'Superfan' gasta sus ahorros para estar en sus séptimos Juegos Olímpicos
PARÍS (AP) — Cubierta de broches y adornos, Vivianne Robinson difícilmente pasa desapercibida en las calles de París.
La superfanática olímpica ha asistido a siete Juegos de verano en el transcurso de 40 años. Pero este viaje a París tuvo un alto precio —10.000 dólares para ser precisos.
Robinson, de 66 años y oriunda de Los Ángeles, saturó hasta el límite sus tarjetas de crédito y aceptó dos empleos a fin de pagar el viaje y las 38 entradas para distintas pruebas. Trabajó en Venice Beach durante el día, poniendo nombres en collares de arroz, y embolsó comestibles por la noche. Dijo que tendrá que trabajar dos años más para compensar el dinero que se gastó siguiendo hasta París su pasión por los Juegos Olímpicos.
“Fue difícil ahorrar y es un gran presupuesto, pero vale mil veces la pena”, dijo.
Aun así, le decepcionó pagar 1.600 dólares para la ceremonia de apertura solo para terminar viéndola en una pantalla sobre un puente. “¿Sabes lo mucho que toma el hacer esa cantidad de dinero?”, preguntó.
Y eventualmente añadió: “Pero así pasan las cosas y la vida continúa, ganas si pierdes un poco”.
Durante su entrevista, un transeúnte sugiere que Robinson use su fama para abrir una cuenta y pedirle a la gente que ayude a financiar su pasión.
“Eso no importa. Con el tiempo podré ganar dinero”, respondió.
La fascinación de Robinson por los Juegos Olímpicos empezó cuando su mamá trabajaba como traductora de los atletas en la Universidad de California, durante Los Ángeles 1984. Su mamá llegaba a casa después del trabajo y le daba los broches que los atletas le regalaban.
Su nueva afición de coleccionar esos prendedores la llevó a Atlanta 1996, donde hizo collares de arroz para los deportistas a cambio de los también llamados pines.
“Conseguí todos los pines y pude conocer a todos los atletas. Y en esos días, no había alta seguridad como ahora”, recuerda. “Ahora ni siquiera puedes acercarte a la villa de los atletas”.
De ahí: Sydney 2000, Atenas 2004, Londres 2012 y Río de Janeiro 2016. Consiguió un visado para Pekín en 2008, pero al final no pudo permitirse el viaje. Para Tokio estaba igualmente condenada: compró boletos, pero se los reembolsaron cuando el COVID-19 se disparó y los Juegos se celebraron sin espectadores.
Los atuendos de Robinson comenzaron siendo simples, pero se han vuelto más complejos con el tiempo. Pasó un año trabajando en su atuendo de París, decorándolo con cientos de adornos. Decenas de adornos de la Torre Eiffel cuelgan de su sombrero, justo encima de sus pendientes de anillos olímpicos. Pegados a su ropa hay parches, prendedores y banderitas.