Kate Winslet lleva a la gran pantalla historia de fotógrafa de guerra Lee Miller
Cuando Kate Winslet se topó con la extraordinaria historia de Lee Miller, no quiso dejarla ir.
Miller fue una fotógrafa estadounidense que se convirtió en corresponsal de la edición británica de Vogue durante la Segunda Guerra Mundial, capturando todo tipo de imágenes, desde Londres después del Blitz, hasta la liberación de Dachau. En 1945, David E. Scherman le tomó una foto bastante famosa en la bañera de Hitler en Múnich.
Antes de la guerra, Miller ya había llevado muchas vidas como modelo y como “musa” de surrealistas como Man-Ray. Después, continuó documentando las consecuencias en Europa del Este, mientras luchaba contra el alcoholismo, el trastorno de estrés postraumático y el trauma de la agresión sexual a una edad temprana.
Winslet no sólo quería interpretar a esta mujer, quería llevar la historia a buen término. Esto la embarcó en un viaje de casi una década para llevar “Lee” a la pantalla grande. La película se estrena en Estados Unidos el viernes.
La actriz galardonada con el Oscar habló con The Associated Press sobre la película, su impacto y el día más difícil que ha vivido como actriz. Las respuestas han sido editadas para una mayor claridad y brevedad.
WINSLET: Mucha gente me pregunta, comprensiblemente, ¿por qué Lee Miller? ¿Por qué ahora? Es evidente, no sólo por lo importante que fue su trabajo, sino por lo que representó en términos de lo que significa ser mujer. Ya hace 80 años, ella estaba redefiniendo la feminidad para que significara todo lo que es ahora para nosotras: resiliencia, compasión, determinación, unión, empatía y fuerza. No era una chica prometedora que quería hacerse de un nombre. Se trataba de una mujer de mediana edad que ya había vivido mucho en el momento en que se fue a Europa. Sabía lo que estaba en juego. Sabía que se iba a poner en peligro. Pero lo hizo porque sintió la compulsión de ser esa voz visual para las víctimas del conflicto.
WINSLET: Cuando trabajo, nunca es a distancia. La idea de protegerse o relajarse al final del día con un buen baño caliente y una copa de vino, simplemente no la he aprendido. Y no sé si quiero. No creo que sea así como trabajo. Comencé este proceso en 2015, fui y me senté con (el hijo de Miller) Antony Penrose y (aprendí) sobre el tiempo en el que conoció a su madre después de que ella falleció. Me dejó completamente anonadada. No sólo llegó a saber quién era realmente y qué había hecho durante la guerra, sino que llegó a formar un nivel diferente de comprensión sobre por qué había sido así como madre. Tan pronto como fui a encontrarme con Antony, algo me sucedió. Algo que va más allá de la actuación.
WINSLET: Probablemente era la primera mujer directora de fotografía con la que trabajé en ese momento. En esos días no había muchas mujeres en los sets. Casi nunca había mujeres en el departamento de cámaras. Ellen y yo estábamos juntas porque estábamos en un set muy dominado por hombres, estábamos felices de estar allí, pero éramos dos de las pocas mujeres. Y aunque fue una gran aventura, fue un rodaje muy duro. Siempre teníamos que hacer muchas cosas en un día y resultó ser un invierno brutal en Nueva York. Seguimos siendo amigas y volvimos a trabajar juntas en “A Little Chaos” (Winslet se la sugirió a Alan Rickman). Me dije a mí misma, ¿por qué no está haciendo largometrajes? Tenía sentido en muchos niveles. Se trataba de alguien que había pasado décadas de su vida siendo un ojo, transmitiendo narrativas de una manera visual muy poderosa. Y eso es exactamente lo que hizo Lee Miller. No me habría sentado bien si hubiera sido un hombre. Casi siento como si Lee me hubiera jalado los pies desde la tumba.
WINSLET: Hicimos la película porque quería que la gente descubriera a Lee Miller, la verdadera Lee Miller en sus términos, en su década más definitoria, no como la examante y exmusa de Man-Ray, este tipo de términos reduccionistas y sexistas.
Su vena contra la injusticia era tan poderosa en ella. Y como nunca le contó a nadie lo que le pasó de niña, la impulsó y le dio una forma de ver el mundo. Mujeres que fueron sobrevivientes de abuso sexual con las que hablé en mi proceso de preparación, las dos cosas que dijeron en común fue que nunca lo habían contado y que eso les dio la capacidad de ver el mal a una milla de distancia. Lee tenía eso. Tenía una capacidad algo innata para tolerar el infierno.
En la escena en la que le revela a (la editora de Vogue) Audrey (Withers) lo que le sucedió cuando tenía 7 años, Andrea (Riseborough, que interpreta a Withers) y yo dijimos al final de ese día de rodaje que fue indiscutiblemente el día más difícil que habíamos hecho en nuestras vidas como actrices. Es sólo un día, suena un poco extremo. Me da un poco de miedo hablar sobre el proceso de un actor porque, al final de cuentas, no es ciencia espacial. No estamos curando el cáncer. Nosotras no estamos en primera línea de combate. Pero a veces te encuentras yendo allí hasta el punto de sentirte un poco poseído. Y puede ser un poco aterrador.
Lo que me ha dejado sin aliento es cómo mujeres, completas desconocidas, se acercan a mí, me toman del brazo y me dicen: “Esa fui yo. Me dijeron que nunca lo contara”. Ahí es cuando el cine puede ser realmente extraordinario si, sólo por una fracción de segundo, eres capaz de hacer que alguien en la audiencia se sienta abrazado o visto.