Reseña: Foster the People deleita y asusta por igual en “Paradise State of Mind”

Reseña: Foster the People deleita y asusta por igual en “Paradise State of Mind”
En esta imagen proporcionada por Atlantic Records, la portada de "Paradise State of Mind" de Foster the People. (Atlantic Records via AP)

Cuando pones el nuevo álbum de Foster the People y estás bailando felizmente al ritmo contagioso del funk-disco de la primera canción, es posible que apenas notes la creciente sensación de temor en las letras, tan oscuras a pesar de la música absurdamente ligera. Bienvenido de nuevo, Mark Foster.

“My friends were going out last night and I still haven’t heard from them” (“Mis amigos iban a salir anoche y todavía no he sabido nada de ellos”), canta en “See You in the Afterlife”, una melodía que incluye titulares de periódicos aterradores, un Coliseo vacío e incluso una referencia a la guerra en Ucrania. “It’s like we’ve all been hypnotized” (“Es como si todos hubiéramos sido hipnotizados”).

Han pasado siete años desde su álbum de 2017 “Sacred Hearts Club” y Foster y sus compañeros de banda no han perdido el ritmo, haciendo pop reflexivo y de primer nivel para una era agitada e insegura con las 11 pistas “Paradise State of Mind”, la mayoría escritas con Isom Innis y con Foster por primera vez como productor de la mayor parte.

Al igual que en su colección anterior, Foster the People tiene un pop brillante al lado de afinadores complejos, y muchas de las canciones eventualmente se sumergen en territorio experimental o distorsión pesada, como el solo de flauta poco convencional en “Sometimes I Wanna Be Bad” y la difícil de amar “Glitchzig”, que pasa por media docena de compases, trompeta chillona y elementos de Kraftwerk antiséptico.

Los aspectos más destacados incluyen “Lost in Space”, llena de un coro de falsete y palmas, que suena como si hubiera sido diseñada para una pista de patinaje en los años 1970, con letras como “I let the darkness in to teach me” (“Dejé que la oscuridad me enseñara”), y “Let Go”, que comienza como una explosión de ensueño de vibraciones positivas hasta el último tercio, cuando lo que sólo puede describirse como robots celestiales que secuestran la canción y dicen: “To be broken is to be set free” (“Ser quebrantado es ser liberado”).

“Feed Me”, muy distorsionada y con sonido sintético, es como una declaración sexy en la era digital: “I want to hack your code and be your anti-hero/Turn you on and let my one activate your zero” (“Quiero hackear tu código y ser tu antihéroe / Encenderte y dejar que mi uno active tu cero”, mientras que Foster revela quizás su motivación para toda esta maravillosa y espeluznante rareza en la última canción, “A Diamond to be Born”.

“I look at myself through a broken lens” (“Me miro a mí mismo a través de una lente rota”), canta en este tema que suena casi como una oración. “Try my best to keep from unravelling” (“Hago todo lo posible para no desmoronarme”). En el camino, nos ha regalado otro diamante.

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