuestro hogar, las cuentas por cubrir, entre tantas otras cosas. Estamos programados casi de forma automática para cumplir con todos nuestros compromisos y esto muchas veces nos hace sentir estresados y cansados; además, pareciera que siempre hay algo por hacer y los deberes no se terminan nunca.
Esto sucede casi cíclicamente, se va repitiendo mes a mes y así el cansancio se va acumulando cada vez más y, si no le ponemos freno tomándonos un tiempo para descansar y disfrutar de una merecida pausa, es más que seguro que esto nos pasará factura.
El fin de año ya ha llegado, y acumulamos todo el cansancio y el estrés de todo un año, de muchísimas actividades, muchas experiencias, muchas situaciones vividas y a veces de muchos malos ratos también.
Todo este cansancio a veces nos lleva a enfermarnos, a somatizar en nuestro cuerpo todo lo que hemos callado, nuestras emociones muchas veces reprimidas, las veces que quizás quisimos explotar y tirar la toalla; sin embargo, no pudimos hacerlo, solo respiramos profundo y seguimos adelante, aun cuando solo queríamos enterrarnos en un hoyo y no salir de allí hasta que todo estuviera solucionado. Pero la realidad es que nadie resuelve por nosotros, entonces buscar la solución al conflicto se hace más que necesario. Tenemos que solucionar el caos que a veces se nos presenta como guerreros fuertes y valientes, pero una vez que todo pasa, nos quedan las cicatrices de batalla. Esas cicatrices que dejan huellas y que se materializan en dolores de cabeza frecuentes, resfriados constantes, dolores musculares, entre otros síntomas. Es así como vivimos sin energía y casi en piloto automático, producto de todo lo que atravesamos día a día.
Por todo ello, se hace necesario ser conscientes de que el descanso es necesario; es más, es una necesidad primordial, que nos va a ayudar a fortalecernos para enfrentar cada obstáculo que se nos presenta en nuestra vida diaria.
Pero ahora hablemos de descanso. ¿Qué es el descanso? ¿Qué sería un buen descanso? ¿Cómo podría descansar de mejor forma? Ante todas estas interrogantes, se hace necesario poder responderlas.
El descanso es un estado de quietud, donde nuestra mente necesita acallarse, necesita paz y respiro. Para que esto se dé, es necesario tomarnos un tiempo de calidad, de despejarnos de todo y de todos. Este tiempo debe ser realmente para nosotros y, aunque suene egoísta, debemos dárnoslo de vez en cuando.
Un tiempo de descanso para que sea satisfactorio debe ser sin interrupciones, sin redes sociales, donde solo te puedas conectar contigo mismo. Los especialistas por lo general recomiendan descansar en medio de la naturaleza, ya que es increíble cómo la conexión con nuestra madre naturaleza nos renueva, nos llena de vitalidad y nos devuelve la respiración, ya que a veces, por vivir apurados y en modo estrés, se nos olvida hasta respirar. Sí, hablo de esa respiración consciente, esa respiración donde realmente te percatas de que debes inhalar como exhalar, donde en cada respiración profunda sientes el alivio y el desahogo.
Se trata de respirar y de descansar, de despejar tu mente de las preocupaciones y dejar de pensar por un instante, de dejarte llevar por esa sensación de quietud, de calma que nos entrega, por ejemplo, la meditación. Imagina que estás acostado encima de una colcha en un bosque cercano a un río, donde puedas escuchar el sonido del agua corriendo, el sonido de los pájaros cantando; eso para mí sería un verdadero relajo, sumándole el hecho de respirar; simplemente respirar de forma consciente nos haría descansar de tanto estrés que vamos acumulando y nos devolvería seguramente la vitalidad.
Otra forma de descansar es apartándonos de todo aquello que nos estresa: personas, situaciones, lugares, etc., tomarnos un tiempo para estar solos, lejos del ruido, de la negatividad, del chisme y de todo aquello que muchas veces nos contamina. Apartar un tiempo para estar en soledad es algo que debiéramos hacer cada cierto tiempo, donde no exista el teléfono, ni las redes sociales, donde no estén nuestros hijos o nuestra pareja pidiéndonos que hagamos algo por ellos, donde podamos caminar y disfrutar de un paseo sin tener que pensar en nada; eso para mí sería más que un descanso.
Sin embargo, a veces nos cuesta tanto apartar un tiempo para nosotros; parece que nunca tenemos el tiempo para ello. Sacamos tiempo para hacer cualquier cosa, pero cuando se trata de tener tiempo para nosotros mismos, nos cuesta tanto. Ponemos excusas y nos limitamos a darnos este regalo que a veces es más sencillo de lo que creemos. Parece que nos sentimos culpables de tomarnos un merecido descanso, ese descanso que te permita disfrutar de la dicha, de no hacer nada, absolutamente nada.
No sé si te ha pasado a ti, pero a mí sí, que me he encontrado en el sillón de mi sala acostada viendo una película y empieza a pasar por mi cabeza el pensamiento de que cómo es posible que esté ahí, perdiendo el tiempo en vez de hacer tantas cosas que están en la lista de los quehaceres del hogar. Me empiezo a incomodar con ello y me digo a mí misma: "Párate de este sillón que hay mucho por hacer".
Inconscientemente, no me doy cuenta de cómo esa pequeña acción de no hacer nada me ayuda y me alivia, pero para que me alivie de verdad debo aprender a disfrutar de ese pequeño momento de quietud y, con el tiempo, he tenido que ir aprendiendo que el descanso no es malo, sino más bien una necesidad vital de la cual debo aprender a disfrutar, pero sin sentir culpa. He ahí la clave de todo: el aprender a soltar, a dejar algunas cosas para después, a entender que no todo puede ser para hoy y que se puede priorizar. Que mi descanso es una tarea que también merece la pena, que es necesario y que si no tengo ganas de hacer nada es válido y no me debo sentir mal por ello.
Antes pasaba estresada, si mi casa no relucía, si las cosas no salían a la perfección, si las personas no hacían lo que yo deseaba, etc. Entonces vivía amargada y enojada, estresada por no ver lo que deseaba ver, pero entendí que mi salud, mi bienestar emocional y mi felicidad dependen solo de mí, de saber elegir mis batallas y de no preocuparme desmedidamente de todo y por todo, que a veces soltar es necesario, que no se puede tener el control de todo y que la casa no se va a derrumbar si un día decido no hacer nada y solo descansar.
También aprendí a decir que no, ya que muchas veces hacemos compromisos, vamos a lugares a los que no queremos ir, vemos a personas con las cuales no queremos compartir, nos desvivimos para agradar a otros y todo esto nos pasa la cuenta finalmente solo a nosotros, porque ese afán por cumplir en todo nos lleva muchas veces a no tener tiempo para nosotros.
Es importante que dediquemos algo de tiempo para hacer lo que nos gusta. Si te gusta salir a trotar, pues hazlo; si te gusta bailar, hazlo; si te gusta ir al cine, pues anda sola y no esperes la compañía de nadie para hacerlo. Tenemos que hacer lo que nos gusta, aquello de lo cual disfrutamos sin tener que esperar que alguien nos acompañe. Debemos aprender a disfrutar el tiempo con nosotros mismos, porque hacer lo que nos gusta también es una forma de descanso y desconexión; es el descanso de la mente y de las preocupaciones, para darle espacio a lo que nos motiva, alegra, nos llena, nos distrae y nos hace felices.
Por todo ello te invito a tomar la decisión de priorizarte, de priorizar las tareas a realizar y de sacar tiempo para ti, para tu soledad, para estar solo contigo y no hacer nada más que descansar, porque muchas veces de estas sencillas acciones depende mucho nuestro bienestar emocional. ¿Tú qué opinas?